Fujimori entre rejas
No es de extra?ar que los terroristas hagan de las suyas por doquier y el ciudadano com¨²n ande en ascuas por la falta de seguridad en un mundo en el que un reo contumaz, buscado por la Interpol y con orden de captura en 184 pa¨ªses, puede alegremente salir del Jap¨®n en un avi¨®n privado, dar la vuelta a medio planeta, hacer escala sin ser molestado en Tijuana, M¨¦xico (Estados Unidos ha desmentido que hiciera una parada tambi¨¦n en Atlanta), aterrizar en Santiago de Chile y, luego de pasar por la sala VIP del amable aeropuerto chileno, instalarse en una suite del Hotel Marriott.
Todo parece indicar que sin el esc¨¢ndalo que su presencia gener¨®, y muy en especial, la protesta de la candidata socialista a la presidencia de Chile, Michelle Bachelet, el ex dictador peruano Alberto Fujimori se hubiera salido con la suya. ?Cu¨¢les eran sus intenciones? Dif¨ªcil averiguarlo. No pod¨ªa entrar al Per¨², donde el Congreso de la Rep¨²blica lo hab¨ªa privado de los derechos civiles y donde lo esperaba la c¨¢rcel. ?Exiliarse en Chile, desde donde, con sus vastos recursos acumulados en los a?os que usurp¨® el poder, podr¨ªa desestabilizar el proceso electoral peruano? Felizmente, las autoridades judiciales de Chile ordenaron detenerlo. Ahora, entre las rejas doradas de un cuartel de la Gendarmer¨ªa, espera el fallo de los jueces que decidir¨¢n sobre una demanda de extradici¨®n que el Gobierno peruano debe presentar antes de dos meses. Aunque, en el Per¨², el ex dictador tiene 22 procesos por tr¨¢ficos, saqueo de los recursos p¨²blicos, complicidad con m¨²ltiples delitos, torturas y cr¨ªmenes contra los derechos humanos, s¨®lo podr¨¢ ser juzgado, en caso que Chile lo extradite, por los delitos que las leyes penales chilenas contemplan.
?Andan tan despistados los polic¨ªas y los funcionarios de fronteras de M¨¦xico y Chile para que un personaje archiconocido, pr¨®fugo de la justicia de su pa¨ªs y perseguido por la polic¨ªa internacional, se les escurra tan f¨¢cilmente, o el poder de corrupci¨®n de la mafia fujimorista, que, en los diez a?os de dictadura -1990-2000- perpetr¨® el m¨¢s espectacular pillaje del patrimonio nacional de la historia peruana, es capaz de pulverizar todas las barreras legales y las aduanas latinoamericanas? Los dos pa¨ªses han anunciado que investigar¨¢n lo ocurrido y sancionar¨¢n a los responsables. Ojal¨¢ sea as¨ª.
Todav¨ªa m¨¢s responsabilidad que la de aquellos pa¨ªses en este lastimoso episodio incumbe a Jap¨®n, por la protecci¨®n sistem¨¢tica que ha prestado a Fujimori desde que ¨¦ste, con el pretexto de asistir a un foro internacional en Brunei, fug¨® del Per¨² y envi¨® su renuncia a la Presidencia por fax al Congreso de la Rep¨²blica. No contento con negarse a extraditarlo, alegando que se trata de un s¨²bdito japon¨¦s, las autoridades de Tokio, a diferencia de las de Suiza, Estados Unidos y otros pa¨ªses, han cerrado todas las puertas a los pedidos de informaci¨®n del Gobierno del Per¨² sobre las remesas de las cuantiosas cantidades de dineros il¨ªcitos que Fujimori hizo al pa¨ªs de sus ancestros por el intermedio de su cu?ado, V¨ªctor Aritomi Shinto, a quien mantuvo estrat¨¦gicamente en el puesto de embajador del Per¨² en Tokio durante su Gobierno. Este personaje, tambi¨¦n pr¨®fugo de la justicia peruana, goza asimismo de un exilio espl¨¦ndido en Jap¨®n. Ahora, como si no le cupiera una importante dosis de complicidad en la ilegal traves¨ªa de Fujimori -le permiti¨® abandonar el pa¨ªs y se abstuvo de avisar a las autoridades de M¨¦xico y Chile del viaje del reo contumaz-, el Gobierno nip¨®n se ha lavado las manos, diciendo que su "s¨²bdito" debe ser tratado como un ciudadano normal y que conf¨ªa en la justicia de Chile. No parece haberse enterado, por lo visto, que, al presentarse en el aeropuerto de Chile con su pasaporte peruano, el ex dictador opt¨®, inequ¨ªvocamente, por la ciudadan¨ªa peruana al emprender su extra?a aventura. Ha hecho bien el Gobierno del Per¨² en retirar su embajador de Tokio para dejar sentada su irritaci¨®n por el injustificable proceder de Jap¨®n con quien cometi¨® tantos y tan abominables delitos mientras estuvo en el poder.
