Mala imagen
"La din¨¢mica de la demanda de los pobladores actuales del barrio, b¨¢sicamente inmigraci¨®n de origen magreb¨ª y subsahariana, est¨¢ dando muy mala imagen". Por lo tanto, en adelante se prohibir¨¢ abrir cualquier establecimiento p¨²blico imaginable que pueda sonar a morer¨ªo o a negritud. Y es que lo contrario resultar¨ªa tan absolutamente intolerable que los grupos pol¨ªticos han resuelto, un¨¢nimes en su compartido rechazo, impedir la nueva implantaci¨®n de locales abiertos a semejante p¨²blico, sean destinados a usos "comerciales", "socioculturales" o de "restauraci¨®n". En particular, la lista de usos socioculturales hiela la sangre: "comprende", dice el infame texto que vengo transcribi¨¦ndoles, "las actividades culturales, recreativas y de relaci¨®n social, las que guardan relaci¨®n con la creaci¨®n personal y art¨ªstica, y las de car¨¢cter religioso". Y por si no les hubiera quedado suficientemente claro, remata: "Se incluyen, por tanto, casas de cultura, centros sociales, bibliotecas, casinos, salas de arte y de exposici¨®n, etc¨¦tera, as¨ª como las iglesias, templos, capillas, centros parroquiales, conventos y similares".
Si la forma de afrontar la inmigraci¨®n es prohibir, nos acercamos al borde del abismo, al m¨¢s grosero de los racismos
Esta salvajada ha sido aprobada en un municipio catal¨¢n, Banyoles, que cualquier d¨ªa de ¨¦stos podr¨ªa declararme persona no grata. Y lo ha sido, insisto, no ya por el 90% de sus mun¨ªcipes, sino por todos ellos, reunidos en democr¨¢tico pleno. En Banyoles, acaban de descubrir que, como en Fuenteovejuna, o todos o nadie, pues a la hora de descastar culturalmente un barrio de la ciudad, aqu¨ª no se libra nadie. Esta gente, entre exasperada y enloquecida por contar ya con el 17% de poblaci¨®n inmigrada, ha decidido de pronto comportarse como guardabosques. Alguien deber¨ªa hacer algo, creo yo, pero no pienso esperar a que suceda, pues no quiero irme de este mundo ni tener que hacerlo de este pa¨ªs -que es el m¨ªo- sin dejar dicho que con estas cosas no se juega: la primera noticia de la "modificaci¨®n puntual del texto refundido del Plan General de Ordenaci¨®n Urbana de Banyoles para la regulaci¨®n de usos en el barrio de la Farga", aprobada el pasado 14 de noviembre, me la dio, beat¨ªfica, la televisi¨®n del Gobierno, y su objetivo, dec¨ªan sus entusiastas locutores, es cortar de ra¨ªz la posibilidad de que el barrio se consolide como un gueto. ?De verdad? Ni en broma, vamos: la ordenanza no proh¨ªbe que los vecinos del barrio se concentren por etnias; s¨®lo pretende impedirles, f¨ªjense bien, manifestar p¨²blicamente su identidad colectiva, se?alizarla por cualquier medio: un magreb¨ª o un subsahariano reci¨¦n llegados podr¨¢n habitar el barrio, naturalmente, pero siempre que renuncien a emprender las actividades p¨²blicas -comerciales, religiosas o culturales- que les identifican como miembros de sus respectivas comunidades de origen. Que vivan ah¨ª si lo desean, pero que no se les vaya a ocurrir se?alizar su estilo de vida, su cultura o sus h¨¢bitos indumentarios y alimentarios con un nuevo local. Si quieren comprar cosas, que vayan al centro hist¨®rico de la ciudad y, en todo caso, confiesa la est¨®lida y farragosa ordenanza de marras, "encontramos en el barrio (de la Farga) diversas actividades de servicios, comerciales y bares. Existe tambi¨¦n un conjunto de actividades ligadas a la procedencia de la inmigraci¨®n extranjera, como tres locutorios, tres carnicer¨ªas isl¨¢micas y cuatro comercios de alimentaci¨®n general de pa¨ªses africanos. Sin embargo, hay que decir en este sentido que en el frente opuesto del barrio de la avenida de la Farga se ha consolidado el polo comercial del sector alimentario m¨¢s importante de la ciudad, por lo cual el propio sectorya tiene perfectamente cubierto su comercio de proximidad". Acab¨¢ramos: ?para qu¨¦ han de seguir abriendo, magreb¨ªes y subsaharianos, sus propias tiendas si ya pueden ir a comprar al h¨ªper de los blancos? Observen que hasta la perversi¨®n se reduce al absurdo, pues como la prohibici¨®n alcanza a los templos, por la misma regla de tres se podr¨ªa decir que los interesados, de religi¨®n musulmana o animista, podr¨ªan ir a rezar a la parroquia cat¨®lica m¨¢s pr¨®xima, que alguna habr¨¢.
Si lo que les acabo de contar no es el m¨¢s grosero de los racismos, que venga Dios y lo vea. Llevo tiempo intentando llamar la atenci¨®n sobre el reto que la inmigraci¨®n supone para este pa¨ªs. Pero si muchos empiezan a creer que la forma de afrontarlo consiste en prohibir las peluquer¨ªas africanas o las tiendas de especias -por no hablar de los centros culturales o de los templos-, es que estamos llevando al pa¨ªs mismo al borde del abismo, al m¨¢s grosero de los racismos, a la m¨¢s sangrante de las discriminaciones.
Hay, en efecto, dos tipos de regulaciones sospechosas de racistas: aquellas que expresamente pretenden situar en desventaja a un grupo ¨¦tnico -como la proyectada ordenanza de Banyoles- y aquellas otras neutrales en apariencia, pues no hablan de razas, pero cuya aplicaci¨®n afecta desproporcionadamente a alguna de ellas, como ser¨ªa el caso de un reglamento que exigiera, por ejemplo, superar una prueba de conocimiento de habilidades verbales y ling¨¹¨ªsticas para ingresar en la polic¨ªa. Las primeras resultan particularmente odiosas y s¨®lo son v¨¢lidas si superan el m¨¢s riguroso de los cedazos. Pero no se me ocurre ninguna raz¨®n para defender este desaguisado: si pasamos por esto, habremos hecho algo mucho peor que dar mala imagen. Nosotros, no ellos.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil de la Universidad Pompeu Fabra
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