Un poeta del microcosmos
Hasta la publicaci¨®n de estos dos impresionantes vol¨²menes, dir¨ªa que Yehuda Amihai era una asignatura pendiente para el lector en lengua castellana. No as¨ª en catal¨¢n, lengua en la que un joven y excelente poeta y hebra¨ªsta, Manuel Forcano, siguiendo las huellas anteriores de otro hebra¨ªsta catal¨¢n, Eduard Feliu, lleva ya unos diez a?os acerc¨¢ndonos la obra de quien es sin duda uno de los grandes poetas del siglo XX, Yehuda Amihai (1924-2000). Seguramente, por esta raz¨®n tengo tendencia a pensar en Amihai como Amikhai, que es como ha pasado su apellido a la lengua catalana (en la inglesa, generalmente se vierte por Amichai).
En cualquier caso, nunca es tarde si la dicha es mucha, que se dice. Tambi¨¦n, ser¨ªa injusto no consignar la Antolog¨ªa po¨¦tica 1948-1989 de este autor, titulada Un idioma, un paisaje (Hiperi¨®n, 1997), y Ahora y en otros d¨ªas (Universidad de Granada, 1994). En cualquier caso, insisto, por fin el lector hisp¨¢nico puede empezar a aprobar la asignatura Amihai, algo que los lectores en otras lenguas europeas llevan a?os aprobando.
Gran tranquilidad: preguntas y respuestas.
Yehuda Amihai.
Traducci¨®n de Raquel Garc¨ªa Lozano.
C¨¢tedra.
Madrid, 2005.
20 p¨¢ginas.
14 euros.
Detr¨¢s de todo esto se oculta una gran felicidad.
Yehuda Amihai.
Traducci¨®n de Raquel Garc¨ªa Lozano.
La Poes¨ªa se?or Hidalgo.
Barcelona, 2005.
351 p¨¢ginas.
20 euros.
Por otra parte, antes de en-
trar en materia, hay una raz¨®n a aportar que quiz¨¢s explique la demora de la entrada si no masiva, s¨ª importante, de Amihai en los cat¨¢logos editoriales, concretamente en lengua castellana. Es una raz¨®n que habr¨ªa que buscar en las p¨¢ginas de opini¨®n e internacionales de cualquier peri¨®dico (lo mismo se puede decir de la radio y televisi¨®n), donde la criminalizaci¨®n de todo lo israel¨ª a veces da paso a una verdadera judeofobia. Tambi¨¦n, podr¨ªamos preguntarnos por qu¨¦ no recay¨® en el poeta el premio de la Academia Sueca y, definitivamente, acordar que la pol¨ªtica (o un estado de opini¨®n, en este caso occidental) interfiere en la literatura. Porque Amihai es un poeta (l¨ªrico, ya lo anticipo) israel¨ª, nacido en Alemania, concretamente en W¨¹rzburg, que por cuesti¨®n de cronolog¨ªa personal tuvo que doblarse en soldado.
Si Susan Sontag repiti¨® que, si hablaba de guerras, es porque hab¨ªa presenciado en vivo m¨¢s de dos, Amihai particip¨® en tres. Como joven combatiente del Palmach, ayudando a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, y en dos guerras de su pa¨ªs, Israel, la de liberaci¨®n de 1948 y la de 1967. Circunstancias personales que, con sus dotes podr¨ªan haberle abocado a la poes¨ªa ¨¦pica, a ser un poeta major, como nerudiano. Pero Amihai, un confesado admirador de Auden y de la generaci¨®n de los poetas ingleses de los a?os treinta, sin descuidar a Eliot o Hardy, eligi¨® -con alguna excepci¨®n- situarse en el terreno minor, el del microcosmos (en ning¨²n caso menor, que quede claro), y, contradiciendo a Adorno, demostrarnos que, despu¨¦s de Auschwitz, a¨²n es posible la poes¨ªa l¨ªrica.
En el cap¨ªtulo de las excepciones a las que me refer¨ªa dentro de su obra, el lector puede comprobarlo en los 'Poemas de Jerusal¨¦n', en la primera parte de Detr¨¢s de todo esto..., un poema en 39 cantos que, por alguna raz¨®n, me recuerda el justamente famoso 'R¨¦quiem', de Ajm¨¢tova (por cierto, tambi¨¦n el Nobel pas¨® de largo).
