Cerco a los 'nuevos ricos' en Cuba
Castro arremete contra los "par¨¢sitos capitalistas" del sector alimentario y los restaurantes
En Cuba, las ofensivas del Gobierno contra las "ilegalidades" y la corrupci¨®n son c¨ªclicas. Cada cierto tiempo, el pa¨ªs es sacudido por un furor de hipercontrol y vuelta al orden, se lanzan campa?as para combatir el "acomodamiento" de los cuadros dirigentes y el "enriquecimiento il¨ªcito", y se realizan operaciones policiales contra el mercado negro y el jineterismo (prostituci¨®n). Sin embargo, la vuelta de tuerca que se vive hoy en la isla, inmersa en un proceso de recentralizaci¨®n econ¨®mica, va m¨¢s all¨¢: est¨¢n en la mirilla los mercados agropecuarios, las paladares (restaurantes privados), las gasolineras, los puertos y todas aquellas personas que las autoridades consideran nuevos ricos.
La semana pasada comenz¨® una operaci¨®n de inspecci¨®n y control en los agromercados (mercados donde el productor vende directamente al comprador) de La Habana. El resultado: toneladas de productos y alimentos confiscados, decenas de camiones "ocupados", multas de miles de pesos y varios detenidos. Los agros, reabiertos en 1994 y regidos por la ley de la oferta y la demanda, es donde concurren a vender sus productos los peque?os campesinos privados y cooperativistas, despu¨¦s de cumplir sus compromisos con el Estado. En estos mercados los cubanos adquieren la gran mayor¨ªa de las viandas, vegetales, frutas y algunas carnes, a precios muy elevados. En La Habana, un kilo de tomates cuesta 24 pesos, uno de carne de cerdo 50, y un pimiento diminuto, 5. El salario medio mensual no llega a 250 pesos cubanos (10 euros). El Estado est¨¢ empe?ado en acabar con los "intermediarios", pues los considera "par¨¢sitos capitalistas" que le compran ilegalmente al productor y le ofertan al vendedor, encareciendo las mercanc¨ªas y lucr¨¢ndose ilegalmente.
En los ¨²ltimos d¨ªas, se han incrementado tambi¨¦n los controles a los restaurantes privados, o paladares, permitidos en 1994 al abrirse la posibilidad del trabajo por cuenta propia. Jam¨¢s fueron bien vistos, pero hoy menos que nunca. De 600 que lleg¨® a haber en La Habana en 1995, hoy quedan menos de un centenar.
En recientes discursos, el presidente cubano ha arremetido contra estos negocios privados por consumir demasiada electricidad y pagarla a precios subsidiados. Al parecer, la voluntad ahora es aplicar con todo rigor las normas restrictivas impuestas a su funcionamiento -no pueden vender carne vacuna ni marisco, contratar personal libremente y su capacidad m¨¢xima es de 12 sillas-. La decisi¨®n, dicen los afectados, es cerrar estos negocios en cuanto se detecte la m¨¢s m¨ªnima violaci¨®n. Se ha creado una oficina especial para atender esta actividad, y ya a algunos due?os de estos establecimientos se les ha retirado la licencia.
La ofensiva contra los agros y las paladares no es un hecho aislado. El mes pasado, cientos de trabajadores sociales tomaron el control en las gasolineras de La Habana, en una misi¨®n encomendada directamente por Fidel Castro para enfrentar el robo de combustible, que hasta ese momento se comercializaba abiertamente en el mercado negro -seg¨²n los trabajadores sociales, hoy se esta recaudando el doble y el triple de dinero que antes-. Recientemente, el general de las Fuerzas Armadas, Mois¨¦s Sio Wong, asumi¨® el mando del puerto de La Habana con el prop¨®sito de fiscalizar todas las operaciones de carga y descarga de esa entidad, en la que hist¨®ricamente los robos y faltantes han sido elevados.
?sta es la t¨®nica general. El 28 de octubre, en un discurso muy mentado, Castro habl¨® de "los ladrones y nuevos ricos" como una lacra que hab¨ªa que combatir. "No quieren pagar, y los sobornados se dejan sobornar. Ser¨¢ cada vez m¨¢s dif¨ªcil que puedan hacer lo que est¨¢n haciendo hoy". A muchos trabajadores por cuenta propia lo que m¨¢s les angustia hoy es que se descargue sobre ellos la responsabilidad de la situaci¨®n actual de robo generalizado, y que en esta nueva campa?a contra los nuevos ricos se diluyan las causas que son el verdadero caldo de cultivo de la corrupci¨®n.
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