Los lagos del carb¨®n
Cr¨¢teres gigantescos, pueblos mineros abandonados, paro y desesperanza? La regi¨®n de Lausitz era la gran productora de carb¨®n de Alemania del Este. Un proyecto intenta convertirla en lugar de recreo. Donde antes hab¨ªa minas al aire libre, ahora crecen lagos.
En Lausitz s¨®lo quedan en uso tres de las 18 minas de carb¨®n al aire libre que funcionaron en esta regi¨®n de Alemania Oriental hasta 1989, hasta el mismo a?o en que el r¨¦gimen comunista se derrumbaba ya exhausto. Y descubrir desde la carretera, durante la noche y por casualidad, una de ellas, la de Jenschwalde, en plena actividad permite apreciar de un vistazo la dimensi¨®n apocal¨ªptica -al estilo industrial-ca¨®tico-futurista de la pel¨ªcula Mad Max- que deb¨ªa de poseer este lugar cuando m¨¢quinas gigantescas como las que se vislumbran a lo lejos no paraban de morder un territorio que, situado a 140 kil¨®metros al sureste de Berl¨ªn, se extiende a trav¨¦s de dos Estados, Sajonia y Brandeburgo, y ocupa una superficie de casi 10.000 kil¨®metros cuadrados. Dicen que gran parte de este lugar se va a convertir ahora en id¨ªlico paisaje lacustre.
Quiz¨¢. De momento, contemplar la instalaci¨®n minera hasta donde los ojos y los o¨ªdos permiten (imposible acercarse mucho) ayuda a entender el maltrato brutal al que ha sido sometida esta tierra. M¨¢s de 150 a?os de explotaci¨®n en pos del preciado combustible -un 75% de la energ¨ªa de la extinta Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) se obten¨ªa de aqu¨ª- han dejado como herencia un desolado paisaje lunar. Hay cr¨¢teres y cr¨¢teres aqu¨ª y all¨¢, y centenares de edificios industriales abandonados -viviendas, f¨¢bricas, almacenes o centrales-, y otros tantos pueblos y asentamientos mineros ya sin mineros, sin carb¨®n y sin minas en las que trabajar, cuando generaciones enteras s¨®lo aprendieron a dedicarse a la extracci¨®n del mineral o a cualquier otra de las tareas asociadas a su producci¨®n y manufactura. Un total de 75.531 personas eran empleados de las minas en Lausitz en 1989; hoy suman 3.743 (de una poblaci¨®n total de poco m¨¢s del mill¨®n de habitantes y con casi un 30% de paro en algunos lugares).
El paisaje, natural, arquitect¨®nico y humano, sin embargo, se apreciar¨¢ mejor a la luz del d¨ªa. Porque ahora, todav¨ªa entre las sombras, en Jenschwalde -como sucede en Welzow o en Cottbus-Nord, las otras dos instalaciones mineras a¨²n en activo-, lo que se ve y se oye son los destellos agresivos de luces rojas, anaranjadas o amarillas y un fragor constante, met¨¢lico, insoportable; algo poderoso que golpea y horada, motores que rugen y rugen, las cintas que transportan; el polvo que se acerca y desprende un olor caracter¨ªstico? A este lugar lo denominan "tri¨¢ngulo sulf¨²rico", un espacio comprendido entre Dresde (Alemania), Praga (Chequia) y Cracovia (Polonia) situado sobre ricos filones de lignito, un carb¨®n pobre, de alto contenido en azufre, que produce mucha ceniza.
Famoso era el aire de por aqu¨ª (en realidad, de toda la RDA) por su densidad, por su oscuridad, por esa p¨¢tina pardusca que dejaba en los edificios y en las personas. El historiador norteamericano John R. MacNeill, en su Historia medioambiental del mundo en el siglo XX, define a la RDA como uno de los pa¨ªses m¨¢s contaminados de aquel siglo, y da una explicaci¨®n simb¨®lica a su explotada naturaleza: "Las chimeneas industriales que desped¨ªan nubes de humo ten¨ªan entre los marxistas un aura tot¨¦mica: la industria pesada promet¨ªa al mismo tiempo poder para el Estado y proletarizaci¨®n de la sociedad".
La vida por y para el carb¨®n se termin¨® aqu¨ª hace tres lustros. Y no s¨®lo en esta zona. Seg¨²n un informe de la Comisi¨®n Europea de 1992, la Alemania reunificada produc¨ªa 72 millones de toneladas de carb¨®n; en 2001 eran apenas 29 millones, y decreciendo. Igual que en toda Europa.
