Nos vemos en el hospital
Soy adicto a Frasier, entre otras razones, porque la medicina de los hermanos Crane no tiene tratos con la sangre, la cirug¨ªa, las intervenciones a coraz¨®n abierto, los bistur¨ªes, las ciencias de la autopsia o el arte de embalsamar. Era la ¨²nica serie que todav¨ªa no hab¨ªa entrado en un hospital de urgencias pero, ay, esta misma semana han ingresado al hipocondr¨ªaco Nice para implantarle un bypass, como a Di St¨¦fano. La parrilla, como ya viene siendo habitual, se dividi¨® en dos grandes plat¨®s. Los escasos programas, series o reportajes que no ocurr¨ªan en cl¨ªnicas, salas de operaciones o morgues, y todo lo dem¨¢s. ?Hay alguien que se haya molestado en contabilizar los espacios que huelen a cloroformo? Anatom¨ªa de Grey, Hospital Central, U-24, Urgencias o Scrubs s¨®lo son la parte m¨¢s llamativa del fen¨®meno. Pero si escarbamos en las cenizas de la parrilla, informativos incluidos, ir¨¢n apareciendo nuevas e in¨¦ditas plazas hospitalarias. Desde MASH tuve un problema. Soy un tel¨¦filo empedernido, pero no soportaba en pantalla inyecciones en vena, la visi¨®n de la sangre, esa desenvoltura forense y hasta los puntos de sutura me obligaban a cerrar los ojos. Lo cual acab¨® siendo un foll¨®n porque con los ojos cerrados no pod¨ªa practicar la telefilia. Las mejores im¨¢genes que recuerdo de estos d¨ªas trataron precisamente de lo mismo: el ingreso de Nice haciendo de Allen en las urgencias de Seattle, la sala de embalsamar de A dos metros bajo tierra, las autopsias morbosas y con insoportables lentes macro de CSI, el quir¨®fano de Nip / Tuck, la salvaje trepanaci¨®n del centuri¨®n en Roma. Desde que una vez me ingresaron y s¨®lo obtuve anestesia local, hab¨ªa jurado no volver a meterme en plat¨®s tan horrendos. Pero la telefilia, que tambi¨¦n es enfermedad, logr¨® curar mi vieja hipocondr¨ªa. Y el causante principal del milagro de no desmayarme en los infinitos quir¨®fanos, autopsias o disecciones, es el sabio doctor Grissom de CSI (Las Vegas, claro). Hab¨ªa que optar entre cerrar los ojos y perderme lo mejor de la tele, y yo eleg¨ª el maravilloso morbo de las series de difuntos. Le debo una, doctor Grissom.
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