Poderosa ingenuidad
"?Crees que es una obra inexcusablemente de su tiempo, que no ha podido ser creada en ninguna otra ¨¦poca de la historia?", pregunta la directora de un museo de arte contempor¨¢neo a su asistente. Esta frase interrogativa acerca de la calidad extr¨ªnseca de una moderna performance en v¨ªdeo, e integrada en la trama de la pel¨ªcula, sirve tambi¨¦n para definir la esencia de una obra como T¨², yo y todos los dem¨¢s. Sin duda, el debut como directora de la artista multimedia Miranda July es un producto inequ¨ªvoco de su tiempo, de una sociedad marcada por la soledad, la incomunicaci¨®n y las fantas¨ªas mentales.
July, estadounidense de 31 a?os, cuyos cortometrajes e instalaciones sonoras se han exhibido en museos como el MoMA o el Guggenheim de Nueva York, se ha acercado al mundo del largometraje de ficci¨®n con la incontestable verdad de su universo propio a trav¨¦s de un gui¨®n repleto de personajes aparentemente estramb¨®ticos pero a la vez muy cercanos. Mentes m¨¢s o menos despiertas que, en el fondo, y por muy zumbados que resulten sus comportamientos, vienen a buscar lo que cualquier ser humano: afecto, amor, sexo. Eso s¨ª, los acontecimientos nunca son los esperables ni est¨¢n contados en el tono que se les supone. As¨ª, las relaciones sexuales por Internet est¨¢n tratadas con la ingenuidad de un ni?o; la experimentaci¨®n adolescente, con el descaro de un experto; las ilusiones familiares infantiles, con la naturalidad de la madurez. Todos los papeles parecen cambiados. Los ni?os se comportan como adultos y los adultos como ni?os.
T?, YO Y TODOS LOS DEM?S
Direcci¨®n: Miranda July. Int¨¦rpretes: John Hawkes, Miranda July, Miles Thompson, Brandon Ratcliff. G¨¦nero: drama rom¨¢ntico. EE UU, 2005. Duraci¨®n: 91 minutos.
Con un gui¨®n fruto del taller de escritura y direcci¨®n del Festival de Sundance 2003, T¨², yo y todos los dem¨¢s puede resultar cargante al que vaya en busca de una historia convencional contada a trav¨¦s de una narrativa usual. Sus incontestables pretensiones art¨ªsticas, evidenciadas en cada una de las secuencias, en cada uno de los planos, en cada una de las l¨ªneas de di¨¢logo, pueden alejar al espectador indispuesto para abrir su mente a un universo entre na¨ªf y poderoso. Sin embargo, si se decide entrar en el armario existencial de July, las sorpresas son constantes. El romanticismo puede residir en un par de zapatos con las palabras "yo" y "t¨²" escritas en su empeine; y el ¨²ltimo h¨¢lito de vida se puede reflejar en un pececito encerrado en una bolsa de pl¨¢stico con agua, y olvidada en el cap¨® de un coche, a punto de morir al primer frenazo en la carretera. De modo que los personajes de T¨², yo y todos los dem¨¢s, C¨¢mara de Oro en el pasado Festival de Cannes, parecen salidos de la cabeza del Todd Solondz de Happiness, pero se comportan con el candor de las adolescentes de Las v¨ªrgenes suicidas al ritmo secuencial del Paul Thomas Anderson de Punch-drunk love.
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