Hablemos de los peces gordos
A las seis en punto de la tarde, los 45.000 peces y mam¨ªferos marinos del Oceanogr¨¤fic recobramos nuestra intimidad, y no toda. En contra de lo que parece, tenemos una jornada laboral agotadora. Ocho horas seguidas para amenizar e instruir a un p¨²blico muy diverso. Desde ni?os a ancianos. Pero cuando llegan las seis de la tarde nos dejan por fin solos.
?Aguantar¨ªa usted tantas horas delante de gentes que no paran de sacarte fotos y v¨ªdeos? Adem¨¢s, muchas personas te dicen cosas. Y no siempre est¨¢s de humor para o¨ªr comentarios que te preocupan. Por ejemplo, un se?or dijo ayer que la entrada es demasiado cara, pag¨® m¨¢s de veinte euros. ?Por qu¨¦ los valencianos no pod¨ªan visitarnos gratis? Dijo que todas estas obras ya las hab¨ªan pagado de sobra con los impuestos. Y esto me hizo temer por nuestro futuro. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si faltara el dinero y no pudieran depurar como es debido estos 42 millones de litros de agua en los que vivimos? Ser¨ªa el fin. Me gustar¨ªa decirle a ese se?or que nosotros, los peces, no fijamos los precios de las entradas.
Mientras los comensales devoran at¨²n al horno, a su alrededor desfilan cientos de jureles y de sardinas
El p¨²blico aplaude por igual a los que est¨¢n deprimidos y a los que est¨¢n ¨²nicamente resignados
Pero tambi¨¦n quiero que sepan que estamos satisfechos de los cuidadores. Nos tratan muy bien y llegan a hacernos olvidar que son nuestros carceleros. A los m¨¢s d¨¦biles y vulnerables nos separan de los reclusos verdaderamente peligrosos. Sabemos que est¨¢n cerca, pero nos sentimos a salvo en esta prisi¨®n acu¨¢tica de alta seguridad donde, por otra parte, lo m¨¢s pesado es que nos aburrimos como ostras. Por cierto ?hay ostras fuera del lujoso restaurante submarino? No lo s¨¦. Dicen que ese restaurante es algo digno de verse. Es caro. No sales por menos de 60 o 70 euros por cabeza. Pero hay lista de espera. Mientras los comensales devoran at¨²n al horno, a su alrededor y casi roz¨¢ndoles el plato, desfilan cientos de jureles y de sardinas impulsados por r¨¢fagas de aire que les hacen correr como locos. Eso anima mucho las comidas de negocios, por lo general serias y demasiado tensas. La clase pol¨ªtica frecuenta mucho este restaurante. Sin ir m¨¢s lejos, el jueves pasado vimos mano a mano a dos peces gordos, los se?ores Cotino y Valdivieso, el consejero de Agricultura y Pesca y el ex director general de la Guardia Civil. Por la noche tocan el piano y los peces bailan. Algunos lo hacen muy amartelados. Se ponen cachondos. Y entonces puedes esperar cualquier cosa. Lo hacen todo a la vista. La primera vez que estuvo Rita Barber¨¢ y sac¨® esa voz de trueno que le sale de las agallas, la palmaron de golpe dos jureles. Empezaron a soltar escamas en las mismas narices de la alcaldesa, pegaron un coletazo contra el cristal, y fallecieron. Pero do?a Rita no se enter¨®. Muchas cosas que suceden aqu¨ª s¨®lo las sabemos los internos. Ni siquiera llegan a o¨ªdos de Greenpeace.
A nosotros, que representamos 500 especies diferentes de peces e invertebrados de medio mundo, nos seleccionaron en una Operaci¨®n Triunfo que se mantuvo en secreto. Fueron pruebas muy duras. Pero ahora s¨®lo estamos aqu¨ª los mejores. Los ¨²nicos que sabemos ocultar nuestro cansancio y fingir felicidad. F¨ªjese, si no, en los delfines. ?Ha visto c¨®mo lanzan al aire a los cuidadores y cuidadoras vestidos con sus trajes de neopreno? Nadie dir¨ªa que est¨¢n hartos de repetir ese espect¨¢culo varias veces al d¨ªa. El p¨²blico aplaude por igual a los que est¨¢n deprimidos y a los que est¨¢n ¨²nicamente resignados.
