La mujer capaz de todo
Cuando Jos¨¦ Luis Sampedro se qued¨® sin luz en medio del reciente temporal de Tenerife le llam¨® para ofrecerle un avi¨®n que le sacara de all¨ª. Cuando le rindieron en Madrid una cena de homenaje a N¨¦lida Pi?on -su gran amiga, su hermana brasile?a-, viaj¨® en avi¨®n privado porque ninguna otra combinaci¨®n le hubiera permitido llegar a tiempo. Cuando supo que la propia N¨¦lida estaba metida en un temporal de nieve cerca de Soria, llam¨® a todas las compa?¨ªas de alquiler de helic¨®pteros en busca de socorro para rescatarla. La amistad con la escritora brasile?a tiene un s¨ªmbolo: Carmen Balcells surc¨® el oc¨¦ano con una pieza de cer¨¢mica en la mano; era su regalo para N¨¦lida, por nada del mundo pod¨ªa llegar hecho a?icos.
As¨ª concibe la amistad, como una cer¨¢mica delicada. Ella suele decir que no tiene amigos, tiene intereses. No es verdad; a los amigos los cuida como cuid¨® aquella cer¨¢mica, y cuando llega el momento separa la cer¨¢mica de las otras met¨¢foras del negocio.
Endureci¨® hasta lo indecible la negociaci¨®n por los derechos de sus autores, pero hasta los que odian negociar con ella asisten a sus cenas, la cuidan como a la gran madre de un modo distinto de estar en este negocio, y disfrutan con su hospitalidad, una de las glorias de Barcelona. Una vez invit¨® a cenar a Carlos Fuentes y a su esposa, Silvia; los convoc¨® en El Botafumeiro, un restaurante que adora; como el matrimonio se hallaba atascado en Madrid y ella no quer¨ªa empezar la cena sin ellos, hizo servir platos y retirar las sobras tantas veces como hizo falta para que la cena se produjera exactamente cuando los invitados principales llegaran a la mesa.
En su casa tiene un gran cartel escrito por Garc¨ªa M¨¢rquez, en el que el Nobel declara que de mayor querr¨ªa ser agente literario, teni¨¦ndose como autor. Es una met¨¢fora: ¨¦l sabe que ni ¨¦l ser¨ªa mejor que Carmen. Dec¨ªa Juan Carlos Onetti que gracias a Carmen pod¨ªa ir al supermercado, y en la ¨²ltima novela (Cuando ya no importe) dej¨® as¨ª inscrita su gratitud: "Para Carmen Balcells, sin otro motivo que darle las gracias". En esa ¨¦poca en que Onetti le dedic¨® ese libro, otros (Sampedro, Vargas Llosa, Juan Madrid...) tambi¨¦n estamparon dedicatorias expresando similar devoci¨®n. La gente se pregunta por qu¨¦ no hace memorias ni da entrevistas. Se niega por algo que ella misma ha ense?ado: lo que se habla en los despachos editoriales es materia de confesi¨®n; divulgarlo es un suicidio para cualquier agente.
Cuando despedimos a su autor Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n en el cementerio barcelon¨¦s de Collserola, Carmen Balcells, que hab¨ªa removido el mundo para que el cad¨¢ver de su amigo volara sin mayores trabas administrativas, se recluy¨® en su propia casa, donde est¨¢ su agencia; all¨ª hab¨ªa expuesta una enorme fotograf¨ªa del autor, y en medio de la soledad en la que a veces se sume para olvidarse del ruido levant¨® la mano en se?al de saludo, "Manolo, hijo"; los que la vieron observaron en ella la misma melancol¨ªa con la que a veces recibe la gratitud, como si se estuvieran dirigiendo a otra. Su frase m¨¢s reciente, cuando se le pregunta c¨®mo anda, es ¨¦sta: "Mal, gracias". Pero ser¨ªa capaz de todo para hacer que los que le rodean sean las personas m¨¢s felices de la tierra.
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