La Ronda del Desarrollo que nunca existi¨®
Por muchas medidas que se tomen para cubrir las apariencias, la reuni¨®n que comienza hoy en Hong Kong para concluir la Ronda del Desarrollo de las negociaciones del comercio mundial fracasar¨¢, casi con certeza, en el ¨²nico aspecto que importa, el de saber si dicho acuerdo sirve para fomentar el desarrollo de los pa¨ªses m¨¢s pobres. Los c¨ªnicos dir¨¢n que los pa¨ªses avanzados, siguiendo la tradici¨®n de acuerdos comerciales anteriores, pretend¨ªan hacer solamente unas m¨ªnimas concesiones y, al mismo tiempo, "vender" lo mejor posible el producto, con el fin de lograr que los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo se sumaran al proyecto.
Todo lo que ha ocurrido desde que comenz¨® la Ronda del Desarrollo en Doha, en noviembre de 2001, me ha decepcionado profundamente. Cuando era economista jefe en el Banco Mundial, examin¨¦ la Ronda Uruguay de 1994 y llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que tanto su agenda como sus resultados eran discriminatorios contra los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. En marzo de 1999 acud¨ª a la sede central de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio en Ginebra para pedir la realizaci¨®n de una ronda del desarrollo que abordara estos desequilibrios.
Hace dos a?os, la Commonwealth, un variado grupo formado sobre todo por antiguas colonias brit¨¢nicas, pa¨ªses del norte y del sur, me encarg¨® que elaborase un estudio sobre c¨®mo deb¨ªa ser una aut¨¦ntica ronda del desarrollo. Este mes, Oxford University Press publica una versi¨®n ampliada de aquel informe, con el t¨ªtulo Fair Trade for All: How Trade can Promote Development [Comercio justo para todos: C¨®mo el comercio puede promover el desarrollo].
Ni por c¨®mo se concibi¨®, ni mucho menos por c¨®mo ha evolucionado, merece la Ronda del Desarrollo actual su nombre. Muchos de los temas que ha tratado no ten¨ªan que haber estado presentes en el orden del d¨ªa de una ronda verdaderamente dedicada al desarrollo, y muchos aspectos que deb¨ªan haber figurado en la agenda han estado ausentes.
La agricultura no es el ¨²nico problema comercial -ni siquiera el m¨¢s importante-, aunque est¨¢ claro por qu¨¦ se ha convertido en algo crucial. Cuando comenz¨® la Ronda Uruguay, hubo un gran pacto para ampliar el orden del d¨ªa e incorporar los servicios y los derechos de propiedad intelectual, dos aspectos que preocupan especialmente a los pa¨ªses desarrollados. A cambio, los pa¨ªses ricos har¨ªan concesiones importantes en agricultura -la forma de vida de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo- y las cuotas textiles, el ¨²nico sector comercial (aparte del az¨²car) en el que siguen existiendo restricciones cuantitativas.
Al final, los pa¨ªses desarrollados consiguieron lo que quer¨ªan y a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo se les dijo que tuvieran paciencia, que los pa¨ªses desarrollados acabar¨ªan por cumplir su parte del trato. Los pa¨ªses ricos, al mismo tiempo que instaban a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo a hacer r¨¢pidos ajustes, aseguraban que necesitar¨ªan 10 a?os para hacer la transici¨®n a un r¨¦gimen textil libre de cuotas. En realidad, lo ¨²nico que hac¨ªan era ganar tiempo; durante una d¨¦cada no hicieron nada, y, cuando las cuotas llegaron a su fin, el pasado mes de enero, alegaron que no estaban listos y lograron negociar una pr¨®rroga de tres a?os con China.
Lo que ocurri¨® en la agricultura fue todav¨ªa peor. A pesar de que se daba por supuesto que se iban a reducir los enormes subsidios y restricciones de los pa¨ªses ricos, los estadounidenses casi duplicaron sus subsidios. Sin embargo, como cualquier negociador astuto, Estados Unidos asegur¨® que, en el peor de los casos, hab¨ªa violado el esp¨ªritu del acuerdo, pero nunca la letra.
Como es natural, Estados Unidos hab¨ªa incluido en la letra peque?a una categor¨ªa de subsidios agrarios permitidos -los que no distorsionaban el comercio- y todos sus incrementos pertenec¨ªan a ella. Pero, por lo visto, Estados Unidos pensaba que pr¨¢cticamente nada de lo que hac¨ªa causaba distorsi¨®n (en cambio, todo lo que hac¨ªa Europa distorsionaba el comercio. De hecho, uno de los grandes logros de Estados Unidos durante la ¨²ltima d¨¦cada fue el de atribuir todas las culpas a Europa).
Las afirmaciones estadounidenses no estaban basadas en ning¨²n an¨¢lisis econ¨®mico, como determin¨® la OMC cuando dictamin¨® sobre los subsidios de Estados Unidos para el algod¨®n. Un subsidio distorsiona el comercio si aumenta la producci¨®n (a no ser que, por arte de magia, incremente el consumo en la misma medida). Eso es precisamente lo que hacen los subsidios agrarios de Estados Unidos. Quienes opinan, en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, que ha habido una historia de negociaciones hechas de mala fe tienen bastante raz¨®n.
Todo esto deja hoy a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo ante una dura elecci¨®n: ?les convendr¨¢ m¨¢s aceptar las migajas que se les ofrecen? Esta decisi¨®n puede ser m¨¢s dif¨ªcil que nunca en estos momentos: ahora que tantos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo est¨¢n convirti¨¦ndose en vibrantes democracias, los electorados pueden castigar a los Gobiernos que acepten lo que mucha gente considera otro acuerdo comercial injusto.
Los negociadores de los pa¨ªses ricos, desde luego, utilizan grandes cifras para describir las ventajas de un acuerdo, por imperfecto que sea. Pero tambi¨¦n lo hicieron la ¨²ltima vez. Los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo descubrieron que sus beneficios eran mucho menores de lo anunciado, y los pa¨ªses m¨¢s pobres se encontraron, para su desolaci¨®n, con que estaban peor que antes. En otras palabras, los pa¨ªses avanzados han perdido su credibilidad.
La gran victoria de la Ronda Uruguay fue el establecimiento de un imperio de la ley fundamental en el comercio internacional. Incluso el pa¨ªs m¨¢s poderoso, Estados Unidos, ha tenido que rendirse de mala gana ante la decisi¨®n, por ejemplo, de que sus aranceles sobre el acero violaban las leyes comerciales internacionales. Es de suponer que lo mismo ocurrir¨¢ con los subsidios estadounidenses al algod¨®n, las disposiciones sobre el dumping ilegal y los subsidios fiscales a los exportadores. Un imperio de la ley injusto es mejor que ninguno.
Pero ahora, una vez alcanzado ese objetivo, los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo necesitan examinar con detalle lo que se les est¨¢ ofreciendo. ?Ser¨¢n mayores los beneficios -un mayor acceso a los mercados internacionales- que los costes de cumplir las exigencias de los pa¨ªses ricos? Es probable que muchos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo lleguen a la conclusi¨®n de que es mejor no llegar a un acuerdo que aceptar un mal acuerdo, especialmente uno tan injusto como el anterior.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es catedr¨¢tico de esta especialidad en la Universidad de Columbia. Fue presidente del Consejo de Asesores Econ¨®micos del presidente Clinton y economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial. Es autor, entre otros libros, de El malestar en la globalizaci¨®n y Los felices noventa. ? Project Syndicate, 2005. www.project_syndicate.org Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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