?Juguetes anal¨®gicos o digitales?
?A qu¨¦ edad podemos empezar a regalar a los ni?os juguetes digitales? Dicho m¨¢s cient¨ªficamente: ?cu¨¢ndo consideran los pedagogos y psic¨®logos infantiles de ra¨ªces freudianas que los cr¨ªos pueden pasar en sus juguetes de la fase anal (anal¨®gica) al complejo de Edipo, que es eminentemente digital porque funciona por conmutaci¨®n en el tri¨¢ngulo afectivo?, ?y qu¨¦ puede pasar de bueno o de malo si el juguete tecnol¨®gico, la moda que arrasa esta temporada navide?a, adem¨¢s de cerebro digital tiene pantalla?
Se acercan los Reyes, tengo que regalarle a mi nieto algo apabullante y estoy hecho un l¨ªo filos¨®fico. ?Un juguete anal¨®gico como los de toda la vida, heredero del cart¨®n piedra u hojalata que funcionaban a cuerda, pero en peluche, pl¨¢stico y aluminio y, como mucho, el¨¦ctrico o a pilas? ?O un juguete digital con pantalla, atiborrado de chips, que se mueve por computaci¨®n, online, hace virguer¨ªas audiovisuales y no resuelve el Edipo porque el padre y/o la madre tambi¨¦n querr¨¢n jugar con ¨¦l?
He consultado en Google el problema que me obsesiona por estas fechas y no hay unanimidad respecto a la delicada transici¨®n infantil de la fase anal¨®gica a la digital. Algunos autores, los materialistas antifreudianos, dicen que cuanto primero, mejor, porque el c¨¦lebre apag¨®n anal¨®gico del pa¨ªs est¨¢ a la vuelta de la esquina y no es cosa de fomentar en los ni?os las pulsiones de la fase anal, o anal¨®gica, dado que ma?ana por la ma?ana todo ser¨¢ digital y a esas edades hay que evitar la m¨¢s m¨ªnima frustraci¨®n.
Por el contrario, los pedagogos y psic¨®logos tradicionalistas, junto con la mayor¨ªa de los cr¨ªticos e intelectuales de los suplementos literarios, siguen advirti¨¦ndonos apocal¨ªpticamente: si el ni?o nace anal¨®gico, y los beb¨¦s, por el momento, nacen todos as¨ª, cuanto m¨¢s se retrase su irremediable llegada a la fase digital ser¨¢ mejor, porque ah¨ª dentro, en las tripas del juguete tecnol¨®gico, los nuevos apocal¨ªpticos han localizado el virus que corrompe a nuestra ni?ez y juventud, como lo demuestran los m¨®viles, los iPod, los efectos digitales de Hollywood, los videojuegos de las miniconsolas, el Messenger de Internet y dem¨¢s cacharros con pantallas que carga el diablo.
No s¨¦ qu¨¦ hacer, sinceramente. Si yo me presento estas navidades con un voluminoso juguete anal¨®gico, muy pedag¨®gico, de pl¨¢stico pop o forrado en peluche y que se mueve patosamente a pilas, temo quedar ante mi nieto como un ser muy antiguo, anclado en los Lunnis, porque los hijos de la generaci¨®n X, los nietos de los baby-boomers, se manejan con pasmoso desparpajo por el universo digital, y ya es sabido que se han hecho los due?os del mando a distancia, responden al m¨®vil, meten y sacan a su antojo discos en el DVD, le dan fren¨¦ticamente a las teclas del Game Boy y, lo que me llama m¨¢s la atenci¨®n, distinguen al primer vistazo los dibujos animados de la factor¨ªa Disney de los de la factor¨ªa Pixar. Pero si llego por Reyes con un juguete tecnol¨®gico que sea la ¨²ltima novedad, pongamos un divertido perro Aibo, un aut¨®mata de la multinacional Sony que ya va por la tercera generaci¨®n y es el no va m¨¢s en vanguardias tipo cyborg, temo ser un corruptor de menores aunque sus ojos, de eso estoy seguro, se iluminen y destellen como en un antiguo dibujo animado.
Los ni?os de hoy, est¨¢ cantado, ser¨¢n ma?ana por la ma?ana los secreen-agers (?pod¨ªamos traducir por pantalleros digitales?), y mi gran duda filos¨®fico-pedag¨®gica es si hay que retrasar o acelerar su salida de la fase anal¨®gica. Echo la vista atr¨¢s en busca de mi jurisprudencia de los Reyes anal¨®gicos y s¨®lo recuerdo dos cosas que merecen la pena. La vez que me trajeron un Cinexin (el Pathe-Baby fue mucho despu¨¦s), y cuando me lleg¨® la primera bicicleta, una Orbea, aunque ya fuera un mangante de la Epifan¨ªa. O sea, el mismo ciclo evolutivo en el juguete que ahora mismo, en plena mutaci¨®n digital y en v¨ªsperas del apag¨®n anal¨®gico. Primero de todo es la pantalla, las im¨¢genes en movimiento o cosas que simulen la fascinaci¨®n del cine (los fuertes contra los comanches), y despu¨¦s vienen, naturalmente, las dos ruedas para salir o fugarse de casa en busca de otras im¨¢genes, a pedalada o en Vespino.
En realidad, el juguete de Reyes m¨¢s deseado siempre fue el m¨¢s tecnol¨®gico del momento y siempre intentaba simular movimiento. Tanto en la fase anal, en la fase f¨¢lica como durante el complejo de Edipo. Es m¨¢s, lo que los ni?os exigen al juguete es que est¨¦ sincronizado con las tecnolog¨ªas del presente, y por eso fracasan con estr¨¦pito los padres, los t¨ªos o los abuelos que regalan tecnonostalgias de su propia fase anal¨®gica e intentan repetir, medio siglo despu¨¦s, la misma emoci¨®n que con sus m¨ªticos juguetes.
Y aqu¨ª rige una nueva ley de la evoluci¨®n que me acabo de inventar. Las vanguardias tecnol¨®gicas del futuro, valga la redundancia, est¨¢n en los juguetes que hoy mismo los ni?os exigen de los Reyes. Lo que pasa, al margen del conflicto anal¨®gico / digital en el que estamos atrapados, es que el ciberperro ¨¦se de la Sony cuesta un huevo.
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