La ¨®pera italiana se arruina
El Gobierno de Berlusconi recorta las ayudas a los teatros l¨ªricos, que sufren p¨¦rdidas millonarias

El teatro de La Scala es una de las instituciones italianas m¨¢s c¨¦lebres en el mundo. Tambi¨¦n es una de las m¨¢s ruinosas: en cinco a?os ha acumulado unas p¨¦rdidas superiores a los 41 millones de euros y ha invertido m¨¢s de cien en restaurar su vieja sede y en crear un segundo teatro, el Arcimboldi, de dudosa utilidad. Los problemas de La Scala, aunque especialmente graves, son compartidos por casi todos los teatros l¨ªricos de Italia, que inician esta semana la temporada oper¨ªstica bajo el peso de una enorme deuda. En el ¨²ltimo quinquenio, los teatros de ¨®pera registraron p¨¦rdidas globales superiores a los 130 millones de euros. El ejercicio de 2006 se prev¨¦ a¨²n peor que los anteriores, porque las subvenciones p¨²blicas han seguido reduci¨¦ndose y los costes no han bajado.
Italia no puede seguir sosteniendo un sector art¨ªstico de gran prestigio pero escasa repercusi¨®n popular
Existen excepciones a la crisis: el Regio Parma y, sobre todo, el Teatro de la ?pera de Roma
La crisis es general y se extiende a todos los ¨¢mbitos. Los m¨²sicos y el personal t¨¦cnico est¨¢n hipersindicalizados, cobran en promedio un 10% m¨¢s que en el Reino Unido o Alemania y pierden productividad en cada temporada, seg¨²n Walter Vergnano, superintendente del Regio de Tur¨ªn y presidente de la Asociaci¨®n Nacional de Fundaciones L¨ªrico-Sinf¨®nicas. La programaci¨®n se renueva cada a?o, como en los festivales, lo que hace que las representaciones sean m¨¢s escasas y m¨¢s caras que en teatros que optan por el sistema de repertorio, como el Metropolitan de Nueva York, el Covent Garden de Londres y, en general, casi todos los grandes teatros l¨ªricos occidentales. El p¨²blico no se renueva y tiende a disminuir.
Por otra parte, las subvenciones se agotan: Italia ha roto las costuras del d¨¦ficit presupuestario (tiende al 4,5% del producto interior bruto anual) y del endeudamiento nacional (se acerca al 110% del PIB) y no puede seguir sosteniendo un sector art¨ªstico de gran prestigio pero escasa repercusi¨®n popular. El ministro de Econom¨ªa, Giulio Tremonti, ha previsto que las subvenciones a los espect¨¢culos se reduzcan progresivamente en los pr¨®ximos a?os. El Fondo ?nico para el Espect¨¢culo, que en 2005 ha sido de 464 millones, deber¨ªa bajar a 300 en 2006. De ese dinero, 143 millones ser¨¢n para la ¨®pera. Los sindicatos aseguran que el recorte disminuye el prestigio cultural del pa¨ªs y se aplica a unas subvenciones ya insuficientes: argumentan que mientras Alemania, Francia o Espa?a dedican entre el 1,4% y el 1,5% de su PIB a las actividades culturales, en Italia el porcentaje es del 0,3%.
Los resultados econ¨®micos de los principales teatros l¨ªricos italianos han sido muy negativos en el quinquenio 1999-2004. Algunos, como La Fenice de Venecia, el Giuseppe Verdi de Trieste, el Lirico de Cagliari o el Comunale de Bolonia, permanecen dentro de un margen recuperable, con n¨²meros rojos que oscilan entre los cinco y los siete millones de euros. El San Carlo de N¨¢poles ha perdido 11,7 millones; el Carlo Felice de G¨¦nova, 15,6 millones; el Massimo de Palermo, 18 millones; el Maggio Musicale de Florencia, 20,2 millones. Las cifras se disparan en el caso de La Scala milanesa: 41,4 millones en p¨¦rdidas de explotaci¨®n, m¨¢s una deuda por inversiones superior a los cien millones.
