Estrellarse
Cuando esta noche suenen las doce campanadas de a?o nuevo, media humanidad fiar¨¢ sus deseos a los astros; la otra media dar¨¢ saltos de mono con una narizota de cart¨®n, haciendo sonar una trompetilla bajo una lluvia de serpentinas. Esos gritos de alegr¨ªa que unos dar¨¢n al sorprenderse vivos todav¨ªa o las preguntas que en silencio otros formular¨¢n a las estrellas no ser¨¢n sino los anillos de la serpiente que en Nochevieja se expande por el universo a la velocidad de la luz desde este planeta. En alg¨²n punto de las galaxias estar¨¢n viajando las promesas que se establecieron el a?o pasado y por mucho que uno se esfuerce, no lograr¨¢ alcanzarlas, por eso hay que renovarlas siempre. Un a?o tarda la Tierra en dar una vuelta al sol; un a?o suele emplear tambi¨¦n cada persona en dar una rotaci¨®n alrededor del propio h¨ªgado, donde se asientan todos los humores. Al final de este viaje de 360 grados uno se detiene en el punto inmutable en que se inici¨® el c¨ªrculo, pero en el espejo han quedado las marcas que en el rostro ha fijado el tiempo. S¨®lo existen dos salidas para eludir la maldici¨®n del espejo: aturdirse hasta alcanzar la inocencia del mono o esperar que el destino sea conducido por tu constelaci¨®n preferida hasta el fondo del universo. En el primer caso, cuando m¨¢s te aproximes al chimpanc¨¦, m¨¢s feliz ser¨¢s, de modo que una nariz de cart¨®n ser¨¢ poca cosa si uno no acude a la llamada de la selva. Mientras rueden los astros por su lado, ese viaje alrededor de uno mismo ser¨¢ otro regreso a Itaca. Est¨¢n ya creciendo los d¨ªas. A mitad de enero te sorprender¨¢ el sol extasiado en las cortinas cuando a esa hora de la ma?ana la cama estaba a oscuras todav¨ªa y esa luz de tortilla ser¨¢ la m¨¢s apropiada para que sobre ella se desperece el gato que llevas dentro; la savia que comienza a agitar las gemas de los ¨¢rboles tambi¨¦n subir¨¢ por tus piernas hasta alcanzar el huesito de la risa y a partir de ah¨ª rodar¨¢n las horas. Para ti Dios ser¨¢ un whisky a media tarde, morder una sand¨ªa en verano, un paseo sobre las hojas amarillas de oto?o en un rinc¨®n secreto de la monta?a, el perfume del jersey de lana que expele al armario donde lo guard¨® Pen¨¦lope, ese camino hacia la guarida para explorar una vez m¨¢s el deseo de perpetuarte en la memoria del amante. No hay que pedir a los astros nada que ya no tengas, que no merezcas, pero si esta vez quieres alcanzar un deseo m¨¢s all¨¢ de tus fuerzas y te das un golpe contra el destino, en el fondo de la oscuridad ver¨¢s las estrellas y esa ser¨¢ la mejor forma de estrellarse.
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