Un Estatuto para el tercer milenio
En octubre de 2004, impulsados por el Departamento de Relaciones Institucionales de la Generalitat de Catalu?a, se desarrollaron un conjunto de sesiones con agentes econ¨®micos y sociales con la finalidad de establecer criterios a ser considerados en la redacci¨®n del nuevo Estatuto de Autonom¨ªa. Al plantearse los aspectos relativos a la Sociedad del Conocimiento se invit¨® al Cercle per al Coneixement, a trav¨¦s del asociado y cofundador del Cercle Antoni Farr¨¦s, a participar en ello introduciendo, mediante una ponencia, los debates que los participantes desarrollaron en la sesi¨®n. Un grupo de trabajo formado por asociados, debati¨®, a trav¨¦s del an¨¢lisis de los diversos documentos que el Cercle hab¨ªa elaborado en los ¨²ltimos a?os, los aspectos que el nuevo Estatuto tendr¨ªa que contemplar, considerando que ¨¦ste hab¨ªa de servir para desarrollar Catalu?a en el seno de los nuevos desaf¨ªos y retos que presentan la sociedad del conocimiento en general y la globalizaci¨®n econ¨®mica, informacional y relacional. El documento fue presentado en la ponencia mencionada.
Uno de los aspectos que evidenciaba que el Estatuto no se ajustaba a los nuevos tiempos era la enorme distancia entre los rasgos caracter¨ªsticos de la realidad socioecon¨®mica y cultural que caracterizaba la sociedad espa?ola al final de la dictadura y las realidades al inicio del tercer milenio. A finales de la d¨¦cada de 1970 Espa?a iniciaba, con no pocas dificultades, el camino hacia la democracia, no formaba parte de la Uni¨®n Europea, la inmigraci¨®n procedente de otros pa¨ªses y culturas era simb¨®lica, la homogeneidad era un hecho, los pilares de generaci¨®n de valor se fomentaban en la producci¨®n en serie propia de la gran industria en un contexto de mercados con grados de protecci¨®n elevados y en un mundo bipolar, las comunicaciones estaban fuertemente reguladas desarroll¨¢ndose en monopolio, las informaciones eran unidireccionales y la digitalizaci¨®n, computaci¨®n personal, telefon¨ªa m¨®vil e Internet no formaban parte del paisaje relacional.
Hoy en d¨ªa, sin duda la sociedad ha cambiado mucho: la fragmentaci¨®n social, la heterogeneidad y mestizaje en cuanto a los valores, los sistemas productivos y organizativos que exigen la globalizaci¨®n econ¨®mica y productiva, las comunicaciones sustentadas por espacios virtuales que no tienen fronteras f¨ªsicas y permiten que cualquier persona devenga a la vez emisor y receptor de informaci¨®n... son algunas de las muchas evidencias que llevaron a la Uni¨®n Europea en el Consejo de Lisboa a asumir que la Sociedad del Conocimiento era un hecho y establecer programas con la finalidad de posibilitar que la Uni¨®n se convirtiera en la econom¨ªa m¨¢s din¨¢mica y competitiva del mundo. Por un momento parec¨ªa que los gobiernos, y en consecuencia, sus acciones, asum¨ªan el hecho de tener que adaptarse a los cambios socioecon¨®micos que se estaban produciendo a pasos acelerados y que las prioridades en las actuaciones p¨²blicas requer¨ªan asumir plenamente los paradigmas de la econom¨ªa y la sociedad del conocimiento. De hacerlo o no depend¨ªa en gran parte disponer de un tejido productivo competitivo y capaz de aportar los recursos necesarios para consolidar el estado del bienestar, garantizar la cohesi¨®n y la paz social y reencontrar la simbiosis entre la sociedad y la pol¨ªtica, un hecho imprescindible para abordar con ¨¦xito los desaf¨ªos del futuro.
Fue con las anteriores convicciones con las que el Cercle aport¨® su grano de arena a los planteamientos del nuevo Estatuto. Lamentablemente, hay que decir que con no demasiado ¨¦xito, ya que la extensa propuesta de reforma del Estatuto de Autonom¨ªa aprobada el 30 de septiembre, si bien recoge en parte los nuevos rasgos caracter¨ªsticos de la Sociedad del Conocimiento, no explicita con fuerza los desaf¨ªos que afrontar y los retos por alcanzar. En consecuencia, encontramos una cierta asincron¨ªa entre las competencias y los instrumentos que de ello se derivan, y que se desarrollan de forma extensa y excesivamente detallista a partir de los retos arraigados en las problem¨¢ticas de hoy d¨ªa. Asegurar el presente y garantizar el futuro es un binomio indisociable que la acci¨®n de todo gobierno no puede olvidar, y poner el ¨¦nfasis en uno y otro no s¨®lo caracteriza su acci¨®n sino que determina su progreso. Siendo cierto este hecho, tambi¨¦n debemos reconocer que el nuevo Estatuto define unos niveles de competencias y una financiaci¨®n que puede romper las barreras que han impedido un mejor desarrollo y han comportado p¨¦rdidas significativas de competitividad para Catalu?a con la consiguiente disminuci¨®n de la renta de sus ciudadanos.
Los retos, fruto de la liberalizaci¨®n mundial de la econom¨ªa y la sociedad del conocimiento, requieren cambios muy importantes en el sistema productivo, en los modelos formativos y relacionales, en los esquemas para poner el conocimiento en el centro de la actividad productiva, en la forma de entender el estado del bienestar en un contexto de equilibrio planetario, en evitar la fractura social y la exclusi¨®n del mercado laboral... todo un conjunto de hechos que requieren "competencias" pero, a la vez, "recursos". Unos recursos indispensables para afrontar los desaf¨ªos y que no pueden obviarse con el argumento de la solidaridad. Solidaridad s¨ª, pero la posible y necesaria, sin que ponga en peligro el futuro -como bien explican los autores de L'Espoli fiscal-, y se olvide de la obligada solidaridad con los ciudadanos que d¨ªa a d¨ªa llenan de vida nuestras calles.
En Madrid se ha iniciado el tr¨¢mite que debe llevarnos a disponer del nuevo Estatuto, un Estatuto que hay que apoyar, ya que eleva el techo competencial y puede aportar a la Administraci¨®n catalana los recursos necesarios para afrontar los retos que la sociedad del conocimiento presenta. Entonces s¨®lo depender¨¢ de nosotros el poner las prioridades correctamente y asumir el coraje y el compromiso para hacerlo. Ahora se abre un proceso negociador complicado y dif¨ªcil que requerir¨¢ di¨¢logo, juicio y determinaci¨®n, y tambi¨¦n concesiones, unas concesiones que en ninguno de los casos deber¨ªan rebajar el modelo de financiaci¨®n aprobado, ya que, de hacerlo no dispondremos de los recursos que el futuro requiere y a los que Catalu?a no puede ni debe renunciar.
Antoni Garrell i Guiu es presidente de Cercle per al Coneixement.
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