Las ¨²ltimas casas de cart¨®n
La Comunidad de Madrid tiene censadas unas 1.400 chabolas en las que viven 5.000 personas
Una decena de barracones sobrevive en el poblado de Pitis. Un enclave de pobreza encajonado entre la elitista colonia Mirasierra, en el distrito de Fuencarral, y los nuevos barrios de Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo, donde est¨¢n construy¨¦ndose unas 34.000 viviendas. Pitis es la cara m¨¢s fea de la comunidad m¨¢s rica de Espa?a.
Una macroencuesta del Instituto Nacional de Estad¨ªstica sobre las condiciones de vida en Espa?a se?ala que en Madrid un 9,9% de la poblaci¨®n, el menor porcentaje de Espa?a, subsiste por debajo del umbral de pobreza relativa (menos de 369 euros mensuales). Los m¨¢s desfavorecidos viven en las 1.400 chabolas censadas (unas 5.000 personas), seg¨²n la Consejer¨ªa de Medio Ambiente y Ordenaci¨®n del Territorio. Son chamizos levantados con cartones y chapas, fr¨ªos y h¨²medos en invierno y abrasadores en verano. Para llevarles luz y agua, sus inquilinos piratean redes el¨¦ctricas y tuber¨ªas.
El realojamiento es un proceso largo que requiere la reeducaci¨®n de los chabolistas
"Con el derribo de El Salobral desaparecer¨¢ un tercio de las chabolas", dice el IRIS
"El 90% de ellas est¨¢n situadas en la capital", asegura Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez P¨¢ramo, director del Instituto Regional de Realojamiento e Integraci¨®n Social (IRIS). "Son unas 1.100 familias, mientras que en el resto de la regi¨®n quedan unas 200".
El poblado de Pitis, un asentamiento de chamizos pegado a la v¨ªa de ferrocarril que cruza el norte de la capital por el monte del Pardo, es uno de los m¨¢s antiguos que quedan en la ciudad, con 19 a?os de historia. Las fr¨ªas cifras burocr¨¢ticas lo se?alan como "desmantelado", pues la mayor¨ªa de sus 99 chabolas fueron derribadas gracias al Programa de Eliminaci¨®n de Infravivienda del Ayuntamiento de la capital. El IRIS reconoce, sin embargo, que en el poblado a¨²n quedan habitantes en una decena de chamizos, pendientes de que una orden judicial ordene su desalojo.
?sta es la historia que a menudo ocurre con los asentamientos de chabolas en la regi¨®n: cuando se hace p¨²blica la decisi¨®n de las administraciones de desmantelar un poblado, despu¨¦s de haber hecho recuento de las personas que viven en ¨¦l, llegan nuevos habitantes y ponen en pie sus casas de cart¨®n, con la esperanza de que los incluyan en los realojos.
"La ¨²nica manera que tenemos de evitarlo es que, en cuanto pongan cuatro palos, sean derribados, porque si entra una familia a vivir, para desalojarlos hay que recurrir a todo un proceso judicial", explica Mar¨ªa Jos¨¦ Gonz¨¢lez, responsable del ?rea Social del IRIS.
Pero ¨¦sta es una competencia de los ayuntamientos, no siempre con medios para controlar a los nuevos ocupantes. "Lo que hemos ideado es notificar al organismo competente su llegada, porque no tenemos capacidad de derribo. As¨ª hemos conseguido que la mayor¨ªa de los municipios no tengan chabolas", agrega Gonz¨¢lez.
Las Barranquillas, en el distrito de Villa de Vallecas, donde el Gobierno regional tiene ahora censadas apenas 60 chabolas, la mayor¨ªa deshabitadas, se form¨® con el mismo proceso. En 1998, era un poblado de apenas una treintena de familias dedicadas a la recogida de chatarra o a las chapuzas.
Ese verano, la polic¨ªa comenz¨® su presi¨®n sobre los poblados de La Celsa y La Rosilla, donde el tr¨¢fico de droga campaba a sus anchas. "Los narcos que peor soportaban el acoso policial fueron desplaz¨¢ndose a Las Barranquillas", se?ala un informe sobre este asentamiento, elaborado por el grupo socialista en el Ayuntamiento de Madrid. La poblaci¨®n fue increment¨¢ndose hasta multiplicarse por 10. Y ahora el mismo proceso de la lucha contra la droga ha desplazado su poblaci¨®n al n¨²cleo chabolista de El Salobral, en Villaverde, y a la Ca?ada Real Galiana, donde en un tramo de 15 kil¨®metros de la v¨ªa pecuaria, que abarca los municipios de Madrid, Rivas-Vaciamadrid, San Fernando de Henares, Coslada y Getafe, han surgido 2.000 casas ilegales.
