Sentencia literaria para los nuevos tiranos
Un grupo de escritores latinoamericanos cuentan c¨®mo novelan la historia de las recientes dictaduras
En la memoria est¨¢n las novelas latinoamericanas que muestran las dictaduras desde el mismo centro del cual emana el despotismo: el hombre autoinvestido como salvador dispuesto a gobernar como sea; el tirano omnipresente en cada acto de su territorio; el predicador de miedos y violencia de vida malsana e insegura; la criatura imantada de soledades en su larga v¨ªspera de miseria; el d¨¦spota impotente e insaciable de ni?as v¨ªrgenes ansioso de eternidad, o el dictador cuyas ¨ªnfulas de semidi¨®s terminan en las entra?as de los gallinazos.
Ahora las formas de hacer memoria han cambiado. La literatura m¨¢s reciente sobre reg¨ªmenes de fuerza, de derecha o izquierda, se centra en las v¨ªctimas y las secuelas de su maquinaria. Aunque varios de esos personajes "est¨¢n vivos y siendo juzgados, y sus heridas frescas hacen que la realidad supere de verdad a la ficci¨®n", afirma la autora argentina Ana Shua.
"Hoy los dictadores son ex guerrilleros vestidos de Armani o aut¨®cratas plebiscitarios" (Benavides)
Nada es como antes. Ni en la Tierra ni en la literatura. "La novela sobre el dictador de los ¨²ltimos 40 a?os ha empezado a transfigurarse en relatos m¨¢s simb¨®licos, en las que el autoritarismo impregna toda la sociedad", asegura el periodista y escritor argentino Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. "Ya no hace falta nombrar al dictador. Basta con aludir a su herencia".
La fauna de dictadores atrabiliarios que llenaron las mejores p¨¢ginas de la literatura del boom -y tambi¨¦n la realidad- ha pasado a mejor vida, seg¨²n el peruano Jorge Eduardo Benavides, quien ha escrito sobre el periodo de Alberto Fujimori en La noche de Morgana y El a?o que romp¨ª contigo. "El escenario y los tiempos son otros y las influencias geopol¨ªticas son m¨²ltiples, lo que obliga a un modo distinto de narrar".
Lo que permanece es el ¨¢nimo de denunciar los atropellos en una tierra f¨¦rtil para los absolutismos. "No se ha quebrado la continuidad de aquella propuesta narrativa", insiste Benavides, "se ha diversificado, como se han diversificado nuestros gobernantes: antes eran toscos generalotes o patriarcas filantr¨®picos, y ahora son ex guerrilleros vestidos de Armani, aut¨®cratas plebiscitarios, locos megal¨®manos, delincuentes perseguidos por la Interpol".
Los dictadores hasta mediados de los ochenta, recuerda Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, "fueron una tragedia c¨®mica tanto en Espa?a como en Am¨¦rica Latina. Figuras pat¨¦ticas y sangrientas, pero tambi¨¦n risibles". Para el autor argentino, "las nuevas figuras autoritarias no alcanzan la categor¨ªa de tiranos, s¨®lo son criaturas de comedia". Lo que no ha impedido que varios hayan sido retratados en novelas sobre el PRI (La conspiraci¨®n de la fortuna, de H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn), el pinochetismo (Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel, o Nocturno de Chile, de Roberto Bola?o) o los Somoza (Sombras nada m¨¢s, de Sergio Ram¨ªrez). Un retrato de la historia pol¨ªtica del M¨¦xico del siglo XX, dominada durante 75 a?os por el PRI hasta comienzos de los a?os noventa, lo ha creado Carlos Fuentes en novelas recientes como Los a?os con Laura D¨ªaz y La silla del ?guila.
Un pozo negro que persiste, seg¨²n Benavides, y donde algunos narradores buscan la realidad de sus pa¨ªses; el boliviano Edmundo Paz-Sold¨¢n (El delirio de T¨¹ring) y el peruano Alonso Cueto (Grandes miradas). Porque, a?ade, "entienden que la literatura no s¨®lo es entretenimiento, sino tambi¨¦n riesgo y denuncia, en el sentido menos demag¨®gico de la palabra".
