Prohibido morirse
Un alcalde de Brasil amenaza con sancionar a quien fallezca como protesta por la saturaci¨®n del cementerio
Podr¨ªa parecer una broma o un plagio de alguien que ha le¨ªdo la ¨²ltima novela de Jos¨¦ Saramago, Las intermitencias de la muerte, pero no lo es. Roberto Pereira da Silva, alcalde de la ciudad de Biritiba-Mirim, a 80 kil¨®metros de la gran S?o Paulo, de 28.000 habitantes y famosa por sus reservas medioambientales, ha decidido prohibir a la gente morirse. Ha enviado ya a la C¨¢mara de Gobierno un proyecto de ley que ser¨¢ votado la semana que viene. En el proyecto est¨¢ escrito: "Queda prohibido morir en Biritiba-Mirim. Los ciudadanos deber¨¢n cuidar de la salud para no fallecer".
El proyecto prev¨¦ sanciones para los que, desobedeciendo las ¨®rdenes del alcalde, fallezcan igualmente. No se determina qu¨¦ tipo de sanciones ser¨¢n, aunque los enemigos del alcalde ironizan que no podr¨¢ tratarse de pena de muerte.
?Se trata de un alcalde que ha perdido la cabeza? No. La mayor autoridad de Biritiba-Mirim sabe que su ley es anticonstitucional. ?l mismo lo reconoce, pero ha querido someterla a votaci¨®n para llamar la atenci¨®n del Gobierno central acerca de un problema grave del pueblo: el cementerio est¨¢ ya desbordado de cad¨¢veres y no se les permite construir uno nuevo, porque el 89% del territorio es zona de manantiales de agua potable y el 11% restante pertenece a la Sierra del Mar, que es tambi¨¦n zona ambiental protegida. Al mismo tiempo, un rosario de tr¨¢mites burocr¨¢ticos impide al alcalde buscar una soluci¨®n viable.
El alcalde ha contado que desde su construcci¨®n, en 1910, se llevan enterrados ya 50.000 restos humanos en un cementerio de 10.000 metros cuadrados que s¨®lo cuenta con 3.500 sepulturas. La ciudad suma una media de 25 defunciones al mes y ahora hay quien espera que, aunque s¨®lo sea por un efecto psicol¨®gico, por lo menos se reduzcan las muertes hasta resolver el problema.
Seg¨²n el alcalde, la poblaci¨®n est¨¢ siendo generosa con las familias de los fallecidos, permiti¨¦ndoles a veces enterrarlos en las sepulturas de los vecinos o amigos. Cuenta que hasta el sepulturero ha prestado la tumba de uno de sus familiares para enterrar a un ni?o.
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