Lectura asistida
Karl Kraus, el moralista austriaco por excelencia, exig¨ªa a los escritores "ense?ar a ver los abismos, all¨ª donde hay lugares comunes", y as¨ª "librar los bienes de la vida" del periodismo y de la pol¨ªtica. Nadie ha asumido esta tarea pedag¨®gica m¨¢s al pie de la letra que Elfriede Jelinek, desde sus inicios en la literatura pop, en los a?os setenta, hasta sus recientes pol¨¦micas medi¨¢ticas. Sigue la estela de Kraus, tanto en el terreno ¨¦tico -poniendo el dedo en las llagas cr¨®nicas de la sociedad austriaca- como en la metodolog¨ªa, cada vez m¨¢s desinhibida. Desenmascara la falacia, la ignorancia y el autoritarismo del poder desde la ra¨ªz del lenguaje, al que, con garra sat¨ªrica, somete a un reciclaje sem¨¢ntico. Jelinek no evita los t¨®picos del habla, les da la vuelta y se sirve de ellos.
OBSESI?N
Elfriede Jelinek
Traducci¨®n de Susana Ca?uelo Carri¨®n y
Jordi Jan¨¦-Llig¨¦
El Aleph. Barcelona, 2005
480 p¨¢ginas. 21 euros
Este procedimiento, que inevitablemente pierde mordiente en las traducciones, dio un ¨®ptimo resultado en Las amantes y La pianista, deriv¨® en man¨ªa en Deseo y constituye el principal apoyadero ret¨®rico de Obsesi¨®n. Los enunciados de la "novela amena" parecen escupidos de una m¨¢quina de acu?ar frases hechas. Jelinek no pretende narrar, ordena sus juegos verbales alrededor de un argumento trivial, dej¨¢ndose llevar por el valor asociativo de las palabras. No obstante, entre retru¨¦cano y alfilerazo cuaja una especie de cuento de hadas al rev¨¦s. Jelinek se ha especializado en las f¨¢bulas de la Austria del ultraderechista J?rg Haider. F¨¢bulas feas como la del gendarme Kurt Janisch, un personaje salido de una pel¨ªcula de los hermanos Cohen: un braguetero versado en la humillaci¨®n y explotaci¨®n de "viudas y otras mujeres solitarias".
Obsesi¨®n trata de la caza del dinero, del irrefrenable anhelo de posesi¨®n y de c¨®mo hacerse con el cuerpo y despu¨¦s con las propiedades de las mujeres (de ah¨ª el t¨ªtulo original, Codicia, que los competentes traductores incomprensiblemente desecharon). "Los seres humanos normalmente s¨®lo quieren hacerse ricos, no quieren m¨¢s que eso. Las mujeres, en cambio, quieren amor, para lo cual hacen falta m¨¢s de una docena de elementos qu¨ªmicos". Este planteamiento prosaico y esquem¨¢tico presenta a Gerti, la cincuentona adinerada, y a Gabi, la quincea?era humilde, como v¨ªctimas propiciatorias, y a Janisch como verdugo empujado por las circunstancias propias de una sociedad capitalista rapaz. La realidad adquiere una dimensi¨®n de horror dif¨ªcil de superar, a trav¨¦s de las parodias de g¨¦nero que a Jelinek tanto le gustan: del thriller policiaco se extraen lecciones de violencia machista y de corrupci¨®n; la novela rosa se emplea como manual de autoenga?o femenino; el canto a la naturaleza se trueca en denuncia ecologista.
Jelinek trabaja con las ar-
mas de lo expl¨ªcito. No insin¨²a, no explora, no opina; aporrea con el mazo de la certeza. "S¨®lo yo lo s¨¦ todo porque lo he expuesto ex profeso en colores de acuarela". La ronda macabra de Gerti, Gabi y Janisch se complementa con un cuarto personaje principal, la propia narradora que, con creciente furia, glosa la escritura del texto. Le duele "el nervio idiom¨¢tico", se hace la atolondrada, comenta con escepticismo sus esfuerzos: "Otro de mis chistes medio muertos, esperemos que el ¨²ltimo, con los a?os parece que no se reanima, a pesar de que lo despierto una y otra vez". Comentarios jocosos como ¨¦ste, no s¨®lo eximen a la autora de cualquier responsabilidad con sus enunciados, sino que privan al lector de todo margen de pensamiento propio. Tarde o temprano, la lectura asistida, inevitablemente, deriva en aburrimiento. "Ustedes pueden formular sus quejas de aburrimiento mientras leen esto, pero no a m¨ª, por favor. En lo que a este problema respecta, no voy a estar yo ah¨ª para echarles una mano. Tampoco a m¨ª misma. No estoy en ning¨²n sitio". Jelinek emplea este recurso contraproducente a medida que pierde el control y aumenta la inflaci¨®n verbal del texto, cuyas 345 p¨¢ginas sin estos efectos ironizantes probablemente habr¨ªan desprendido m¨¢s fuerza corrosiva y menos chisporroteo ingenioso.
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