Salas X
Si ahora pas¨¢is unas cuantas p¨¢ginas de El Pa¨ªs y os situ¨¢is en la cartelera, puede que teng¨¢is la misma impresi¨®n que yo. Est¨¢n todos los cines de Madrid. Los de la capital y los de los pueblos. Los de versi¨®n original subtitulada y los de doblada. Los palomiteros y dos o tres antipalomiteros. Est¨¢n las salas en que los espectadores permanecen sentados con sus gafas de pasta coloreada hasta que se agota la ¨²ltima letra peque?a de los t¨ªtulos de cr¨¦dito, y esos otros en que se entra a merendar con los brazos llenos de nachos calientes nadando en salsa y sprites con doscientos hielos, que acaban convirtiendo los vasos en maracas a mitad de la pel¨ªcula. Antes, antiguamente, com¨ªamos menos en los cines porque el olor a ozonopino ya nos llenaba bastante. A lo sumo apetec¨ªa fumar para ir creando una cierta atm¨®sfera personal.
Pero a lo que vamos, entre el santuario de la Filmoteca y los Alcal¨¢ Multicines, hay que saltar sobre las dos ¨²nicas salas X de Madrid. Es un apartado de cines sin nombre. Se llaman X, y punto. ?Por qu¨¦ se habr¨¢ elegido esta letra? La equis es la inc¨®gnita que hay que despejar, pero en estas pel¨ªculas el argumento no es que reserve muchas sorpresas que digamos. Antes, en los primeros tiempos de transici¨®n, se clasific¨® como S a lo m¨¢s fuerte de nuestras pantallas, quiz¨¢ por las suaves curvas de la letra. Pens¨¢ndolo bien tal vez sea la consonante m¨¢s sensual del alfabeto, aunque pens¨¢ndolo mejor la V tambi¨¦n tiene lo suyo. Claro que la X parece dos uves unidas por el v¨¦rtice, y adem¨¢s hay un cruce clar¨ªsimo de palotes. Concavidades, palotes, se le puede ir encontrando sentido. Ahora bien, no s¨¦ por qu¨¦ se llama G al punto G cuando siguiendo la l¨®gica del asunto tendr¨ªa que llamarse punto X. Ese punto X, que a veces es una verdadera inc¨®gnita. Tambi¨¦n habr¨ªa servido muy bien la O. Bueno, para la O no tengo palabras. Es el Nacho Vidal de las vocales. Alguna de sus cualidades consiste en que no es tan abierta (articulatoriamente hablando) como la A, ni tan cerrada como I,U. Y adem¨¢s es el sonido m¨¢s repetido en el nombre de la revista Cosmopolitan, lo que dice mucho a su favor.
Pero a lo que vamos, porque si no esto se va a convertir en una clase de fon¨¦tica. Las salas X, esos templos oxidados del porno rudo, sobreviven agazapados en los alrededores de la puerta del Sol y de la Plaza Tirso de Molina, en una zona un poco atemporal, llena de comercios antiguos y gente de todas partes del mundo pasando a todas horas. Precisamente, la hora a la que abren estos establecimientos del sexo irreal los convierten en m¨¢s irreales todav¨ªa. Las diez y media de la ma?ana, cuando los comerciantes chinos de la zona cargan y descargan sus mercanc¨ªas, los estudiantes se dirigen a sus clases y los carritos de la compra trastabillan en los adoquines. Los coches le pitan a una furgoneta mal aparcada, mientras otros desayunan en las barras de los bares. Entonces alguien cruza la calle y se mete en esta especie de catacumba del s¨¦ptimo arte y del s¨¦ptimo sexo. Me pregunto c¨®mo podr¨¢n mantenerse estos cines con tama?o de ministerio. Y una vez dentro, ?vender¨¢n palomitas? ?tendr¨¢n el supercombo? Acaso no haya para que el espectador no se distraiga y permanezca concentrado en la pel¨ªcula, como en los Alphaville. ?Habr¨¢ d¨ªa del espectador? ?Estar¨¢n tapizadas de pl¨¢stico las butacas?
?Qui¨¦n se toma todav¨ªa la molestia de ir hasta all¨ª teniendo en casa televisi¨®n, v¨ªdeo, DVD, Internet? La vida ha cambiado tanto desde hace treinta a?os para ac¨¢ que los porn¨®grafos se han modernizado, han salido al aire libre, han dejado volar la imaginaci¨®n y se han organizado hasta el punto de montar seminarios y talleres creativos. As¨ª que no se puede dejar de pensar que son unos nost¨¢lgicos, incluso un punto rom¨¢nticos, los que se empe?an en mantener estas reliquias del gusto m¨¢s recio y m¨¢s nuestro. M¨¢s a¨²n, tendr¨ªan que ser subvencionados por la Comunidad de Madrid dichos espacios y quienes acuden a ellos porque no dejan de ser parte de nuestra memoria colectiva y un monumento a nuestro lado m¨¢s rancio y vulgar, que, no nos enga?emos, se sigue cultivando por todas partes. Personalmente la pornograf¨ªa en Internet me parece mucho m¨¢s s¨®rdida y asquerosa que esta otra que exige cierta ceremonia. Salir de casa, pagar una entrada, saludar, recorrer los pasillos de la X, que conducen al profundo hueco de la butaca y luego atenerse a las leyes que imperen en la sala. Como salir a jugar al mus.
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