Las novelas actuales suelen centrarse en las v¨ªctimas. "Quiz¨¢s porque los dictadores recientes no han sido personajes complejos, capaces de provocar odio ni fascinaci¨®n, como los retratados por el boom, sino s¨®lo asesinos-ladrones m¨¢s o menos fan¨¢ticos, de personalidad un¨ªvoca", reflexiona Ana Shua. En Argentina, agrega, "casi no aparecen en las mejores obras que tratan el periodo, desde esa gran novela de no-ficci¨®n que es Recuerdos de la muerte, de Miguel Bonasso, hasta La pasi¨®n seg¨²n Mar¨ªa, de Carlos Chernov, editada este a?o". Igual situaci¨®n observa en Chile, donde trazar¨ªa un arco que va de Jos¨¦ Donoso con La desesperanza (1986) a Carlos Franz con El desierto (2005). Pero cita una excepci¨®n: Tengo miedo torero, de Lemebel, donde hay "un desopilante retrato de Pinochet y su mujer". ?Y Fidel Castro con 46 a?os en el poder? Para Huber Matos (que particip¨® en la revoluci¨®n que derroc¨® al dictador Fulgencio Batista en 1959, que estuvo preso 20 a?os en la isla, y que da su testimonio en C¨®mo lleg¨® la noche) es un r¨¦gimen que se traicion¨® hasta convertirse en lo que odiaba. "S¨¦ que algunos quedaron enamorados del sistema original porque lo ven en la distancia, pero la mayor¨ªa de intelectuales lo rechaza". Recuerda que muchos de sus compatriotas s¨®lo desde el exilio han podido escribir sobre la realidad cubana.
Los personajes envenenados de tics dictatoriales tambi¨¦n han sido llamados al juicio de la literatura. Fujimori y su hombre de confianza Vladimir Montesinos en Per¨² fueron novelados por Alonso Cueto en Grandes miradas. Los ha retratado en su vida cotidiana y abrumados por sus obligaciones y pensamientos triviales. "Con todo el poder que ten¨ªa, Montesinos era dominado por su amante Jacky mientras que Fujimori se convirti¨® en un hombre herm¨¦tico y desconfiado que encarcel¨® en el Palacio de Gobierno a su propia esposa. Recelaban el uno del otro. Viv¨ªan aislados, atemorizados y parad¨®jicamente su inmenso poder los hac¨ªa m¨¢s vulnerables", dice Cueto. Para ¨¦l, s¨®lo la novela concede la posibilidad de encontrar a los seres humanos desnudos y temblorosos detr¨¢s de la estatua de piedra de los dictadores. "El dictador es un ni?o apaleado que un d¨ªa encuentra un bast¨®n". Un ajuste de cuentas que, seg¨²n Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, a¨²n faltan por rendir "personajes irrisorios" como Carlos Menem y Hugo Ch¨¢vez, y el guatemalteco R¨ªos Montt.
Como dijo Augusto Roa Bastos (autor de Yo el Supremo, inspirado en el dictador paraguayo Jos¨¦ Gaspar Rodr¨ªguez de Francia), Am¨¦rica Latina refleja en la literatura el tema de las dictaduras no s¨®lo como un estereotipo "sino como una pulsi¨®n muy fuerte en la interioridad de nuestros pueblos que luchan justamente contra esa reviviscencia del poder absoluto".
De Tirano Banderas a El Chivo
El tema del dictador fue abordado por casi todos los principales escritores de Am¨¦rica Latina del siglo XX que crearon obras memorables. Aunque fue el espa?ol Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n quien abri¨® la puerta de un tema que se convertir¨ªa en un subg¨¦nero de prestigio para los autores latinoamericanos. Lo hizo en 1926 con Tirano Banderas, como resultado de su viaje al M¨¦xico que viv¨ªa a comienzos de siglo pasado continuas insurrecciones y los abusos cometidos contra el pueblo. El tema era inevitable en un continente que parece f¨¦rtil a las dictaduras militares y civiles, y por largos a?os: Argentina (Manuel Rosas), Paraguay (Jos¨¦ Gaspar Rodr¨ªguez de Francia y Alfredo Stroessner), Bolivia (Mariano Melgarejo y Hugo Banzer), Per¨² (Manuel Odr¨ªa y Juan Velasco Alvarado), Colombia (Gustavo Rojas Pinilla), Venezuela (Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez), M¨¦xico (Porfirio D¨ªaz), Rep¨²blica Dominicana (Rafael Le¨®nidas Trujillo) y Hait¨ª (Fran?ois Duvalier). Autocracias concretas o simb¨®licas reflejadas en libros y por autores ya cl¨¢sicos como Alejo Carpentier (El recurso del m¨¦todo), Miguel ?ngel Asturias (El se?or presidente), Augusto Roa Bastos (Yo el Supremo), Arturo Uslar Pietri (Oficio de difuntos), Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez (El oto?o del patriarca) y Mario Vargas Llosa (Conversaci¨®n en La Catedral y La fiesta del Chivo).
Babelia
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