El primero de ellos, haber destruido mediante un golpe de Estado el sistema democr¨¢tico que, en 1990, lo llev¨® a la Presidencia de la Rep¨²blica, al que reemplaz¨® por una satrap¨ªa en la que ¨¦l, su brazo derecho Vladimiro Montesinos y una voraz pandilla de delincuentes se dedicaron a robar y, mediante el chantaje, la corrupci¨®n o el crimen, a suprimir toda forma de resistencia a las exacciones que perpetraban. Para dar siquiera una idea de la magnitud de los robos cometidos desde el poder por Fujimori y los suyos, basta se?alar algunas cifras. Hasta ahora el Per¨² ha conseguido repatriar, de bancos suizos, de bancos de Estados Unidos y de bancos mexicanos unos 173 millones de d¨®lares resultado de peculados y comisiones en agravio del Estado peruano. A estos dineros negros, debidamente comprobados por la justicia de los pa¨ªses que autorizaron la repatriaci¨®n, hay que a?adir unos 49 millones de d¨®lares m¨¢s que el Per¨² ha conseguido bloquear, en cuentas secretas de Panam¨¢ y otros pa¨ªses, vinculadas a la red de empresas fantasmas que el dictador y sus c¨®mplices regaron por medio mundo para borrar las huellas de sus operaciones il¨ªcitas, muchas de ellas vinculadas a los grandes carteles del narcotr¨¢fico, que, durante los a?os de la dictadura, gozaron poco menos que de extraterritorialidad en la Amazon¨ªa peruana. Estas sumas, de por s¨ª elevad¨ªsimas trat¨¢ndose de un pa¨ªs pobre como es el Per¨², son, claro est¨¢, apenas la punta del iceberg de las astron¨®micas sumas de dinero que el dictador y los suyos distrajeron del patrimonio nacional. S¨®lo en los ¨²ltimos meses, las autoridades peruanas detectaron 70 nuevas cuentas en Panam¨¢ abiertas por aliados, compinches y testaferros de Fujimori por las que se movi¨®, en los a?os de la dictadura, la formidable cantidad de 800 millones de d¨®lares.
Sin embargo, lo que deber¨ªa pesar sobre todo en la balanza de los jueces chilenos a favor de la extradici¨®n del pr¨®fugo ex dictador no son sus desfalcos, tr¨¢ficos y el enriquecimiento il¨ªcito, sino las atrocidades que se cometieron, por ¨®rdenes suyas o con su expl¨ªcita colaboraci¨®n, contra los derechos humanos en el decenio en que fue amo absoluto del pa¨ªs. Quien quiera conocerlas con cierto detalle s¨®lo tiene que consultar el riguroso trabajo que llev¨® a cabo la Comisi¨®n de la Verdad y Reconciliaci¨®n, integrada por personalidades independientes y presidi-da por el entonces rector de la Universidad Cat¨®lica de Lima, el prestigioso fil¨®sofo Salom¨®n Lerner.
