Poderes terrenales
La Iglesia cat¨®lica espa?ola toca de nuevo a rebato. La causa es ahora la Ley Org¨¢nica de Educaci¨®n (LOE), elaborada por el Gobierno socialista de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Y frente a ella llama a los cat¨®licos a manifestarse. Tocar a rebato y manifestarse contra los gobiernos han sido instrumentos habituales de la Iglesia cat¨®lica en momentos hist¨®ricos de impulso secularizador. Una forma de resistir a los cambios. Sobre todo, si se trata de la educaci¨®n. Ocurri¨® durante la Segunda Rep¨²blica, durante la etapa de los gobiernos socialistas de Felipe Gonz¨¢lez y, si nos atenemos a las abundantes declaraciones de los obispos efectuadas en los ¨²ltimos d¨ªas, la tormenta est¨¢ a punto de desatarse otra vez.
Con la llegada de la Rep¨²blica en 1931 sali¨® a la luz una enconada lucha entre dos mundos culturales antag¨®nicos, de cat¨®licos practicantes y de anticlericales convencidos, que cogi¨® en medio a un amplio n¨²mero de espa?oles que se hab¨ªan mostrado hasta entonces indiferentes ante un conflicto de largo alcance y que hund¨ªa sus ra¨ªces en las d¨¦cadas anteriores. Con el asunto de la religi¨®n no hubo posibilidad de entendimiento entre la Iglesia y el Gobierno de coalici¨®n republicano-socialista presidido por Manuel Aza?a. Varios art¨ªculos de la Constituci¨®n republicana, aprobada el 9 de diciembre de 1931, declaraban la no confesionalidad del Estado, eliminaban la financiaci¨®n estatal del clero, introduc¨ªan el matrimonio civil y el divorcio, y, lo m¨¢s doloroso para la Iglesia, prohib¨ªa el ejercicio de la ense?anza a las ¨®rdenes religiosas, algo que deb¨ªa poner en pr¨¢ctica una Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas.
Esa ley, pasada por las Cortes el 17 de mayo de 1933 y sancionada el 2 de junio por Niceto Alcal¨¢-Zamora, presidente de la Rep¨²blica, caus¨® en la Iglesia una aut¨¦ntica conmoci¨®n. Los obispos, dirigidos desde abril de ese a?o por el integrista Isidro Gom¨¢, reaccionaron con una "Declaraci¨®n del Episcopado", en la que sent¨ªan "el duro ultraje a los derechos divinos de la Iglesia" y rechazaban "las escuelas acat¨®licas, neutras o mixtas". El papa P¨ªo XI le dedic¨® una enc¨ªclica, Dilectissima nobis, por atentar "contra los derechos imprescriptibles de la Iglesia". La CEDA, organizada ese mismo a?o bajo el amparo de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, y la prensa cat¨®lica se sumaron a la movilizaci¨®n general. Muchos llamaron a la rebeld¨ªa. Y no faltaron quienes, como el dirigente carlista Manuel Fal Conde, declararon ya entonces que los cat¨®licos deb¨ªan defenderse de todos esos ataques "con su sangre incluso".
Es evidente que, de haberse cumplido todas esas medidas, la posici¨®n privilegiada de la Iglesia se hubiera tambaleado. Pero una guerra civil, provocada por una sublevaci¨®n militar contra la Rep¨²blica, y la victoria incondicional del ej¨¦rcito del general Franco ocasionaron el triunfo absoluto de la Iglesia cat¨®lica. El catolicismo volvi¨® a ser la religi¨®n oficial del Estado. Todas las medidas republicanas que la derecha y la Iglesia hab¨ªan maldecido fueron derogadas. La Iglesia recuper¨® todos sus privilegios institucionales, impuso con los militares la unidad de la fe y de la naci¨®n, y control¨® durante d¨¦cadas todos los resortes de la educaci¨®n.
