Par¨ªs muestra lo mejor del arte del siglo XX a trav¨¦s de la colecci¨®n Phillips
Picasso, Rothko, Kandinsky y Gauguin, entre otros, se exponen en el Museo Luxemburgo
Duncan Phillips (1887-1966) dec¨ªa de sus gustos art¨ªsticos que "si me acusan de incoherencia, me declaro culpable", pero lo cierto es que exageraba. Una selecci¨®n -67 telas- de las m¨¢s de 2.000 que componen su gran colecci¨®n empezada en 1921 se exponen ahora en el parisiense Museo del Jard¨ªn de Luxemburgo, junto al edificio del Senado, hasta el pr¨®ximo 30 de marzo. Entonces, una vez acabado el invierno, las telas podr¨¢n regresar a su casa, a Washington, donde deber¨ªan estar finalizadas las obras de ampliaci¨®n que han forzado esa gira europea.
La gran sorpresa que ofrece la visita de esta exposici¨®n es la sensaci¨®n de haberlo visto todo incluso sin antes haber visto nada. Duncan Phillips compr¨® ¨²nicamente a los m¨¢s grandes de su ¨¦poca: Picasso, Renoir, Matisse, Bonnard, Rothko, Kandinsky, Van Gogh o Gauguin, por s¨®lo citar unos pocos nombres. Y no compr¨® obras de segunda fila de esos primeros espadas, sino de entre las mejores y m¨¢s representativas. Su colecci¨®n es una maravillosa clase de historia, del clasicismo de Ingres al expresionismo abstracto pasando por el impresionismo, el puntillismo, los nabis, el cubismo, la abstracci¨®n y todos los grandes ismos. S¨®lo los demasiado marcados por el sentido del humor, es decir, s¨®lo aquellos artistas que se cuestionan a s¨ª mismos y el car¨¢cter sagrado de su trabajo -de Duchamp a los situacionistas pasando por Dad¨¢ y el surrealismo- no encontraron hueco en el coraz¨®n y el palacio de Duncan Phillips.
Aunque su prodigiosa colecci¨®n hoy puede antoj¨¢rsenos excesiva por el prestigio que han adquirido con los a?os los artistas o por el precio desmesurado que se pagan por sus obras, es de una gran sensatez. Queda dicho que Phillips desconfiaba de las bromas y es obvio que tambi¨¦n desconfiaba de los excesos. Que Dal¨ª era excesivo no es ning¨²n secreto. Un tipo tan educado y sensato como Phillips no pod¨ªa dejarse seducir por un artista que dedicaba tanto tiempo a hacerse autopromoci¨®n como a pintar pero tampoco acab¨® nunca de confiar en Picasso, del que tiene algunos cuadros pero del que dudaba, sobre todo porque cambiaba de estilo como respiraba, porque produc¨ªa tanto y porque lo hac¨ªa con aparente facilidad. En definitiva, Duncan Phillips puede que no comprendiese todo lo que se hac¨ªa en arte, pero se equivoc¨® muy pocas veces.
La colecci¨®n es fruto de su dedicaci¨®n y la de su esposa Marjorie. El punto de partida hay que situarlo en 1911, con motivo de un primer viaje a Par¨ªs, entonces la meca de las artes, aunque hasta 1920 no comienza a comprar de manera sistem¨¢tica. En 1921 su colecci¨®n ya es lo bastante importante como para abrirla al p¨²blico. El ojo de Phillips es sensible sobre todo al color y es as¨ª como Vuillard o Bonnard le seducen, pero tambi¨¦n es la v¨ªa, menos obvia en 1930, por la que accede a Paul Klee, que ser¨¢ uno de los grandes amores de su vida junto con Gauguin y El Greco.
Ejemplo de millonario ilustrado, nieto de un banquero e industrial del que hered¨® una fortuna enorme, Duncan Phillips es, pues, el creador del primer museo de arte contempor¨¢neo de EE UU -"quiero que sea el Museo del Prado de nuestro tiempo", dec¨ªa- y un hombre que se sent¨ªa a gusto tendiendo puentes, los m¨¢s bellos y pac¨ªficos, entre dos continentes. Sus ¨²ltimas compras antes de morir fueron telas de Nicolas de Sta?l, Francis Bacon y Mark Rothko.
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