La misma navidad de todos los inviernos
Con la espiritualidad entendida a la manera de nuestra Iglesia m¨¢s instalada ocurre como con la gracia, que es una rareza de tal calibre que incluso sus m¨¢s ansiosos detentadores apenas si la ejercen requeridos por el azar de calendario
Lo de siempre
Para el grueso de la poblaci¨®n, la Navidad y sus numerosas anticipaciones constituyen poco m¨¢s que un pretexto para celebrar comidas y cenas y ponerse ciegos m¨¢s o menos en familia. As¨ª que cada vez extra?a m¨¢s que el Papa, para variar, se descuelgue con una condena a la "contaminaci¨®n comercial" que sufren estas fiestas, cuando precisamente es ¨¦sa supuesta agregaci¨®n indeseada el centro mismo sobre el que pivota todo el asunto, el terrible comercio de la delegaci¨®n de los afectos. A qu¨¦, si no, que las alegr¨ªas propias de las comilonas en estas fechas se hayan extendido desde hace mucho tiempo a esos otros alborotos de las celebraciones de empresa, aut¨¦ntico anticipo del horror familiar que s¨®lo el masoquista m¨¢s taimado pod¨ªa imaginar. Por lo dem¨¢s, arremeter a estas alturas contra "la sociedad de consumo" en nombre de una espiritualidad un tanto peculiar no es una llamada a no se sabe qu¨¦ origen de presunci¨®n m¨¢s llevadera, sino un simple, aunque reiterativo, disparate estacional.
Chamanes
Muy a menudo los representantes de la Iglesia Cat¨®lica se comportan como esos chamanes de la antig¨¹edad a los que hay que rendir tributo material a cambio de sus cuidados. No s¨®lo pagamos con nuestros impuestos a los ense?antes de religi¨®n, sino que, adem¨¢s, ¨¦stos son designados por la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, pero en caso de despido improcedente, otra vez hay rascarse el bolsillo ciudadano para cubrir la indemnizaci¨®n. Ese atavismo social tiene poco que ver con cualquier tipo de religiosidad y casi todo con una habilidad realmente vaticana para hacer negocios sin correr apenas riesgos. Y si encima quieren imponer que los estudiantes, legos en lectura y matem¨¢ticas, hagan codos religiosos a fin de que la difusi¨®n de ese rosario de fantas¨ªas tengan validez acad¨¦mica, entonces es que, muy consecuentemente, seguimos en el confortable territorio del delirio con visera.
Ex¨¢menes
Ni la ESO ni la otra. Hace alg¨²n tiempo, un alumno respondi¨® que "la sociolog¨ªa es algo que le pasa a m¨¢s de una persona". Ahora mismo, otro alumno cree que una orquesta "es cuando se guntan mucha gente que toca", y que los instrumentos se colocan por tama?o, as¨ª que "la gaita se coloca siempre delante". ?La m¨²sica barroca? El alumno considera un error la pregunta, porque "la m¨²sica marroca es la de los moros de Marruecos, que la tocaban cuando ivan a las batallas de conquista". Beethoven: "Era un se?or sordo que compuso la letra de Miguel R¨ªos, pero cuando la hizo no era de rocks. Hizo tambi¨¦n Para Luisa, que no tiene paranj¨®n en la historia". Todo ello sic, claro. El bar¨ªtono "es el que lleba la barita" y el allegro es "lo que cantan los m¨²sicos cuando est¨¢n contentos". ?Los gustos musicales del alumno? Tambi¨¦n sic, "Carminha Furada, Maller y Faya que era espa?ol". Y F¨¦lix de Az¨²a sin enterarse.
A la calle...
... Que ya es hora de pasearnos a cuerpo, y mostrar que, pues vivimos, anunciamos otro tiempo. Parece mentira, pero Mariano Rajoy, adoctrinado por su m¨¢s ce?udo antecesor, parece haber copiado al pie de la letra -s¨®lo al pie- esos versos del austero Blas de Otero, que con un entusiasmo perfectamente descriptible fueron entonados por un todav¨ªa euf¨®rico o euf¨®nico Paco Ib¨¢?ez. Dejemos en paz a Blas de Otero, porque no basta con llamarse Blas sino que adem¨¢s hay que apellidarse De Otero. Qu¨¦ cruz. As¨ª que la calle, cualquier cosa terrible que ello signifique, ya no es de Fraga Iribarne, porque Rajoy tambi¨¦n la quiere, y con ¨¦l los obispos que antes andaban tan contentos bajo palio y ahora van como los gitanos de Garc¨ªa Lorca. Se acabaron los obispos que iban por el monte solos. Rajoy, Rajoy, ?por qu¨¦ no les has abandonado?
Nada mejor
Entre la tragedia y el abismo, la Navidad celebra el contento de estar juntos. En verano se disimula menos. Piscinas, chiringuitos y bares proporcionan el soporte necesario para aplazar por unas horas mal contadas el encuentro con lo inevitable. Pero la Navidad tiene la fea costumbre de celebrarse en invierno, como una fiesta de interior a la que los concursantes acuden por obligaci¨®n para escapar del fr¨ªo. Todo es familiar, es cierto, pero el verano es algo m¨¢s disperso, con su innombrable libertad de movimientos. mientras que el invierno es un acoso en s¨ª mismo en los lugares c¨¢lidos. Los ni?os son tan dependientes como los discapacitados, pero acaso m¨¢s temibles. Entre el abismo y la tragedia, la Navidad es una alegr¨ªa infautada que Herodes habr¨ªa borrado del calendario, una fiesta ante la que Poncio Pilatos se habr¨ªa lavado las manos, un engorro del alma que ning¨²n turr¨®n puede endulzar.
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