La trama de una obsesi¨®n
La nueva novela de Fernando Mar¨ªas ofrece m¨¢s o menos el mismo repertorio tem¨¢tico respecto a la anterior, Invasor (Destino). Y mantiene intacta esa inclinaci¨®n del autor por las tramas enmara?adas, hipoteca al servicio casi siempre de una idea suya de la novela, la cual parece, seg¨²n el autor de El ni?o de los coroneles (premio Nadal 20001) , ha de reunir acci¨®n, intriga y reflexi¨®n. El mundo se acaba todos los d¨ªas nos cuenta la historia de un dibujante de c¨®mic y de su debilidad por los excesos et¨ªlicos y su obsesi¨®n enfermiza por una presentadora de televisi¨®n muy famosa. Este dibujante un d¨ªa lee el diario personal de la presentadora, diario, que aprovechando el tir¨®n de la fama, la presentadora publica. No creo que deba informar m¨¢s al lector de la trama. He apuntado lo b¨¢sico. Una obsesi¨®n (m¨¢s un motivo literario sobradamente conocido como el del doble), una figura muy representativa de nuestra ¨¦poca como es una presentadora televisiva. Pero Fernando Mar¨ªas no le saca todo el provecho novel¨ªstico que esta combinaci¨®n exig¨ªa. No hay manera de emocionarse. Y no es porque su autor no le haya puesto ganas. Sencillamente lo que ocurre es que apura tanto sus tramas que ¨¦stas van rozando siempre lo inveros¨ªmil. Ya le ocurri¨® en Invasor. Quiero citar dos ejemplos de desprolijidad en la redacci¨®n y en la construcci¨®n de una situaci¨®n. Se dice en la novela (aparte de escribir "cambio clim¨¢tico" refiri¨¦ndose a un cambio repentino de tiempo atmosf¨¦rico): "Me encontraba esperando el tren... Lo habitual era viajar en coche o avi¨®n, y no recuerdo qu¨¦ circunstancia hab¨ªa determinado lo contrario en este caso concreto". Qu¨¦ quiere decir "lo contrario". ?Viajar en tren es lo contrario de hacerlo en avi¨®n o en coche? Paso a la situaci¨®n: la coprotagonista de la novela se cita con el narrador para ir a comer. Pero ella no puede porque debe viajar inmediatamente a Barcelona. Ya mismo debe coger un avi¨®n. La coprotagonista invita entonces al narrador a viajar juntos, ser¨¢n dos o tres d¨ªas. Y viajan. Aqu¨ª Fernando Mar¨ªas exige tanto al lector, que ni la m¨¢s laxa teor¨ªa de la elipsis hace cre¨ªble que alguien viaje a otra ciudad sin coger ropa para tantas horas fuera de su domicilio. Resulta curioso que el narrador alegue s¨®lo no tener tarjetas ni dinero en ese momento (y de aqu¨ª se desprende, por cierto, que si iban a comer, el amante esperaba que pagara ella). La elipsis hubiera sido cre¨ªble si, por ejemplo, la cita de los amantes se hubiera producido en la casa de uno de los dos. Aunque lo parezca, esto no son minucias. El arte y la carpinter¨ªa deben ir siempre juntos.
EL MUNDO SE ACABA TODOS LOS D?AS
Fernando Mar¨ªas
Algaida. Sevilla, 2005
298 p¨¢ginas. 19,50 euros
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