'Banlieu'
Estamos todos conmocionados por las revueltas de los suburbios franceses. Sin embargo, lo peor no es lo que est¨¢ pasando, sino que no lo logramos entender. Que los hijos de emigrantes magreb¨ªes y subsaharianos est¨¢n marginados resulta evidente, pero ello no explica la revuelta: al fin y al cabo no est¨¢n peor que los turcos en Kreuzberg, el gueto de Berl¨ªn, o que los negros en Nueva Orleans. Que el islamismo ha fructificado entre los parados y les incita a la rebeli¨®n tambi¨¦n parece probable, pero sigue sin explicar la revuelta: en El Cairo o en Islamabad los ¨ªndices de paro son much¨ªsimo m¨¢s altos y, aunque el radicalismo -como su nombre sugiere- es imposible de erradicar, no por ello conduce irremisiblemente al estallido social. Que los gobernantes franceses, con miop¨ªa suicida, hab¨ªan suprimido las ayudas sociales y las inversiones destinadas a estos barrios resulta patente, mas, aun as¨ª, tampoco explica la revuelta: si no, que se lo digan a tantos dictadores del Tercer Mundo, los cuales viven en la opulencia mientras su pueblo pasa hambre y calamidades. Se ha insistido mucho en estos d¨ªas en el aspecto feo y deprimente que tienen las cit¨¦s de las banlieues. De acuerdo: conozco Saint Denis y me imagino que las otras ser¨¢n por el estilo. Pero tambi¨¦n conozco las favelas de R¨ªo de Janeiro o las monta?as de basura de Manila y puedo asegurarles que no hay color. No s¨®lo son mucho peores, que lo son, es que adem¨¢s el contraste con el bienestar de los privilegiados es mucho m¨¢s hiriente: las grandes propiedades cercadas en las que se refugian los potentados del Tercer Mundo resultan inconcebibles en Par¨ªs o en Toulouse; all¨ª hay una exhibici¨®n permanente e imp¨²dica de la riqueza, la cual, no obstante, se tolera mejor que el cauteloso disfrute del bienestar de aqu¨ª. Digan lo que digan, lo que ha ocurrido no estaba cantado, aunque tal vez algunos lo hubiesen anunciado. Y, por eso mismo, la lectura que se est¨¢ haciendo en Espa?a resulta simplista, a mi entender. Cuidado con los inmigrantes -se viene a decir- porque, si de momento no se rebelan, es porque son menos y a¨²n no est¨¢n nacionalizados, pero dentro de veinte a?os tendremos una revuelta parecida. Luego, dependiendo de las ideas de cada cual, se completa el diagn¨®stico recomendando ora medidas sociales y educativas ora medidas policiales y de filtrado de fronteras. No ser¨¦ yo quien desaconseje este tipo de medidas y, adem¨¢s, las dos a la vez. Con todo, creo que estos an¨¢lisis pasan por alto una circunstancia que diferencia la situaci¨®n francesa de la que ya se da en Alemania o de la que pudiera darse en Espa?a dentro de una generaci¨®n: los j¨®venes airados de la banlieu no son simples hijos de emigrantes, son hijos de personas que Francia tuvo que acoger despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de los procesos de descolonizaci¨®n. Quiero decir que son franceses por haber nacido en Francia, pero tambi¨¦n porque forman parte de la historia de Francia.
No, no creo que lo de Par¨ªs sea tan s¨®lo cosa de inmigrantes, aunque les haya afectado a ellos. Es algo as¨ª como pretender que el nazismo era cosa de alemanes o que el gulag era cosa de rusos. Tampoco es principalmente cosa de pobres, aunque estos pir¨®manos no nadan en la abundancia. Sobre todo, es cosa de j¨®venes que est¨¢n al margen del sistema, en una peligrosa tierra de nadie, en la banlieu. A mi modo de ver, lo que de verdad llama la atenci¨®n es la gratuidad de la revuelta. Que los j¨®venes se rebelen resulta normal, los rebeldes s¨®lo pueden ser j¨®venes. Pero siempre se rebelan contra algo y a favor de otra cosa. Los esclavos de Espartaco, los menestrales de les German¨ªes, los revolucionarios de la Comune, los campesinos del Palacio de Invierno, los zapatistas de la selva Lacandona se rebelaron contra los poderosos. Pero lo de ahora tengo la sospecha de que el verdadero problema es que estos j¨®venes beurs se han rebelado porque no tienen ni futuro ni pasado. Nadie cuenta con ellos, pero tampoco les merece la pena restablecer nada que hayan dejado atr¨¢s. No los consideran franceses de la souche y tampoco se sienten musulmanes de la comunidad de los creyentes. Viven al d¨ªa, son pura instantaneidad. Casi resultan criaturas virtuales, como las figuras de sus videojuegos en los que tambi¨¦n estallan -?alegremente?- los coches y las deflagraciones de los c¨®cteles m¨®lotov. En otras palabras que la revoluci¨®n de la banlieu constituye, antes que nada, una revuelta sin ideolog¨ªa, una revuelta porque s¨ª, por puro aburrimiento y des¨¢nimo. Se podr¨ªa decir que es una revuelta nihilista. El ser humano es, frente a los animales, un ser hist¨®rico y un ser intencional con proyectos de futuro; puede fallarle una de las dos cosas, pero nunca ambas, por m¨¢s bien alimentado que est¨¦. Por desgracia la desesperanza juvenil no se limita a Francia: los j¨®venes europeos, enfrentados a la nada que ha creado la econom¨ªa globalizada, lo tienen crudo.
?Los espa?oles tambi¨¦n? Sin duda: en Espa?a el combustible para un incendio semejante ya est¨¢ preparado, s¨®lo falta que alguien encienda la mecha. S¨ª, no mire para otro lado, estoy hablando de nuestros propios hijos, no me refiero a los de los inmigrantes. Condenados a un trabajo basura, a no poder independizarse y a dejar pasar el tiempo en un perpetuo fin de semana, nuestros j¨®venes carecen de un futuro digno de tal nombre. Adem¨¢s, como los hemos aislado de todo contacto con la tradici¨®n porque en vez de educarles hemos preferido que se hicieran a s¨ª mismos, tambi¨¦n carecen de pasado. Nuestros j¨®venes son personas sin ataduras ni esperanzas, aut¨®matas, un puro cyborg. ?Cu¨¢nto falta para que nuestra banlieu, a la que no hay que ir en suburbano ni en autob¨²s, nos estalle cualquier d¨ªa en la cara?
?ngel L¨®pez Garc¨ªa-Molins es catedr¨¢tico de Teor¨ªa de los Lenguajes de la Universidad de Valencia. (lopez@uv.es)
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