La hora del pacto
M¨²ltiples informes de organismos internacionales vienen mostrando desde hace a?os que el sistema educativo espa?ol no s¨®lo no est¨¢ en condiciones de afrontar las nuevas exigencias de la sociedad globalizada, sino que sus resultados evolucionan a peor y nos colocan en uno de los lugares m¨¢s bajos de Europa. Tenemos los mayores ¨ªndices de abandono de los estudios y fracaso escolar, y el nivel de satisfacci¨®n de padres y profesores ha ca¨ªdo hasta niveles descorazonadores. Que la mitad de los padres considere que el sistema educativo funciona mal y que el colectivo de ense?antes sea el que solicita m¨¢s bajas laborales por depresi¨®n indican a las claras el pozo en el que nos estamos hundiendo.
A semejante cat¨¢strofe no se llega en dos d¨ªas y a ella ha contribuido, sin duda, el hecho de que los dos principales partidos pol¨ªticos hayan sido incapaces de aparcar los intereses electoralistas y alcanzar un pacto de Estado que d¨¦ al sistema educativo un marco estable y duradero. Ambos han gobernado suficientes a?os este pa¨ªs como para compartir la responsabilidad, en lugar de tratar de endos¨¢rsela al otro: el PP diciendo que el fracaso es efecto de la LOGSE aprobada por los socialistas, y ¨¦stos, que el informe de Bruselas se refiere al periodo 2000-2003, en que gobernaba Aznar.
El gesto del presidente del Gobierno de recibir a las organizaciones que convocaron la manifestaci¨®n del pasado s¨¢bado contra la Ley de Ordenaci¨®n de la Educaci¨®n es una oportunidad que puede marcar un punto de inflexi¨®n en el enconado debate sobre el sistema educativo. Rechazar la mano tendida por Rodr¨ªguez Zapatero para alcanzar un acuerdo dejar¨ªa a la oposici¨®n y a las organizaciones convocantes desnudas de argumentos y pondr¨ªa igualmente al descubierto que, m¨¢s que buscar una mejora del sistema educativo, lo que pretenden es desgastar al Gobierno en plaza. Ha llegado la hora de recuperar la cordura y la responsabilidad, la hora de negociar y hacerlo sin demagogias, all¨ª donde corresponde, en el Congreso de los Diputados.
Hay margen para un acuerdo. De hecho, si los alumnos deben repetir con m¨¢s de dos o tres suspensos, si debe arbitrarse una alternativa para que dejen el aula los que ya no sacan ninguna ventaja de permanecer en ella, o el porcentaje de materias comunes a estudiar en las diferentes comunidades aut¨®nomas, son cuestiones que pueden ser objeto de negociaci¨®n. Pero hay l¨ªneas rojas que no se deben traspasar. El respeto a los intereses del sector concertado, mayoritariamente vinculado a la Iglesia, en ning¨²n caso puede traducirse en un sistema de privilegios que conduzca a un modelo dual de la ense?anza.
Cabe para la educaci¨®n el mismo planteamiento que tan buen resultado ha dado en sanidad: todos los centros que se financien con fondos estatales forman parte del sistema educativo de utilizaci¨®n p¨²blica y, en consecuencia, deben compartir los derechos; entre ellos, a una financiaci¨®n suficiente. Pero tambi¨¦n las cargas; entre ellas, los alumnos con necesidades educativas especiales. Y para ello es preciso establecer alg¨²n sistema que permita equilibrar la inscripci¨®n. ?Se imagina alguien que un hospital concertado pudiera seleccionar a los enfermos?
Si la ense?anza es gratuita, debe serlo en todos los centros, tambi¨¦n en los concertados, y no cabe que puedan cobrar cuotas encubiertas con subterfugios diversos. De lo contrario, el derecho a la libre elecci¨®n del centro por parte de los padres se convertir¨ªa en la pr¨¢ctica en el derecho de los centros a la libre selecci¨®n de los alumnos, lo cual actuar¨ªa -como sucede a veces- como reclamo y factor de segregaci¨®n, en detrimento de un sector p¨²blico cada vez m¨¢s depauperado. Y no hay que olvidar que la brecha educativa es el germen de la brecha social y que se juega en ello, adem¨¢s, la integraci¨®n de los hijos de los inmigrantes.
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