Con la luz del d¨ªa se comprueba que ya en el aire de Lausitz no parece haber ceniza, aunque al atravesar sus pueblos, m¨¢s all¨¢ de Cottbus -Drebkau, Welzow, Sedlitz, Senftenberg, Grossr?schen, Lichterfeld?-, a trav¨¦s de las estrechas y confusas carreteras, lo predominante a¨²n sea el color gris a?ejo. Sabido es que hay ciudades del este de Alemania que tienen en marcha actuaciones prioritarias para cambiar el color cansado de las fachadas de los edificios, y con ello todo lo que psicol¨®gicamente representa. En Lausitz es todav¨ªa el gris el tono de los campos, y se dir¨ªa tambi¨¦n que el del ambiente -no parece suceder nada, son contados los paseantes por las calles o los parques, apenas circulan coches, se aprecia la falta de infraestructuras?- y el del rostro de los lugare?os, gente (algunos de ellos sorbios, minor¨ªa ¨¦tnica de la que quedan unas 6.000 personas, muchos residentes en esta zona) que perdi¨® toda referencia cuando cay¨® el muro en Berl¨ªn, cuando les cambi¨® la vida y cambi¨® el mundo.
Es triste tambi¨¦n el estado de abandono de muchas de las construcciones, de las casas o de esos garajes en hilera tan caracter¨ªsticos de aqu¨ª. En ellos se guardaban anta?o con mimo los coches, esos Trabant que costaba a?os y a?os conseguir, y ahora se usan como cobijo: all¨ª donde reunirse con los amigos, donde quedar a cenar y a beber sin ser visto. En uno de estos minigarajes, alguien limpia un peque?o velero. ?Un barco en Lausitz? Podr¨ªa ser por la cercan¨ªa del r¨ªo Spree y de sus bosques, que son reserva de la biosfera, o por la del Neisse, en la frontera polaca, apenas a 30 kil¨®metros. Pero tambi¨¦n podr¨ªa ser el primer signo de la mutaci¨®n que pronto, si todo va bien, vivir¨¢ la regi¨®n. Lausitz ha iniciado ya una nueva etapa en su historia, con m¨¢s color y m¨¢s agua, con m¨¢s cuidado por s¨ª y por su riqueza natural.
Y despu¨¦s del carb¨®n, ?qu¨¦? ?sta fue la pregunta fundamental. Y la respuesta m¨¢s interesante, la m¨¢s esperanzada, lleg¨® en 2000 de la mano de lo que llaman IBA F¨¹rst-P¨¹ckler-Land. El nombre se ha tomado de un exc¨¦ntrico y optimista pr¨ªncipe del lugar, literato y trotamundos, que vivi¨® siempre al l¨ªmite y pas¨® a la historia como un renombrado paisajista. Dos de sus creaciones en Bad Muskau y Branitz son consideradas obras maestras de la arquitectura de paisajes.
Las iniciales IBA corresponden a Internationale Bauaustellung (Exhibici¨®n Internacional de la Construcci¨®n), una iniciativa que se celebr¨® en Alemania por primera vez a principios del siglo XX, al calor del movimiento de la Bauhaus. La primera IBA tuvo lugar en 1927, en Stuttgart, con las famosas viviendas en urbanizaci¨®n Weissenhofsiedlung, que sigue siendo lugar de peregrinaci¨®n para arquitectos de toda edad (all¨ª se lucieron desde Le Corbusier hasta Mies van der Rohe); la segunda se celebr¨® en 1951, en Hannover; en 1957 y 1987, la sede fue Berl¨ªn. La ¨²ltima IBA dur¨® una d¨¦cada, la de los noventa. Se denomin¨® Emscher Park, y tuvo como escenario por vez primera una regi¨®n: la cuenca fuertemente industrializada del Ruhr, que necesitaba cambiar su rostro tras un tremendo proceso de desindustrializaci¨®n. Se reformaron as¨ª paisajes y edificios. Quiz¨¢ el m¨¢s popular sea el complejo minero de Zollverein, en Essen, hoy patrimonio de la humanidad.
La filosof¨ªa de la IBA se basa en la puesta en marcha de un programa de futuro para una zona sometida a un cambio radical. Y Lausitz cumpl¨ªa a la perfecci¨®n los requisitos, tal como cuenta Michael Feiler, encargado de proyectos de IBA-SEE (see, de lago y de mirar, en ingl¨¦s), la empresa organizadora, en la que trabajan 30 personas entusiastas. Bajo la frase "Un nuevo paisaje para Lausitz" se abri¨® la IBA en 2000. Durar¨¢ hasta 2010. Una d¨¦cada para completar cada uno de los 24 proyectos que como piezas de un puzzle intentan convertir esta tierra vapuleada en la zona lacustre artificial m¨¢s extensa de Europa.
