Un cuerpo con 22 almas
La historia de la humanidad es la historia del cuerpo. El cuerpo viene produci¨¦ndonos de su aparici¨®n una extra?eza tal que no nos cansamos de representarlo, de reproducirlo, de reinventarlo para desgastar la emoci¨®n que nos provoca. La arquitectura, el arte, la mec¨¢nica no han hecho otra cosa que copiar el cuerpo o sus partes (?qu¨¦ es, si no, una casa, una gr¨²a, una estatua?). La clonaci¨®n es el conmovedor empe?o de reescribirlo de arriba abajo, de forma literal, a la manera en la que Pierre Menard, el personaje de Borges, pretend¨ªa reescribir el Quijote.
La lengua es un intento m¨¢s de comprender el cuerpo por la v¨ªa de calcarlo. Una oraci¨®n gramatical contiene las mismas dosis de morfolog¨ªa, de sintaxis o de sem¨¢ntica que el organismo de un mam¨ªfero. Dios no invent¨® el bazo ni el p¨¢ncreas ni el intestino grueso, pero cre¨® la l¨®gica que hizo posible la aparici¨®n de las v¨ªsceras. Si usted le implanta un trozo de su h¨ªgado a un familiar, usted no tiene que darle ninguna instrucci¨®n a ese fragmento hep¨¢tico porque ¨¦l sabe hasta d¨®nde crecer, y en qu¨¦ direcci¨®n. Si usted pronuncia las tres primeras palabras de una oraci¨®n condicional, la oraci¨®n sabe perfectamente en qu¨¦ tiempo debe ir el verbo. Representamos el genoma con las letras del alfabeto porque no hay reflejo m¨¢s fiel del cuerpo que la lengua, especialmente la escrita. Sorprende la cantidad de informaci¨®n que cabe en una c¨¦lula, pero no es menos admirable la que cabe en una conjunci¨®n.
"El Panhisp¨¢nico se dirige por igual a los necesitados y a los viciosos. Es claro, sencillo e implacable"
?lex Grijelmo, en El genio del idioma, demuestra que ning¨²n hablante al que se le propusiera crear un verbo nuevo a partir de un sustantivo preexistente, se le ocurrir¨ªa terminarlo en er o ir (como temer o partir), sino en ar (como amar). ?Por qu¨¦? Porque hay en el idioma una informaci¨®n gen¨¦tica, un impulso l¨®gico, una po¨¦tica, que nos obliga, lo pretendamos o no, a terminarlo en ar (nadie deducir¨ªa, de chat, chateer o chateir, sino chatear). Cuando movemos los labios, en fin, no decimos lo que queremos nosotros, sino lo que quiere la gram¨¢tica, del mismo modo que cuando abrimos la mano aparece el n¨²mero de dedos que quiere la biolog¨ªa.
El espa?ol es un cuerpo con 22 almas. Compartimos lo esencial (el sistema endocrino, la circulaci¨®n sangu¨ªnea, el aparato digestivo...), pero nos asaltan dudas puntales en el uso, la pronunciaci¨®n, la ortograf¨ªa o el significado de determinadas palabras o locuciones. Un conjunto de sabios de las 22 academias de la lengua espa?ola ha superpuesto todas esas almas, como el que superpone un conjunto de esqueletos dibujados sobre papel cebolla, para analizar las diferencias y las semejanzas que hay entre ellas. Tras un trabajo de cinco a?os, han dado a luz un diccionario normativo que sirve lo mismo para un espa?ol que para un ecuatoriano; para un mexicano (?se debe escribir, por cierto, mexicano o mejicano?) que para un salvadore?o; para un chileno que para un costarricense... Si usted busca el t¨¦rmino overbooking, utilizado para expresar que una compa?¨ªa a¨¦rea o un hotel han vendido m¨¢s plazas de las que dispon¨ªan, el Diccionario panhisp¨¢nico de dudas le aconsejar¨¢ utilizar sobreventa o sobrecontrataci¨®n, que dicen lo mismo, pero con nuestro h¨¢lito. Si usted busca M¨¦jico, le remitir¨¢n a M¨¦xico, donde le explicar¨¢n el porqu¨¦ de la equis frente a la jota. Si usted no sabe si escribir p¨¢bilo o pabilo, cuba-libre o cubalibre, hondear u ondear, p¨ªxel o pixel, m¨¢ster o master, re¨²ma o reuma, no tiene m¨¢s que abrir el diccionario y dejarse llevar.
Los diccionarios de dudas gozan de una tradici¨®n importante entre nosotros. Son ¨²tiles y divertidos a la vez. Personalmente, los consulto con frecuencia, unas veces por necesidad y otras por vicio. El Panhisp¨¢nico se dirige por igual a los necesitados y a los viciosos. Es claro, sencillo e implacable, pero impone la norma por v¨ªa de la argumentaci¨®n y del ejemplo. Posee adem¨¢s una unidad de estilo que no es com¨²n en las obras colectivas. Y hasta aqu¨ª hemos llegado, as¨ª que punto final (estuve a punto de escribir punto y final, pero consult¨¦ el Panhisp¨¢nico y me disuadi¨®. La denominaci¨®n punto y final, creada por analog¨ªa de las correctas punto y seguido y punto y aparte, es incorrecta).
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