Cuando muri¨® Franco, el 20 de noviembre de 1975, la Iglesia cat¨®lica espa?ola ya no era el bloque monol¨ªtico que hab¨ªa apoyado la Cruzada y la venganza sangrienta de la posguerra. Pero el legado que le quedaba de esa ¨¦poca dorada de privilegios era, no obstante, impresionante en el sistema educativo, en los aparatos de propaganda y en los medios de comunicaci¨®n. Lo que hizo la Iglesia en los ¨²ltimos a?os del franquismo fue prepararse para la reforma pol¨ªtica y la transici¨®n a la democracia que se avecinaba. Antes de morir Franco, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica hab¨ªa elaborado, seg¨²n William J. Callahan, "una estrategia basada en el fin de la confesionalidad oficial, la protecci¨®n de las finanzas de la Iglesia y de sus derechos en materia de educaci¨®n y el reconocimiento de la influencia de la Iglesia en las cuestiones de orden moral". Treinta a?os despu¨¦s, parece evidente que esa estrategia se ha cumplido con creces, especialmente en la protecci¨®n de sus finanzas y en el poder e influencia mantenidos, e incluso aumentados, en la ense?anza primaria y secundaria.
La democracia, sus gobiernos y sus instituciones le han dado a la Iglesia cat¨®lica un trato exquisito. No hay ning¨²n otro pa¨ªs democr¨¢tico en el que la ense?anza privada cat¨®lica, concertada la llaman ahora, cuente con el apoyo y financiaci¨®n que tiene en Espa?a. La ense?anza de la religi¨®n, de cualquier tipo de religi¨®n, no suele impartirse en otros pa¨ªses en las escuelas, mientras que entre nosotros es de oferta obligatoria en todos los centros, p¨²blicos y privados, y la Iglesia pretende ahora, adem¨¢s, que se cumpla lo que propon¨ªa la Ley Org¨¢nica de la Calidad de la Educaci¨®n (LOCE), aprobada con los votos del Partido Popular y de Coalici¨®n Canaria por el Parlamento de la pasada legislatura y paralizada por el Gobierno de Zapatero: que se obligue a estudiar en todos los centros educativos religi¨®n cat¨®lica o una asignatura alternativa llamada "Hecho Religioso" y que cuente en el expediente acad¨¦mico como una asignatura m¨¢s a todos los efectos. Es decir, en una escuela p¨²blica de un Estado laico la religi¨®n tendr¨ªa el mismo valor en el curr¨ªculo que, por ejemplo, las asignaturas de lengua, matem¨¢ticas o historia.
Pasaron ya los tiempos en que la Iglesia cat¨®lica pod¨ªa considerarse fuente de verdad absoluta y el catolicismo como ¨²nica religi¨®n de los espa?oles. Tampoco existe ya ning¨²n anticlericalismo obsesivo y radical. No se discute ahora el futuro de la Iglesia, sus posiciones morales o cu¨¢l es la mejor forma de adaptarse a los tiempos manteniendo a la vez los privilegios. Se trata, por el contrario, de consolidar desde un Estado laico y democr¨¢tico la libertad de creer o no creer y el rechazo del dogmatismo. ?sa es una parte esencial del mejor legado de la historia de las sociedades europeas y norteamericanas de los dos ¨²ltimos siglos.
La Iglesia cat¨®lica espa?ola puede asumir eso, que ya no vive en un Estado confesional rodeada de privilegios, o pasar a la ofensiva y utilizar sus muchos poderes y el p¨²lpito para unir la defensa de la religi¨®n con su peculiar concepto de la libertad de ense?anza y con la pol¨ªtica del Partido Popular. Si elige ese segundo camino, y sobre todo si desde sus influyentes medios de comunicaci¨®n afamados periodistas siguen insultando a todos aquellos que no se plieguen a su cultura m¨¢s autoritaria, contribuir¨¢ a avivar todav¨ªa m¨¢s el fuego de la confrontaci¨®n entre las diferentes posiciones pol¨ªticas y a abrir grietas, de alcance impredecible, en la sociedad civil y en el Estado democr¨¢tico. La historia del siglo XX espa?ol es muy clara en este sentido: nada bueno ocurri¨® cuando la Iglesia cat¨®lica, poderosa o perseguida, verdugo o v¨ªctima, ocup¨® el primer plano de actualidad.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Zaragoza.
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