Nuestra felicidad es seguir como estamos, cada especie en su sitio y llev¨¢ndonos lo mejor posible con los compa?eros. El colmo de la desdicha ser¨ªa un accidente en los t¨²neles y tuber¨ªas, de las que hay 25 kil¨®metros enterradas ?Se imagina una foca en las fauces de un tibur¨®n? Yo s¨ª. Como tambi¨¦n me imagino al se?or Barrachina, due?o del restaurante submarino, entreg¨¢ndonos a sus cocineros como quien no hace la cosa. Las malas lenguas dicen que cuando vino Zaplana a comer le dieron un pez llamado ¨¢ngel Isabelita y no se dej¨® en el plato ni la raspa. A Zaplana se le teme mas que a nadie entre la poblaci¨®n reclusa. Ese se?or nada en todas las aguas, tambi¨¦n en las m¨¢s turbias. Es m¨¢s peligroso que un tibur¨®n toro.
Lo m¨¢s sobresaliente de esta Ciudad de las Artes y las Ciencias son los dos edificios del Oceanogr¨¤fic obra del genial arquitecto F¨¦lix Candela. Mucha gente cree que tambi¨¦n los hizo Calatrava. Pues no. Estos dos nen¨²fares de concreto y de acero perdurar¨¢n m¨¢s tiempo que los mastodontes de don Santiago, que a fin de cuentas copi¨® a su maestro Candela, se?or republicano que vivi¨® y muri¨® dignamente en el exilio.
Y ahora, dado que se hizo algo tarde, le dejo a usted que inicie su recorrido. Por favor no revele mi identidad. Como pez an¨®nimo, debe considerarme ante todo una fuente fiable que no desea tener problemas.
Me alejo, pues, del gigantesco acuario del Mar Rojo despu¨¦s de bajar y subir los 32 escalones que separan este original escenario de la superficie. Un inv¨¢lido al que le faltan las dos piernas pregunta a la empleada si lo pueden bajar por rampa o ascensor. La empleada dice que todo est¨¢ previsto. Primero ascensor y despu¨¦s rampa. Una pareja con su beb¨¦ en el cochecito hace la misma pregunta pero esta vez la empleada sugiere que ellos bajen a pie y le dejen al ni?o a su cuidado. Un se?or de Valladolid comenta al terminar el espect¨¢culo de los delfines que le ha sabido a poco. Deber¨ªa durar el doble, y no solo 20 minutos. Porque este se?or vino en grupo desde Benidorm, donde pasa tres semanas con otros jubilados por cuenta del Inserso, y cree que ya no podr¨¢ repetir la excursi¨®n. Los delfines, dice, son mucho m¨¢s inteligentes que Zapatero y que Rajoy juntos. Tambi¨¦n m¨¢s simp¨¢ticos.
Despu¨¦s, en el ?rtico, me reciben belugas blancas chillando como locas. Una se?ora de 50 a?os dice que es muy injusto que ella no sepa nadar como estos bichos que, adem¨¢s, tienen un instinto maternal muy superior al suyo. Los ping¨¹inos del Ant¨¢rtico lograron reproducirse en el cauce del Turia en abril del 2001 con el nacimiento de una cr¨ªa que ser¨ªa bautizada con el nombre de Fredol¨ª. Nunca antes me pasaron a dos palmos de la cabeza tiburones toro sac¨¢ndome los dientes como si obedecieran a su ortodoncista particular. En el t¨²nel que mide 70 metros y une Canarias y Bermudas se producen atascos de p¨²blico pero tambi¨¦n de peces. Al final confundes qui¨¦nes son una cosa y qui¨¦nes otra. Por fin pasas de los templados a los tropicales y aqu¨ª encuentras al ¨¢guila lobo, al inofensivo y peque?o tibur¨®n cornudo, a los pepinos californianos y tambi¨¦n a ese pez conocido como el cara de vaca que se parece mucho a los fantasmas.
jicarrion@terra.es
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