Piratas y astronautas
Cuando miras la carta del Atl¨¢ntico Sur y ves el rumbo, parece que, en vez de a Sur¨¢frica, vayamos al otro lado, a Argentina. Te da la sensaci¨®n de que est¨¢s haciendo un rodeo in¨²til, un arco de cientos de millas sin sentido. Y es que el gran anticicl¨®n que cubre gran parte de este oc¨¦ano ha cortado el paso desde los tiempos remotos a los veleros que hac¨ªan esta ruta. El anticicl¨®n de Santa Helena, al cual da nombre la famosa isla donde Napole¨®n fue encarcelado, desv¨ªa las borrascas al Sur o al Norte y en un radio de casi 1.500 millas dominan las encalmadas.
El Ecuador lo pasamos sin ninguna ceremonia en honor de Neptuno, en contra de la tradici¨®n, porque todos los del Ericsson lo hab¨ªamos hecho varias veces o muchas, pues creo que ¨¦sta es mi 13?. Las calmas ecuatoriales, los doldrums en ingl¨¦s, nos tuvieron un d¨ªa jugando al gato y el rat¨®n con sus nubes negras cargadas de agua y de vientos que var¨ªan constantemente de direcci¨®n e intensidad para luego dejarte sin ¨¦l por horas. Una especie de juego psicol¨®gico entre la naturaleza y nosotros del que siempre salimos perdiendo. Por fin, vemos en el horizonte un claro, que es la salida a los alisios del Atl¨¢ntico Sur, donde encontraremos vientos m¨¢s constantes.
Despu¨¦s de pasar el paradis¨ªaco archipi¨¦lago de Fernando de Noronha, unas islas protegidas ecol¨®gicamente por el Gobierno brasile?o, hemos sumado puntos a nuestra clasificaci¨®n, ya que ¨¦ste era uno de los puntos obligados de paso por la organizaci¨®n de la Volvo Ocean Race, una especie de meta volante puntuable. El barco ABN Amro lo ha hecho en la primera posici¨®n y nosotros en la segunda, seguidos de cerca por el Brasil 1. Este barco y el otro ABN nos hemos estado viendo en los ¨²ltimos tres d¨ªas, despu¨¦s del paso del Ecuador.
Despu¨¦s de once d¨ªas viviendo en esta especie de cueva, mitad de trogloditas y mitad de ciencia ficci¨®n, parece que hayas nacido aqu¨ª. El cuerpo se habit¨²a a los horarios entrecortados de dormir, al esfuerzo f¨ªsico, a la comida liofilizada... Es dif¨ªcil de explicar a la gente que no conoce c¨®mo son las regatas oce¨¢nicas el ritmo de vida normal en este tipo de competiciones, pero, por dar un ejemplo, pasas de estar dormido en una colchoneta colgante a darle a un winche [molinillo], que produce una fuerza de hasta diez toneladas, en cuesti¨®n de minutos.
Entrar en el interior del barco significa ir a descansar o a comer. El resto se hace en cubierta. Algunos ni utilizan el retrete de carbono que hay en el interior y lo hacen al fresco, sacando el culo por la borda. ?sta es la parte de trogloditas. Por otro lado, cuando llevas el tim¨®n o los trimmers [los que ajustan las velas] del Ericsson, visualizas ocho pantallas multifunci¨®n con d¨ªgitos que cambian cuatro veces por segundo, lo que significa que pasan por tu cerebro 115.000 d¨ªgitos en una hora. ?sta es la parte t¨¦cnica y cient¨ªfica de este mundo mitad de piratas (nuestro aspecto f¨ªsico empiza a ser deplorable), mitad de astronautas (comemos la misma comida, vestimos materiales semejantes y utilizamos sofisticados programas de navegaci¨®n y comunicaci¨®n v¨ªa sat¨¦lite).
Las tensiones de las escotas y las drizas son tan grandes que cada vez que se trima una vela se oye en el interior un estallido equivalente al que pueda hacer un petardo de ¨¦sos que dan miedo. Esto ocurre cada dos o tres minutos y el material de carbono del que est¨¦ construido el barco hace de caja de resonancia multiplicando su efecto por diez. En fin, una delicia. Por eso, cuando alg¨²n desconocedor de esto me dice que le gustar¨ªa hacer un viaje de ¨¦stos, pienso para m¨ª mismo la poca idea y la cara que pondr¨ªa cuando se encontrara en medio del fregado y cuando cayera exhausto en la colchoneta y se despertara pensando que est¨¢ en medio del bombardeo de Pearl Harbour.
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