Las musas inquietantes
HACE QUINCE a?os, en una tertulia televisiva que se pretend¨ªa inteligente, se organiz¨® un debate conformado por periodistas, soci¨®logos y un solitario poeta. El tema en cuesti¨®n era cu¨¢l deb¨ªa ser el tono correcto de la vestimenta femenina en un entorno laboral. Alguien, muy exaltado, sosten¨ªa que era inaceptable que ciertos varones salivaran frente a una minifalda, cual c¨¢nidos en el c¨¦lebre experimento de P¨¢vlov. El poeta, que fuera presentado como el autor de los m¨¢s intensos poemas de amor dedicados a la mujer en la literatura peruana, hasta ese momento se hab¨ªa mantenido callado, discretamente aburrido. Pero ante tremendo alboroto pidi¨® la palabra, y protest¨® indignado por aquella injusta comparaci¨®n. Era intolerable que al mejor amigo del hombre se le redujera a una imagen tan vil, dijo y, acto seguido, inici¨® una erudita conferencia sobre la presencia de los perros en la historia universal.
Sobre la obra po¨¦tica del peruano Francisco Bendez¨² y la presencia de la mujer y la belleza
Francisco Bendez¨² (1928-2004), autor de tres libros y uno de los miembros m¨¢s destacados de la llamada generaci¨®n po¨¦tica peruana de los a?os cincuenta, era un personaje exc¨¦ntrico y a la vez entra?able. Poco antes hab¨ªa tenido una pol¨¦mica acalorada con un joven intelectual que, coincidiendo en una visita a Princeton, hab¨ªa puesto en entredicho la honorabilidad de una veintea?era Brooke Shields. El asunto, si bien pintoresco, ten¨ªa una relevancia inusitada para un poeta que hab¨ªa escrito un extenso y potente texto, Folganza y requisitoria, a partir de definiciones amorosas firmadas por Brigitte Bardot y Ursula Andress. Si la excentricidad no suele ser indicio de un arte trascendente, en este caso los indicios, como para el perro de P¨¢vlov, eran equ¨ªvocos: Bendez¨² es, probablemente, uno de los poetas m¨¢s singulares y altos de la lengua espa?ola de la segunda mitad del siglo XX. Y esa cercan¨ªa con ciertos arquetipos de la belleza femenina era parte fundamental de una po¨¦tica, s¨®lida, coherente y, c¨®mo no, personal¨ªsima.
Desde Los a?os (1961) hasta El piano del deseo (1983), Francisco Bendez¨² crea una poes¨ªa que es, toda ella, un v¨¦rtigo que va ahondando en la materialidad verbal como un correlato de la exaltaci¨®n amorosa. En la l¨ªnea de las Iluminaciones de Rimbaud, la emoci¨®n y las percepciones fragmentadas retratan oblicuamente las sensaciones y la exaltaci¨®n del enamorado: "la leonada elipse de sus piernas, sus v¨ªvidas cabelleras (?oh insolaciones del alma!) me sumir¨¢n, antes que en la concupiscencia o en la melancol¨ªa, en lustrales paroxismos visionarios". En Cantos (1971), su segundo libro, el poema se revela como parte de un rito, como un conjuro o una invocaci¨®n m¨¢gica ofrecidos al ideal de la belleza femenina. La mujer, en los poemas de Bendez¨², transmuta hasta convertirse en la sacerdotisa o mistagoga que abre las puertas de todos los misterios: "Yo exalto tu perfil de amianto, y descifro tus emblemas, / y apaciento tu errante dirigible de silencio. / Yo canto tu abrazo nupcial con la inminencia". Y es as¨ª que, m¨¢s all¨¢ de la corporeidad de un ser ef¨ªmero, la mujer y su gr¨¢cil energ¨ªa son los veh¨ªculos que comunican al poeta con lo insondable. No es balad¨ª, entonces, que toda una secci¨®n del libro se escriba como una proyecci¨®n de la pintura metaf¨ªsica de Giorgio de Chirico. Es la embriaguez que produce la contemplaci¨®n de la amada lo que permitir¨¢ al poeta divinizarla, permiti¨¦ndole tambi¨¦n usurpar el habla de los dioses.
Pero la belleza, a pesar del trance y los lujos ret¨®ricos de su evocaci¨®n, se celebra siempre en Bendez¨² desde una perspectiva humana. La belleza es, fundamentalmente, imposibilidad, frustraci¨®n, rebeld¨ªa frente a la muerte. Por esto el poeta -que realiza una inteligente relectura del amor cort¨¦s y del eros surrealista- acepta la esencialidad femenina como m¨²ltiple y cambiante: la amada se convierte en una imagen de naturaleza plat¨®nica, imaginaria, a la que no se cuestiona y se acepta por completo, ya que en ella radica la eternidad humana. La sensualidad y la trascendencia del amor terminan por ser id¨¦nticas a la sensualidad y la trascendencia de la palabra, y esta elevaci¨®n -t¨¦cnica, art¨ªstica- alcanza un estadio que finalmente se sobrepone a lo contingente, a lo cotidiano: "Me agobia la sombra de tu espejo, el peso sede?o de tus prendas, tu intr¨¦pido fornicio / y te imagino desnuda (ojeras malva) en blancos y algentes ascensores de edificios...".
Profundo conocedor de la versificaci¨®n espa?ola, los poemas de Francisco Bendez¨² tejen virtuosamente arca¨ªsmos y visiones on¨ªricas, contrapuntos de jazz y fulgores verbales, tanto barrocos como modernistas. Un despliegue ¨²nico en funci¨®n de un tema limitado, pero en cuyas posibilidades est¨¢ asediar lo infinito. Lo infinito desde lo concreto, en la lecci¨®n de Walt Whitman, y de all¨ª la responsabilidad del poeta frente a las palabras, incluso cuando ¨¦stas evocan a un humilde perro: "Parece que construimos s¨®lidas riquezas, fuerza, belleza, pero, realmente, / Construimos im¨¢genes".
Se pueden encontrar poemas e informaci¨®n sobre Francisco Bendez¨² en: www.educared.edu.pe/estudiantes/literatura/bendezu.htm Mart¨ªn Rodr¨ªguez-Gaona (Lima, 1969) acaba de publicar el libro de poemas Parque infantil (Pre-Textos).
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