Sue?o 9
Cuando el perturbado Mark Chapman apret¨® el gatillo de su pistola cinco veces contra John Lennon ante el edificio Dakota de Nueva York, el m¨²sico, en realidad, ya hac¨ªa tiempo que estaba muerto. La vidente pl¨¢stica Yoko Ono le hab¨ªa succionado el seso y lo hab¨ªa transformado, con su propia complicidad, en un corderito macrobi¨®tico. Lennon ya se hab¨ªa olvidado del mundo, viv¨ªa en una nube de marihuana y hab¨ªa perdido la iniciativa. Ella lo gobernaba desde la cabal¨ªstica, los hor¨®scopos y las cartas astrales. Sin embargo, esa caricatura a la que hab¨ªa sido reducido tampoco justificaba su muerte, que a¨²n hoy, 25 a?os despu¨¦s, no ha logrado desprenderse de la sospecha de la maquinaria de la Administraci¨®n norteamericana, que unos a?os antes, encauzada por la paranoia anticomunista de Richard Nixon, lo hab¨ªa estado espiando por sus actividades contra la guerra de Vietnam y consideraba su expulsi¨®n por su enorme influencia sobre los j¨®venes. Pero en 1980, Lennon ya estaba liquidado. Su genio se hab¨ªa convertido en una insufrible tortura y su mujer, de modo calculado, lo hab¨ªa empujado por su propio precipicio hasta renunciar a s¨ª mismo en la ca¨ªda. As¨ª pagaba el largo fin de semana de 15 meses que vivi¨® entregado a otras mujeres, al alcohol y las drogas en California, lejos de la influencia de la m¨ªstica japonesa, durante los que escribi¨® una de las canciones que con mayor intensidad estallaron en mi cerebro a mediados de los setenta, 9 Dream. Lennon se hab¨ªa rendido sin condiciones, abrumado por el tormento de su desdichada infancia, en la que fue abandonado por sus padres, y la mala conciencia que le produc¨ªa tener un hijo con el que tampoco estaba ejerciendo de verdadero padre. Y ah¨ª muri¨®. ?sa fue la mejor realizaci¨®n pl¨¢stica de la artista Yoko Ono. Le dio una estabilidad envasada al vac¨ªo en humo de marihuana, pero en el lote entraba tener un hijo con ella y desaparecer del mundo de los vivos. Incluso lleg¨® a regresar con otro disco en el que se esforzaba por parecerse a s¨ª mismo. El talento de aquel m¨²sico rebelde y pacifista ya s¨®lo continuaba a salvo de perturbados y videntes en nuestro interior. Con toda la pureza de aquel verano, como en aquel sue?o que parec¨ªa tan real.
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