La situaci¨®n de La Scala resulta particularmente grave porque se hace la competencia a s¨ª misma. Para seguir funcionando durante los dos a?os que dur¨® la restauraci¨®n de la sede hist¨®rica, se construy¨® un nuevo teatro en Arcimboldi, un barrio perif¨¦rico, mal comunicado y bastante hostil de noche. A la peculiar ubicaci¨®n de ese teatro no fueron ajenos los intereses de Marco Tronchetti Provera, uno de los grandes mecenas de La Scala, consejero delegado de Pirelli y de Telecom Italia: la segunda sala se encuentra en los terrenos de la antigua factor¨ªa Pirelli, objeto de una gran operaci¨®n inmobiliaria. El resultado es que ahora, entre los 2.400 asientos de La Scala y los 2.300 del Arcimboldi, Mil¨¢n dispone de una oferta muy superior a la demanda. Y eso, con los precios m¨¢s altos de Europa: una buena butaca cuesta hasta 240 euros.
Existen, sin embargo, algunas excepciones a la crisis que demuestran que la ¨®pera italiana puede sobrevivir: son los casos del selecto Regio Parma, que dedica amplio espacio a una exitosa (y econ¨®mica) programaci¨®n did¨¢ctica dirigida a los m¨¢s j¨®venes y, sobre todo, del Teatro de la ?pera de Roma. La instituci¨®n romana, menos famosa y con menos prestigio que las del norte, borde¨® el cierre en los noventa. Pero aprovech¨® el cambio legal de 1996, que convirti¨® los entes l¨ªricos en fundaciones de derecho privado bajo una simb¨®lica tutela municipal para acometer un duro plan de saneamiento y acercarse al sistema de repertorio en la programaci¨®n. El resultado ha sido el equilibrio financiero (desde 1999, las p¨¦rdidas totales ascienden a 6.393 euros) y una sensible elevaci¨®n de la calidad de las representaciones.
Otros teatros han adoptado medidas para contener los costes laborales, que suponen el 60% del total. El Regio de Tur¨ªn, por ejemplo, planea reducir los salarios un 10%. La Fenice de Venecia se ha marcado como estrategia la contrataci¨®n de cantantes j¨®venes, m¨¢s entusiastas y menos caros que las voces consagradas. Y un grupo de ocho teatros menores ha creado un consorcio para coproducir El retorno de Ulises a la patria, de Claudio Monteverdi, y realizar giras internacionales.

La Scala afronta un a?o clave
El mi¨¦rcoles, cuando suenen las primeras notas del Idomeneo, de Mozart, en el foso de La Scala, no ser¨¢ Riccardo Muti, director musical durante 19 a?os, quien mueva la batuta. La responsabilidad recaer¨¢ sobre Daniel Harding, un ni?o prodigio ingl¨¦s de s¨®lo 30 a?os. El superintendente tampoco ser¨¢ Carlo Fontana, gran patr¨®n de la instituci¨®n milanesa en las ¨²ltimas 15 temporadas, sustituido por el franc¨¦s St¨¦phane Lissner. Incluso el consejo de administraci¨®n se ha renovado. Tras la crisis de la pasada primavera, La Scala se enfrenta con una nueva direcci¨®n a un a?o decisivo.
Las circunstancias que desembocaron en la ca¨ªda de Muti y Fontana nunca quedaron del todo claras. Los m¨²sicos y los t¨¦cnicos se sublevaron contra el d¨²o dirigente y sobre todo contra Muti, al que acusaron de comportarse como un tirano, de imponer una programaci¨®n conservadora y de rebajar la calidad de la oferta del teatro. En una asamblea celebrada en marzo, los 700 empleados, incluidos todos los grandes maestros de la orquesta, votaron de forma casi un¨¢nime (hubo s¨®lo dos excepciones) a favor de la dimisi¨®n de Muti. La sustituci¨®n de Fontana por Mauro Meli no calm¨® los ¨¢nimos y la crisis adquiri¨® un cierto tono pol¨ªtico: el alcalde y presidente del consejo de administraci¨®n, Gabriele Albertini, de Forza Italia, se puso del lado de Muti. La oposici¨®n municipal, por reflejo, se puso del lado de los empleados. Finalmente, hubo que cambiar toda la c¨²pula directiva en un clima muy crispado.
Lissner dice haber elaborado una programaci¨®n "renovadora". Lo cierto, sin embargo, es que casi toda la temporada corresponde a los proyectos heredados de Muti. Por el momento, Lissner ha preferido dejar vac¨ªo el puesto de director musical: despu¨¦s de dos figuras de la talla de Claudio Abbado y Riccardo Muti, la batuta de La Scala resulta muy pesada.
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