Amihai, no obstante, es un poeta del que es muy f¨¢cil establecer una antolog¨ªa de poemas de amor (en realidad, poseo un par en lengua inglesa), como ser¨ªa f¨¢cil una antolog¨ªa de humor, a pesar de la guerra. V¨¦ase 'Turistas', dentro de Gran tranquilidad: "Visitas de condolencia nos hacen, / Se sientan en el Yad Vashem, / Se ponen serios junto al muro de las lamentaciones / Y se r¨ªen tras pesadas cortinas de habitaciones de hotel".
Un poema que record¨¦ cuando se anunci¨® su muerte en septiembre de 2000, a pocos d¨ªas de que estallara la cruenta segunda Intifada. Lo record¨¦ porque, a pesar de que el entonces primer ministro israel¨ª, Ehud Barak, presidi¨® el duelo en Jerusal¨¦n, todos y cada uno de los participantes (alguno con uniforme militar) en la ceremonia recordaron su aut¨¦ntica alergia a ser considerado "poeta nacional" cuando, en realidad, lo era. No obstante, ser¨ªa injusto, y Amihai, un hombre de trato m¨¢s que sencillo, lo repudiar¨ªa, si consider¨¢ramos que con ¨¦l se clausura la gran poes¨ªa renovadora hebrea de nuestro tiempo.
Incidentalmente, Amihai es exponente de lo que se llama la Generaci¨®n del Estado, porque su entrada en el mundo literario tuvo lugar cuando ya exist¨ªa el Estado de Israel. Por otra parte, en el momento de escribir estas l¨ªneas, me hablan de la muerte (suicidio) de una gran poeta israel¨ª, Dalia Ravikovitch, una sabra (naci¨® en Ramat Gan en 1936), autora desconocida en estos lares. Podr¨ªa aportar m¨¢s autores, pero correr¨ªa el riesgo del list¨ªn telef¨®nico. Porque, ah¨ª radica el valor de estos dos vol¨²menes: Israel es un pa¨ªs donde la estad¨ªstica literaria fracasa. El n¨²mero de grandes creadores literarios no concuerda ni con el c¨®mputo de poblaci¨®n ni con la territorialidad. Es significativo que la presente traductora, Raquel Garc¨ªa Lozano, haya sido asimismo la ¨²ltima traductora de un prosista, Amos Oz, y su impresionante paseo memorialista, Una historia de amor y oscuridad (Siruela, 2003). Garc¨ªa Lozano es una traductora efectiva, aunque me permito a?orar que, en las innumerables referencias b¨ªblicas, no haya pedido m¨¢s de un pr¨¦stamo a la antigua versi¨®n de Cipriano de Valera, aquel traductor de una historia de la literatura que se llama Biblia (es una opini¨®n, lo de la historia, de Borges). En general, los traductores ingleses no escatiman su recurso a la versi¨®n del Rey Jaime, por poner otro ejemplo, de la misma manera que E. M. Forster lo intercalaba en sus novelas.
Amihai, por otra parte, re-
cordar¨¢ a m¨¢s de un poeta centroeuropeo, un Herbert o un Zagaiewski, polacos ambos y, curiosamente, tambi¨¦n m¨¢s traducidos a la lengua catalana (ser¨¢ porque los catalanes solemos ser referidos como "polacos" en alg¨²n ambiente mesetario) que a la castellana. Todos, israel¨ªes o polacos, con grandes deudas a Rilke, aquel gran checo de expresi¨®n alemana: "Pero mi dominio del llanto endureci¨® / los cimientos. Y mis pies caminando / con la desesperaci¨®n de la felicidad, actuaron como arados / y apisonadoras", 'Poemas de Jerusal¨¦n', XIV.
Nos recordar¨¢ a los dos grandes polacos mencionados o al rev¨¦s, ellos nos recordar¨¢n a Amihai. Con todo, me parece un acontecimiento tener a mano estos dos espl¨¦ndidos vol¨²menes que nos acercan un poco (queda mucho por versionar) a este gran poeta soldado y no s¨®lo en guerras, sino en una dif¨ªcil paz de la que dependemos todos. Nos guste o no.
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