"Los proyectos se ordenan en nueve campos: uno central, siete llamados islas del paisaje y una isla europea", indica un informe publicado en abril de 2005 por la organizaci¨®n en el que se hace balance del estado de las cosas justo en su ecuador. "Las islas son zonas de actuaci¨®n con caracter¨ªsticas y problemas diferenciados. Por ejemplo, la isla Cultura industrial se desarrolla alrededor de Lauchhammer, donde se localizan importantes edificaciones y m¨¢quinas industriales, tipo el F60 o la central t¨¦rmica de Plessa".
Cada isla se basa en una idea y pretende alcanzar un objetivo; se busca financiaci¨®n y modo de llevarla a la pr¨¢ctica. "La IBA no realiza ning¨²n proyecto en s¨ª, sino que los apoya; sirve de catalizador, motor, buscador de ideas; es defensor de la herencia industrial, siempre con visi¨®n de futuro". Lo que saldr¨¢ de todo esto tendr¨¢ al final forma de nuevos alojamientos tur¨ªsticos -caba?as acristaladas y flotantes (una de ellas ya est¨¢ terminada en Poley realizada por la empresa Wilde), hoteles, escuelas de buceo?-, de calles reconstruidas o renovadas (como la Frankfurter, en Guben, que fue destruida durante la guerra, o la Seestrasse, en Grossr?schen, que fue sacrificada para la explotaci¨®n de la mina de Meuro), de conservaci¨®n de complejos pegados a las minas donde se alojaba anta?o a miles de trabajadores (el Marga Garden forma parte de la idiosincrasia de la regi¨®n), de centrales y maquinarias salvadas de la demolici¨®n (la central de Plessa, la F60, pasarelas de perforadoras, embarcaderos?), de edificios restaurados para usos distintos a los que tuvieron (como el castillo Slawenburg, en Raddusch, del siglo IX), del renacimiento de pueblos en su d¨ªa abandonados (como Pritzen, donde se ha instalado un importante centro de arte) e incluso de puentes en la frontera polaca, etc¨¦tera.
Todo ello bien hilvanado por la actuaci¨®n principal, la m¨¢s espectacular y atractiva con vistas al tir¨®n de visitantes: convertir los huecos de las extracciones mineras en lagos. Limpiar los socavones, llenarlos de agua, controlar su calidad y su peligrosidad (no hay que olvidar el alto contenido en azufre del suelo), asentar y adecentar sus orillas, convertirlo en un espacio para el recreo? "Aunque debo decir que el primer lago, el de Senftenberg, se pens¨® y realiz¨® ya antes de la ca¨ªda del muro", explicaba en el a?o 2004 Karsten-Olaf M¨¹ller, oriundo de Lausitz y director de las llamadas terrazas del IBA, el centro de informaci¨®n y de exposiciones permanente, mientras se?alaba el hueco que en 2006 empezar¨¢ a ser el lago Ilse y entonces era a¨²n s¨®lo un inmenso socav¨®n polvoriento de 70 metros de profundidad. La cuenca del Ilse se puede recorrer a pie en excursiones llamadas Desfiladeros, desierto y gigantes de acero, que est¨¢n resultando muy solicitadas. Unos 200.000 visitantes pasaron por la IBA en 2004.
La mano del hombre va a transformar un paisaje herido en lugar id¨ªlico de ocio; de agua, barcos y veraneantes; de supervivencia. "El turismo es una buena perspectiva para la zona", segu¨ªa M¨¹ller teniendo en mente seguramente la alta tasa de viajes interiores que suelen realizar los 82 millones de alemanes. Arrastrar hasta aqu¨ª el tir¨®n de Spreewald; llenar casas, c¨¢mpings, hoteles, escuelas de deportes acu¨¢ticos? ?se es el objetivo. Un total de 21 lagos brotar¨¢n -algunos, como Gr?bendorf, ya lo han hecho- casi milagrosamente hasta ocupar una extensi¨®n de 17.000 hect¨¢reas. ?C¨®mo? Lo explica detenidamente Michael Feiler desde Grossr?schen, en un complejo de edificios anta?o al servicio de la administraci¨®n minera y comunista: uno serv¨ªa como hogar del minero jubilado; otro, el de la juventud, todav¨ªa luce la hoz y el martillo.
