Siete testigos explican al tribunal que juzga a Maeso c¨®mo son las secuelas del contagio por hepatitis C
"Me qued¨¦ sin fuerzas, perd¨ª el apetito, antes me lo hac¨ªa yo todo... desde entonces no. No pod¨ªa salir, no pod¨ªa andar". "Yo nadaba, hac¨ªa gimnasia, llevaba mi negocio, era superactiva y de pronto, me tuve que quedar en casa. He tenido una depresi¨®n tremenda, tres intentos de suicidio, tuvimos que cambiarnos de casa, buscar un primero para poder subir las escaleras si se estropeaba el ascensor. Soy un trapo. No valgo para nada. Este hombre me ha destrozado". "Me arreglaron el h¨ªgado, pero me estropearon la cabeza. Con el tratamiento, me romp¨ª, tengo bajones". Son tres de los siete testimonios que ayer escuch¨® el tribunal de la secci¨®n segunda de la Audiencia de Valencia, tres de las historias de la primera sesi¨®n de comparecencias de afectados por el contagio masivo del virus de la hepatitis C en cuatro hospitales valencianos por el que se juzga al anestesista Juan Maeso.
"Me arreglaron el h¨ªgado, pero me estropearon la cabeza", dijo un contagiado
La sala escuch¨® siete historias, seis de ellas en primera persona. Maeso, tambi¨¦n. Con ellas, cada afectado trat¨® de acercar al tribunal a las distintas situaciones de afectaci¨®n y de evoluci¨®n de la enfermedad. El presidente del tribunal, Jos¨¦ Andr¨¦s Escribano, limit¨®, de acuerdo con el fiscal, la difusi¨®n p¨²blica de las identidades de los afectados que ayer comparecieron, medida que qued¨® extendida para las sucesivas sesiones hasta que se completen las testimoniales de los 276 contagiados (o familiares que los representen en los cuatro casos de fallecimiento).
Cuatro mujeres y tres hombres relataron ayer c¨®mo el positivo a la hepatitis C ha cambiado su vida, en uno de los casos la de su padre ya fallecido. Fue coincidente en sus relatos la sorpresa del contagio, el asombro de haber contra¨ªdo la enfermedad en un quir¨®fano, la lesi¨®n an¨ªmica, la dependencia farmacol¨®gica. El tribunal vio ayer los primeros rostros de las carpetas a las que hasta ahora en cada sesi¨®n las partes se hab¨ªan referido como piezas separadas. De los 37 a?os a los 88 a?os, con capacidad para trabajar y con invalideces absolutas, con otras enfermedades asociadas o s¨®lo con la afecci¨®n hep¨¢tica del virus, con una familia cuya existencia ha obligado a medidas de asepsia en la convivencia diaria o sin descendencia obligada por el riesgo de transmisi¨®n de la hepatitis C. Esas fueron algunas de las formas de vida que un virus supuestamente coincidente con el de Maeso llev¨® ayer a sus protagonistas ante el tribunal.
De todos los que ayer relataron su enfermedad, cuatro reconocieron a Juan Maeso. "S¨ª, est¨¢ aqu¨ª. Es ese se?or de ah¨ª, el del medio". Identificaban al anestesista sentado a su derecha entre los dos letrados que le defienden. "Lo vi en el quir¨®fano, s¨ª. Y no se me borr¨®", dijo una de las afectadas. Y varios recordaron el d¨ªa que se cruzaron con ¨¦l por una artroscopia, por una adenopat¨ªa o por una intervenci¨®n de ves¨ªcula. Que era amable, que les daba conversaci¨®n -incluso de f¨²tbol record¨® un testigo que hablaron mientras le aplicaban una epidural-, que les ilustraba en el monitor sobre lo que estaba haciendo el cirujano son algunos de los detalles que conservan en la memoria. Dos personas no s¨®lo no lo recordaban sino que se enteraron de que ¨¦l hab¨ªa sido el anestesista porque al conocerse en febrero de 1998 un contagio que inicialmente afectaba al hospital Casa de Salud de Valencia acudieron a hacerse anal¨ªticas y dieron positivo.
Los testigos explicaron c¨®mo les hab¨ªa costado psicol¨®gicamente aceptar desde que conocieron el contagio que su vida social no iba a ser la misma - "no poder un tomar un vino con los amigos parece una frivolidad, pero no lo es", dijo uno- y que algunas cosas de su vida familiar cambiar¨ªan -otro relat¨® que hac¨ªa deporte con su hijo de 14 a?os y no pudo seguir el ritmo- y manifestaron su intenci¨®n de reclamar la indemnizaci¨®n que les pudiera corresponder.
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