El gabinete Salvador
Llegar al Jard¨ªn Bot¨¢nico ya es una excursi¨®n singular; est¨¢ un poco a trasmano, en el paseo del Migdia, en la ladera de Montju?c, por detr¨¢s de los estadios deportivos. En estos d¨ªas de invierno all¨ª no hay nadie, siendo sin embargo ese sitio tan digno de admiraci¨®n. Mientras paseas entre los parterres en cuesta, ver¨¢s en lo alto el edificio del Instituto Bot¨¢nico, obra del arquitecto Carlos Ferrater, un bloque horizontal, de l¨ªneas sobrias, que recorta su arista contra el cielo; tiene el aspecto funcional que corresponde a un centro cient¨ªfico, y si no est¨¢s advertido dif¨ªcilmente podr¨ªas imaginar que esos vol¨²menes severos, elementales, de l¨ªneas claras, contienen, adem¨¢s de los laboratorios, almacenes y despachos de los investigadores y funcionarios que trabajan all¨ª con sus instrumentos de precisi¨®n, una instalaci¨®n barroca y variopinta, acumulaci¨®n sistematizada, con ambici¨®n totalizadora, de cosas raras y exquisitas de la naturaleza y la cultura, instalaci¨®n tan propicia a la aventura del conocimiento como a los vuelos de la imaginaci¨®n y las asociaciones delirantes de ideas y recuerdos. Hablo del gabinete de curiosidades de la familia Salvador. Algo ¨²nico. De hecho, el primer museo de la ciudad.
Lo m¨¢s asombroso del gabinete es el hecho de que se haya conservado intacto desde el siglo XVII
?ste s¨ª que es en puridad un museo secreto, secret¨ªsimo, pues sus colecciones se fueron formando a lo largo del siglo XVII y durante la primera mitad del siglo XVIII, pero es ahora, a principios del XXI, cuando se muestran al p¨²blico por primera vez. Y s¨®lo en se?aladas ocasiones sin calendario fijo, es decir, cuando se celebra alguna exposici¨®n o alg¨²n acto protocolario o acad¨¦mico, lectura o conferencia, en cierta sala alargada donde se las puede ver, al otro lado de una l¨¢mina de cristal, en sus estantes y cajones y otros muebles construidos ad hoc. All¨ª tambi¨¦n los armarios bellamente decorados con pinturas al ¨®leo donde tantas cosas exquisitas y extraordinarias se guardaron durante siglo y medio, en la rebotica de una pr¨®spera farmacia, s¨®lo para los ojos de algunos privilegiados.
No te pierdas la pr¨®xima exposici¨®n que se celebre en el instituto. All¨ª ver¨¢s plasmados en grabados y figuras los rostros de los sucesivos primog¨¦nitos y segundones de la familia Salvador: una estirpe de hombres cultos, inteligentes, sabios, laboriosos, decorosos y razonablemente contentos; de farmac¨¦uticos con establecimiento en Fusteria-Ample, donde ahora est¨¢ el edificio de Correos; de bot¨¢nicos prestigiosos que recorr¨ªan Espa?a y Portugal herborizando, y que manten¨ªan correspondencia con las academias de las ciencias de las grandes capitales europeas. Generaci¨®n tras generaci¨®n, fueron ampliando las colecciones del gabinete hasta que el h¨¢bito de los matrimonios consangu¨ªneos produjo trastornos gen¨¦ticos, y fatalmente condujo a la implosi¨®n familiar. A mitad del siglo XVIII, apenas ning¨²n Salvador era ya capaz de leer con fluidez la biblioteca en lat¨ªn de sus mayores, formada por 1.345 libros de alquimia, de qu¨ªmica, bot¨¢nica y viajes; de descifrar las observaciones que aqu¨¦llos anotaron en los m¨¢rgenes de las Historiae omnium plantarum o del Journal des S?avans, la primera revista cient¨ªfica de la historia, impresa en ?msterdam, que la familia coleccion¨® desde 1650 hasta 1717; ni menos a¨²n eran capaces de sostener correspondencia con los sabios y academias de ciencia europeos. Se extinguieron, y el gabinete lo hered¨® una rama lateral de la familia, que lo conserv¨® en el desv¨¢n del Mas de la Bleda -una mas¨ªa de Vilafranca del Pened¨¨s- hasta que la Generalitat se lo incaut¨® en 1933.
La primera cosa asombrosa que ver¨¢s del gabinete es el hecho de su propia preservaci¨®n, que se haya conservado intacto a diferencia de tantos otros que repartieron sus colecciones entre los nuevos museos de las distintas disciplinas. Salvo las colecciones de armas y de monedas, y algunos objetos valiosos, como el precioso hueso de narval, se conserva ¨ªntegro; los 4.000 pliegos del herbario, que re¨²nen plantas de toda la cuenca mediterr¨¢nea, se han desgajado y sumado a los fondos del instituto, que rondan el mill¨®n de ejemplares; pero ver¨¢s la biblioteca y la correspondencia ya mencionadas, ver¨¢s la colecci¨®n de raros minerales, ver¨¢s una impresionante colecci¨®n de f¨®siles, esas cosas que entonces no se sab¨ªa bien si se trataba de juegos de la naturaleza, o tal vez de animales extintos que no pudieron subir al arca de No¨¦ y fueron pillados por el diluvio universal; ver¨¢s un esturi¨®n disecado de los que navegaban por el Ebro, con el morro comido por los ratones (esos bichos escriben tambi¨¦n; royendo, royendo, escriben su frase voluntariosa y mon¨®tona, siempre la misma. Qu¨¦ pelmazos); una iguana y otros animales particulares; un cuerno de rinoceronte negro, y una colecci¨®n de piedras tobas, piedras calizas, de un aspecto muy parecido a las actuales p¨ªldoras de ¨¦xtasis, con su emblema en relieve, que se tragaban para combatir la disenter¨ªa; a lo mejor ver¨¢s -yo no la vi, pero el se?or Montserrat que trabaja all¨ª y me explic¨® todo esto, me dijo que est¨¢ entre los fondos, en alg¨²n frasquito de cristal dentro de alguna cajita de cart¨®n, pendiente de inventario- la piedra de Bezoar: un c¨¢lculo de serpiente, de carbonato c¨¢lcico, que entre otras virtudes tiene la de avisar cuando una copa lleva veneno. Ver¨¢s infinidad de hermos¨ªsimas conchas y moluscos: "Ver¨¢s mil retorcidas caracoles,/ mil bucios istr?ados, con se?ales/ y pintas de lustrosos arreboles:/ los unos del color de los corales,/ los otros de la luz que el sol represa/ en los pintados arcos celestiales,// de varia operaci¨®n, de varia empresa,/ despidiendo de s¨ª como centellas,/ en rica mezcla de oro y de turquesa", seg¨²n Francisco de Aldana, el divino capit¨¢n, las describi¨® en su poema Carta para Arias Montano sobre la contemplaci¨®n de Dios y los requisitos della; la famosa carta al sapient¨ªsimo Arias, que coleccionaba conchas, y para convencerle de que fuese a visitarle en su fortaleza de San Sebasti¨¢n, Aldana le promet¨ªa que en aquellas playas iba a encontrar muchas. Desde entonces no es posible ver una colecci¨®n de conchas sin recordar a Aldana.
museosecreto@hotmail.com
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