El ¨²ltimo viaje de Best
Medio mill¨®n de personas despiden en Belfast al m¨ªtico jugador norirland¨¦s, en una ceremonia que uni¨® a cat¨®licos y protestantes
"Tocamos a un cent¨ªmetro cuadrado cada uno", sentenciaba muy serio un adolescente con una camiseta verde mientras seis coches negros y coronados por flores blancas y rojas avanzaban hacia la capilla ardiente en la sede del parlamento norirland¨¦s, en Stormont. En uno de esos coches, m¨¢s bien una furgoneta, viajaba el ata¨²d de George Best cubierto por una bandera de Irlanda del Norte y flanqueado por dos guirnaldas que compon¨ªan las palabras "pap¨¢" y "leyenda".
La comitiva avanzaba despacio. Medio mill¨®n de personas, distribuidas a lo largo del recorrido, en las aceras o las cunetas, aplaud¨ªan en silencio. S¨®lo se escuchaba el eco de las palmas. 30.000 m¨¢s aguardaban la llegada del f¨¦retro en el recinto del Parlamento. Nadie hab¨ªa empezado a llorar todav¨ªa. Ninguno de los cerca de 500.000 cat¨®licos y protestantes que, por segunda vez en su historia tras la visita del ex presidente estadounidense Bill Clinton, en 1994, se mezclaban en una causa com¨²n: decir adi¨®s al chico de Belfast, el h¨¦roe local, el quinto beatle, el jugador m¨¢s carism¨¢tico de la historia del f¨²tbol brit¨¢nico y, seg¨²n ellos, del mundo.
Calum, su hijo, ley¨® un poema que casi no pudo terminar. Y llor¨®. Y con ¨¦l, toda la ciudad
Cuatro helic¨®pteros y una avioneta de la polic¨ªa, como posados en el cielo bajo y espeso de la ciudad, vigilaban la interminable serpentina que formaba la muchedumbre. Centenares de agentes acordonaban el recorrido, de cerca de seis kil¨®metros de largo. Los restos de Best hab¨ªan salido de su casa natal, donde hab¨ªan reposado toda la noche, a las nueve de la ma?ana. Junto al cad¨¢ver, su padre, Dickie y su hijo, Calum. En otro coche viajaba Alex, su segunda ex mujer. En el peque?o jard¨ªn del adosado familiar se quedaron las condolencias de Tony Blair, el primer ministro brit¨¢nico, del actor Mickey Rourke, del conjunto musical Oasis, o de Ray Davis, l¨ªder de The Kinks y autor de una canci¨®n, Dedicated follower of fashion, en honor del futbolista.
La comitiva lleg¨® a las diez y media de la ma?ana. Les aguardaban los afortunados que hab¨ªan podido penetrar tras las vallas de Stormont. Unos miles de personas que llevaban all¨ª, haciendo cola, desde las seis de la ma?ana. Estaba lloviendo. Sean Fitzpatrick, desplazado desde la Rep¨²blica de Irlanda, explicaba que hab¨ªa acudido "respondiendo a una llamada del coraz¨®n, no pod¨ªa dejar de despedirme del jugador con el que he sido m¨¢s feliz". El rostro de Best, de un Best joven, con el pelo largo y patillas de hacha, gui?aba el ojo desde todas las marquesinas de autob¨²s con un eslogan: "Dio lo mejor por todos nosotros".
Y comenz¨® la ceremonia. Desde las puertas del edificio del Parlamento, gracias al desnivel con los jardines que dan acceso a la construcci¨®n, se ve¨ªa una fila interminable de personas. Son¨® la m¨²sica. Solemne. Empezaron a humedecerse los ojos. Habl¨® el ex futbolista Denis Law. Habl¨® otro ex jugador, el escoc¨¦s Bobby McAlinden. Habl¨® de la figura de Jes¨²s el sacerdote, el pastor Roy Gordon. Y habl¨® Calum Best, el hijo. Ley¨® un poema y llor¨®. Casi no pudo terminar de recitar la poes¨ªa. Entonces, el medio mill¨®n de personas que segu¨ªa por las pantallas instaladas en la calle el responso empez¨® a llorar con ¨¦l.
Pero a llorar de verdad. Son¨® la canci¨®n de los Beatles Long and winding road con el prop¨®sito de ejemplificar el recorrido vital de Best y su regreso final, yaciendo en una caja, a la ciudad en la que naci¨®. Hablaron los m¨¦dicos que le atendieron los ¨²ltimos cinco a?os, los que le sustituyeron su viejo h¨ªgado estropeado por otro nuevo hace dos a?os, los que segu¨ªan la evoluci¨®n de su descenso a los infiernos. "?C¨®mo va lo de George?", recordaba el doctor Williams que le preguntaban constantemente en sus conferencias profesionales. Habl¨® y llor¨® la hermana del fallecido, Barbara. Todos los discursos, en la tradici¨®n irlandesa, mezclaron la tristeza con un retrato de trasfondo humor¨ªstico del fallecido. Son¨® otra vez la m¨²sica. M¨²sica en directo, con una orquesta tras el altar. Cant¨® Brian Kennedy You rise me up y el llanto se descontrol¨®. En toda la ciudad.
Seis hombres, entre ellos Calum Best, alzaron el f¨¦retro sobre sus hombros. Caminaron con el paso sincopado, muy despacio, mientras a¨²n resonaba la m¨²sica, hacia la salida. Una vez fuera, introdujeron el ata¨²d de nuevo en el coche y se marcharon al cementerio de Roselawn. Pero eso, como avis¨® el maestro de ceremonias, el periodista Eamonn Holmes, era un acto privado al que s¨®lo asisti¨® la familia m¨¢s directa. Ah¨ª se quedaron en sus bancos de la capilla el m¨ªtico ex entrenador del Manchester United, Matt Busby, y el actual, Alex Ferguson, entre otras muchas estrellas del f¨²tbol mezcladas con pol¨ªticos locales.
La gente, que hab¨ªa permanecido de pie cerca de seis horas, empez¨® a caminar en desbandada hacia la ciudad. Nadie sonre¨ªa. Muchos a¨²n ten¨ªan los ojos enrojecidos. Una bandera hinchada por el viento insist¨ªa: Simply, the Best, simplemente, el mejor.
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