Por eso, el IRIS se plante¨® hace tiempo que no pod¨ªan hacerse actuaciones parciales, si quer¨ªan acabar con el problema. "No derribamos hasta que est¨¢ estipulado el desalojo del 100% de las viviendas", asegura el director de ese organismo. "Y durante un tiempo se inhabilita el terreno para que no puedan levantarse m¨¢s".
Como ejemplo, explica que en Vereda del Pan y Agua, en M¨®stoles, un asentamiento en donde viv¨ªan 70 familias que fue desmantelado en julio, se hicieron zanjas para evitar que volvieran a ser levantadas nuevas infraviviendas.
"El Salobral, con 400 familias, es el mayor poblado chabolista", sostiene Mart¨ªnez P¨¢ramo, que explica que Ayuntamiento y Comunidad est¨¢n negociando un convenio para derribarlo. "Entonces acabaremos con un tercio del chabolismo de la regi¨®n", agrega. ?sta es una promesa del anterior Gobierno regional, cuando lo presid¨ªa Alberto Ruiz-Gallard¨®n, y que est¨¢ resultando dif¨ªcil de cumplir.
Una de las causas es que los plazos son muy largos. El director del IRIS asegura que hace falta como m¨ªnimo un a?o para que su organismo pueda "preparar" el desalojo. La jefa del ¨¢rea social agrega que es muy dif¨ªcil convencer a personas que se ganan la vida con la venta ambulante y almacenando chatarra que deben vivir en un piso y cambiar de empleo.
Por eso, con apenas 128 empleados, entre educadores, trabajadores sociales y maestros, el IRIS hace una labor de reeducaci¨®n antes de llevar a los inquilinos de los chamizos a pisos en altura. "Se trata de un colectivo discriminado durante muchos a?os, por lo que el cambio es dif¨ªcil", aclara. Seg¨²n ella, la mayor¨ªa de los chabolistas son de etnia gitana, "porque los inmigrantes acuden a pisos".
Uno de los pasos es la educaci¨®n: convencer a los padres de que deben escolarizar a los hijos y tambi¨¦n alfabetizar a la mayor¨ªa de los adultos. Otro es el facilitarles habilidades sociales: desde aprender a manejarse en un centro de salud -"la mayor¨ªa acude a Urgencias si tiene un catarro porque no sabe ir al m¨¦dico de cabecera"- hasta aprender a no tirar la basura a las zonas comunes de sus futuros pisos, como hacen en los poblados. Y, sobre todo, que sean conscientes de que deben pagar el alquiler, la luz, el agua y el gas.
En 1986, un censo constat¨® que 2.674 familias viv¨ªan en chabolas en la capital. Han tenido que transcurrir casi 20 a?os para llevar a la mitad de ellas a una casa.
Un fen¨®meno de exclusi¨®n social
El ¨¦xodo del campo a las ciudades que se produjo en los a?os cincuenta y sesenta provoc¨® que muchos emigrantes vieran cerrado su acceso a una vivienda digna, seg¨²n explica el profesor de la UNED Florencio Mart¨ªn Tejedor, en su trabajo Vivienda e integraci¨®n social: una experiencia de trabajo con familias chabolistas en la Comunidad de Madrid.
Emigrantes de Extremadura, Galicia, Andaluc¨ªa, las dos Castillas o Arag¨®n se asentaron en la periferia sur de la ciudad, donde levantaron viviendas muy precarias, sin los servicios m¨ªnimos. En los a?os setenta el crecimiento era tan desorbitado que el Gobierno decidi¨® invertir en erradicar la infravivienda. "En los a?os ochenta, quedan reductos de chabolas repartidas por toda la ciudad, conformando peque?os n¨²cleos muy dispersos y ocupados, no por obreros venidos de zonas rurales, sino por colectivos espec¨ªficos que hab¨ªan sido excluidos", agrega.
Mart¨ªn Tejedor dice que el chabolismo est¨¢ relacionado con la "exclusi¨®n social" y destaca que el nomadismo de la etnia gitana dificulta su integraci¨®n.
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