La Comisi¨®n estableci¨® que el presidente Fujimori, su asesor Vladimiro Montesinos y altos funcionarios del Servicio de Inteligencia tuvieron "responsabilidad penal por los asesinatos, desapariciones forzadas y masacres perpetradas por el escuadr¨®n de la muerte denominado Grupo Colina". Esta pandilla, integrada por oficiales en activo de las Fuerzas Armadas, llev¨® a cabo, entre otras, la matanza de los Barrios Altos, un distrito de Lima, en la que un grupo de 15 vecinos, entre ellos un ni?o de ocho a?os, que celebraba una fiesta, fue asesinado a mansalva y otros cuatro malheridos porque un agente secreto hab¨ªa denunciado a los participantes como c¨®mplices de los terroristas de Sendero Luminoso (la denuncia result¨® ser falsa).
Otra de las siniestras haza?as del Grupo Colina fue el asesinato de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad Enrique Guzm¨¢n y Valle La Cantuta, a los que la inteligencia militar hab¨ªa sindicado como senderistas. Los diez fueron secuestrados, liquidados a balazos, incinerados y enterrados en unas fosas clandestinas, en un descampado en las afueras de Lima. Cuando el crimen se descubri¨® y se desenterraron los restos, se hall¨® que los huesos calcinados de las v¨ªctimas hab¨ªan sido ocultados en bolsas y cajas de zapatos.
La lista de los asesinatos individuales, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo senderista, pero, muchas veces, para silenciar a periodistas, sindicalistas o militantes pol¨ªticos adversarios de la dictadura, es muy numerosa. En ella figuran la desaparici¨®n del periodista Pedro Sauri y el asesinato del dirigente sindical Pedro Huillca, porque en estos casos hubo una movilizaci¨®n para denunciar lo sucedido. Pero, como se?al¨® el informe de la Comisi¨®n de la Verdad, fueron incontables los casos de hombres y mujeres humildes a los que la dictadura aniquil¨® luego de espantosas torturas en calabozos que, algunos de ellos, se hallaban en los s¨®tanos del Ministerio de las Fuerzas Armadas, y junto a los cuales hab¨ªa unos hornos potentes para volatilizar los cad¨¢veres. Centenares de personas, muchas de ellas inocentes, que cayeron en manos de aquel mecanismo homicida, desaparecieron de ese modo sin dejar el menor rastro.
Uno de los cr¨ªmenes m¨¢s horrendos de los a?os de la dictadura se plane¨® y ejecut¨® por decisi¨®n personal de Fujimori: las esterilizaciones forzadas que el dictador orden¨® se llevaran a cabo, a trav¨¦s de campa?as del Ministerio de Salud. Con el pretexto de vacunar a las poblaciones de las comunidades ind¨ªgenas y aldeas aisladas de los Andes, las brigadas enviadas por las autoridades sanitarias, esterilizaban masivamente a las mujeres, sin pedirles su parecer ni informarlas de lo que se hac¨ªa con ellas, a resultas de lo cual muchas perecieron desangradas o a causa de infecciones.
?No son estos ejemplos m¨¢s que suficientes para justificar la extradici¨®n de Alberto Fujimori al Per¨²? Desde luego que lo son. Es verdad que, a diferencia de otros pa¨ªses latinoamericanos, Chile tiene una s¨®lida tradici¨®n jur¨ªdica que la dictadura pinochetista no lleg¨® a prostituir del todo, pero hay, por desgracia, algunos casos recientes que ponen en tela de juicio la independencia y la competencia de los jueces chilenos en casos de extradici¨®n. Dos altos esbirros del fujimorismo, pr¨®fugos de la justicia peruana por delitos flagrantes de apropiaciones il¨ªcitas, corrupci¨®n y delitos contra el Estado, han obtenido all¨¢ el amparo de la justicia y disfrutan ahora de la hospitalidad chilena (y de sus botines mal habidos). ?Ocurrir¨¢ lo mismo con el reo contumaz? Esperemos que no y que, por una vez en la historia del Per¨², un ex dictador comparezca ante un tribunal a responder por sus fechor¨ªas.
? Mario Vargas Llosa, 2005. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2005.
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