Primero habla Feiler de lo econ¨®mico: "La IBA se financia con dinero p¨²blico -del Estado central, de los dos l?nder y de los distritos-, y permite luego la cooperaci¨®n de socios internacionales -empresas privadas, la UE?- en proyectos a los que unos y otros se van sumando. Nuestra tarea es ir poniendo en marcha iniciativas que luego se puedan mantener a trav¨¦s de financiaci¨®n privada". A mitad de camino, lo realizado ya ha supuesto un movimiento de tres millones de euros.
Luego lo social: "Algunos pueblos de la zona se encuentran en situaci¨®n desesperada tras la reunificaci¨®n, han perdido hasta la mitad de sus habitantes. Y eso no es lo peor, lo peor es la falta de ilusi¨®n, y ah¨ª es donde m¨¢s debemos hacer. Es lo m¨¢s duro. Resulta muy dif¨ªcil cambiar la mentalidad; hacer que se entusiasmen por los proyectos, que tomen iniciativas. La mayor¨ªa son mineros, no tienen mentalidad tur¨ªstica. Fundamental es que puedan seguir solos despu¨¦s de la IBA, despu¨¦s de 2010, sin nuestro apoyo. Que se hagan cargo de todo lo iniciado. ?se ser¨¢ el momento clave. Nosotros les vamos poniendo farolillos por el camino para que vean que viene gente, que su tierra interesa; para que crean en todo esto".
Algunos s¨ª lo hacen, algunos creen en cualquier tipo de proyecto de futuro. Por ejemplo, Carina Donath, medio siglo de vida a sus espaldas trabajando sin descanso -"las mujeres siempre ten¨ªamos trabajo en tiempos de la RDA", recuerda-, con dos hijos que se han marchado a estudiar al oeste del pa¨ªs, como gran parte de los j¨®venes de Lausitz: "Y no s¨¦ si alg¨²n d¨ªa querr¨¢n regresar; por eso, todo lo que se desarrolle, para m¨ª ser¨¢ bienvenido".
Carina cobra 1.000 euros por ense?ar durante ocho horas la F60 a los turistas. As¨ª dicho no impresiona. Salvo si se aclara que la F60 es un mastod¨®ntico puente de transporte del carb¨®n, una estructura met¨¢lica mayor que la Torre Eiffel que uno se encuentra tumbada de repente en medio del camino sobre el agujero de lo que ser¨¢ el lago Bergheide. As¨ª sucede todo por aqu¨ª: giras en un cruce y all¨ª aparece la central el¨¦ctrica Sonne; en otro, y all¨ª est¨¢ otra llamada Schwarze Pumpe; tomas un desv¨ªo y topas con los maravillosos silos de la Biot¨¹rme, una instalaci¨®n que serv¨ªa para depurar el agua de una f¨¢brica qu¨ªmica cercana, y un poco m¨¢s all¨¢ se encuentran las nov¨ªsimas instalaciones del Eurospeedway Lausitz. "Sinceramente, ?me creer¨ªa usted si le dijera que encontrar¨ªa en un antiguo centro de carb¨®n el circuito de f¨®rmula 1 m¨¢s moderno de Europa? No. Yo tampoco. Y menos un lago, un verdadero lago donde ba?arse. Y existe ya hace mucho, tan limpio. Y ahora tenemos ambas cosas, el lago y el circuito?", escribe Erika Jantzen en un libro titulado 150 a?os de vida rica en trabajo en Lausitz, editado por la IBA, con numerosos testimonios de habitantes de la regi¨®n.
Donath trabaja en uno de los proyectos en marcha que mejor funcionan de la IBA: 70.000 visitantes tuvo la F60 en 2004. "El otro que va bien", dice Feiler, "es el castillo de Raddusch, una hermosa construcci¨®n circular que es hoy museo hist¨®rico". Y del complicado proceso de ingenier¨ªa que detalla Feiler se extrae una conclusi¨®n. Que lo m¨¢s sorprendente del lugar no son ya los cr¨¢teres dejados por el carb¨®n. Lo m¨¢s sorprendente es que todo Lausitz est¨¢ repleto de tuber¨ªas que, como nervios, los conectan con el Spree y el Neisse. Y que cuando los huecos est¨¢n ya limpios y listos para acoger el agua, ¨¦sta se bombea desde los r¨ªos. Y la gente acude embobada ante el inmenso agujero que hace nada era una mina, que fue toda su vida, para ver llegar emocionada los primeros litros de esperanza.
M¨¢s informaci¨®n de los proyectos, en la p¨¢gina 'web': www.iba-see.de.
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