F¨¢bricas de ciudadanos
Un pa¨ªs tiene lo que produce. Si necesita algo, debe fabricarlo. En estos treinta a?os de transici¨®n y democracia establecida, ?qu¨¦ ciudadan¨ªa hemos creado?, ?cu¨¢l es el nivel de participaci¨®n socio-pol¨ªtica de los j¨®venes espa?oles?, ?en qu¨¦ valores est¨¢n siendo socializados?, ?qu¨¦ educaci¨®n moral reciben los ni?os y adolescentes?
Diversos estudios sociol¨®gicos nos muestran la existencia de adolescentes y j¨®venes que tienen actitudes y pr¨¢cticas propias de una ciudadan¨ªa activa. Constituyen, sin embargo, una minor¨ªa frente a una mayor¨ªa apol¨ªtica e individualista. En los ¨²ltimos a?os ha disminuido el asociacionismo juvenil.
Hemos construido democracia pol¨ªtica, carecemos de democracia econ¨®mica y todav¨ªa tenemos pendiente la tarea de tejer una moral colectiva basada en la pr¨¢ctica de virtudes p¨²blicas. Si queremos una sociedad en la que crezcan la libertad, la igualdad y la fraternidad, debemos dar prioridad a la educaci¨®n moral y c¨ªvica de los espa?oles. Los valores tienen que ser transmitidos, las virtudes han de ser ense?adas, los comportamientos solidarios deben ser impulsados a trav¨¦s de una pedagog¨ªa del compromiso c¨ªvico. Necesitamos, pues, f¨¢bricas de ciudadan¨ªa.
Los valores tienen que ser transmitidos y las virtudes han de ser ense?adas
El an¨¢lisis de la LOE debe insertarse en este horizonte. Todos deseamos una ense?anza de calidad, reducir el fracaso escolar, fortalecer el conocimiento de las matem¨¢ticas, la lengua, las ciencias naturales y sociales, etc¨¦tera. Sin embargo, la ense?anza de las diversas asignaturas debe estar conectada con un objetivo superior: la educaci¨®n integral de los estudiantes en su dimensi¨®n ps¨ªquica, afectiva, moral y c¨ªvica. Toda ense?anza sin educaci¨®n, basada en una tecnocracia de la did¨¢ctica, por mucho ¨¦xito escolar que consiga, fracasa si no logra formar ciudadanos morales y activistas sociales. Desde esta perspectiva, me alegra que se haya introducido a trav¨¦s de la LOE la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa como nueva asignatura superando las presiones que desde la derecha y la izquierda se opon¨ªan a la misma. No se pretende infundir una ideolog¨ªa estatal en los alumnos, sino crear un ¨¢mbito espec¨ªfico para socializar en los valores morales de nuestro orden constitucional, analizar los problemas sociales de nuestro tiempo y motivar la participaci¨®n en la defensa de los derechos humanos mediante una ¨¦tica de la responsabilidad y de los deberes de la ciudadan¨ªa activa.
?Basta con una asignatura espec¨ªfica para formar ciudadanos? Creo que no. Es mucho lo que desde ella se puede conseguir si se establecen unos contenidos y una metodolog¨ªa adecuada. Si no se acierta en esto porque un grupo de presi¨®n impone y acota unos contenidos, excluyendo otros, perderemos una ocasi¨®n hist¨®rica. Por eso, es muy importante que el Ministerio abra ahora un proceso participativo en el que puedan intervenir diversos colectivos en el dise?o curricular. No obstante, en el mejor de los casos, el impacto ser¨¢ muy reducido si los centros no establecen un plan integral de formaci¨®n y acci¨®n para la ciudadan¨ªa que asegure la presencia de esta tem¨¢tica en todas las asignaturas. Todos los libros de texto deber¨ªan ser evaluados por especialistas en educaci¨®n para la ciudadan¨ªa y ser reelaborados desde ella. Las editoriales tienen una gran responsabilidad y afortunadamente alguna est¨¢ sometiendo sus libros a an¨¢lisis de expertos en educaci¨®n en derechos humanos, medio ambiente, solidaridad internacional, interculturalidad e inmigraci¨®n, etc¨¦tera.
?Son los centros escolares las ¨²nicas f¨¢bricas que deben producir ciudadanos? En modo alguno. Con bastante cinismo tendemos a desplazar a los centros de ense?anza las responsabilidades que deben asumir otras instituciones. Estos centros no pueden resolver los problemas causados por la irresponsabilidad de los padres, la mercantilizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n social, el despotismo empresarial, la incapacidad socializadora de iglesias y partidos, la carencia de pol¨ªticas educativas extraescolares de los ayuntamientos, el d¨¦bil asociacionismo infantil y juvenil, la alienaci¨®n creada por la industria del tiempo libre. Si no creamos una red educativa de todas las organizaciones que intervienen en la formaci¨®n de las personas, lo que haga el mejor centro escolar contracultural ser¨¢ destruido o, al menos, diluido por una organizaci¨®n societal que lo que quiere es individuos hiperproductivos e hiperconsumidores, pero no ciudadanos morales, ilustrados, cr¨ªticos y participativos.
Del mismo modo que el Estado de Derecho y el constitucionalismo moderno se basan en un contrato social, nuestra sociedad civil deber¨ªa cimentarse en un contrato ¨¦tico y educativo para crear la ciudadan¨ªa nacional y global que Espa?a necesita. Ser¨ªa una especie de convenio colectivo asumido por las asociaciones que han de crear civismo. En primer lugar, habr¨ªa que instaurar un contrato entre las familias y los centros de ense?anza basado en un acuerdo sobre deberes educativos compartidos, lo cual requerir¨ªa un nuevo tipo de tutor¨ªas. En segundo lugar, se tendr¨ªa que establecer un contrato entre los centros de ense?anza, los movimientos sociales y las ONG para introducir en los ¨¢mbitos escolares la iniciaci¨®n al activismo social.
Existen otras f¨¢bricas de ciudadan¨ªa que son imprescindibles. Necesitamos que los medios de comunicaci¨®n, especialmente la televisi¨®n, tengan una regulaci¨®n educativa y un c¨®digo ¨¦tico. Hace falta tambi¨¦n cambiar la organizaci¨®n del tiempo de trabajo para que los padres tengan m¨¢s posibilidades para educar a sus hijos; para ello se requiere innovaci¨®n en las propuestas sindicales, pol¨ªtica netamente socialista en el ¨¢mbito econ¨®mico-laboral y responsabilidad moral de los empresarios con el fin de crear nuevas formas de conciliaci¨®n del tiempo de trabajo y del tiempo de educaci¨®n familiar. Las organizaciones de padres, ayuntamientos y asociaciones juveniles deben impulsar nuevas formas de uso del tiempo libre y enfrentarse a todo un entramado de explotaci¨®n comercial de adolescentes y j¨®venes que los embrutece y aliena. Tenemos que impulsar la existencia de comunidades religiosas, organizaciones culturales y asociaciones infantiles y juveniles que tengan como objetivo la educaci¨®n ¨¦tico-pol¨ªtica.
La ciudadan¨ªa no surge de la nada, es el fruto que nace de un cultivo. Si no nos implicamos todos en esta tarea, dejemos a los profesores ser nada m¨¢s y nada menos que trabajadores de la ense?anza. Bastante tienen con sobrevivir en el aula con los individuos que padres, medios de comunicaci¨®n e instituciones les fabricamos.
Rafael D¨ªaz-Salazar es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense
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