1614
Promet¨ª hace unas semanas que antes de acabar el a?o, es decir, antes de que entre en vigor la Ley Antitabaco y de que el Vaticano aplique su nueva normativa sobre la homosexualidad en los seminarios cat¨®licos, les volver¨ªa a hablar de El Quijote. Perdonen mi insistencia, pero conviene recordar que cuando Cervantes escribe las aventuras del ingenioso hidalgo, tal y como se publicaron en 1605, ¨¦ste era un escritor discreto, sin fama y sin gloria. Pese a ello, concibe su obra con una mirada limpia, sin resentimientos ni amarguras, y sin ¨¢nimo de complicarse la existencia con valoraciones pol¨ªticas acerca del tiempo que le toc¨® vivir. Ello justifica la ausencia de referencias a acontecimientos cercanos a la acci¨®n de la novela. S¨®lo sabemos, por la primera frase del libro, que los hechos que se relatan sucedieron "no ha mucho tiempo" de cuando fueron escritos, es decir, durante el reinado de Felipe III. Era, pues, una obra de humor destinada a parodiar los libros de caballer¨ªas en la que un hidalgo enloquecido sale dos veces de su aldea en demanda de aventuras y regresa enjaulado en un carro de bueyes. Tuvieron que pasar diez a?os para que Cervantes, convertido ya en un prosista afamado e intuyendo quiz¨¢ su final (muri¨® pocos meses despu¨¦s) se animara a escribir la segunda parte de El Quijote. La acci¨®n se inicia entonces s¨®lo un mes despu¨¦s de donde fue interrumpida una d¨¦cada atr¨¢s; sin embargo, ni el autor era ya el mismo ni el prop¨®sito de la obra respond¨ªa a sus primitivas razones. Cervantes es ahora un hombre sin miedo, seguro y dispuesto a dar testimonio de una Espa?a que se resquebraja, de ah¨ª su denuncia, entre otras, de la expulsi¨®n de los moriscos y de sus graves consecuencias, hecho que tuvo lugar entre 1609 y 1614. Si convenimos que las aventuras de Alonso Quijano se libran en el transcurso de un mismo a?o, no es de extra?ar que estemos hablando de 1614, fecha en la que Sancho rubrica la carta que env¨ªa a su esposa desde Arag¨®n un 20 de julio. La lectura final es que Cervantes gobernaba en su libro y en su ficci¨®n y que pudo permitirse el placer de publicar en 1605 una historia que iba a transcurrir, por imperativos hist¨®ricos, nueve a?os despu¨¦s.
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