?Parece una avispa!
"Sembra una vespa!". Es 1946 y estamos en Pontedera (Italia). Enrico Piaggio contempla el prototipo de ciclomotor que ha preparado su equipo y suelta la famosa frase que la bautizar¨ªa para siempre: ?parece una avispa! Meses antes hab¨ªa rechazado el primer prototipo, Paternino (Pato Donald en italiano), y le hab¨ªa encargado al ingeniero aeron¨¢utico Corradino d'Ascanio, su hombre de confianza, que arreglara el asunto. La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y Enrico necesitaba un producto con el que resucitar el imperio heredado de su padre, Rinaldo Piaggio, que se dedic¨® a la fabricaci¨®n de barcos y vagones de tren. Pero las necesidades cambian y durante los ¨²ltimos a?os Piaggio se hab¨ªa dedicado a la producci¨®n de helic¨®pteros, aviones e incluso armas, y sufre los bombardeos de los aliados. Se ha dicho muchas veces que Enrico fue un visionario que supo darse cuenta de que los italianos iban a necesitar un modo de transporte sencillo y barato en la nueva etapa de reconstrucci¨®n del pa¨ªs. Lo que no se menciona tanto es que un ciclomotor necesita poca materia prima, lo que facilita su producci¨®n en los primeros meses de paz. Adem¨¢s, durante los largos periodos de inactividad de las f¨¢bricas en los a?os de la contienda, algunos de sus operarios se hab¨ªan entretenido creando objetos, desde sartenes hasta un peque?o ciclomotor que usaban para moverse por las instalaciones. Algo as¨ª como el abuelo de la Vespa. El 23 de abril de 1946, Piaggio inscribi¨® en la oficina de patentes su Vespa 98 y lanz¨® al mercado 2.000 unidades. Tras los primeros meses de incertidumbre, lleg¨® el ¨¦xito. La Vespa consume poco, es f¨¢cil de usar (tiene todos los mandos en el manillar) y de arreglar, y es limpia (no tiene la correa al aire), lo que permite usarla, dicen las campa?as publicitarias, incluso a las mujeres con sus faldas y a los curas.
A Espa?a lleg¨® en 1952, cuando Moto Vespa, la filial espa?ola, abri¨® su f¨¢brica en Madrid. En febrero de 1953 se puso a la venta la primera Vespa espa?ola, que costaba 16.500 pesetas. Y volvi¨® a repetirse el ¨¦xito. Como ocurre fuera, empiezan a proliferar los Vespa Club (fomentados por la propia Piaggio), que organizan decenas de actividades: el 12 de octubre de 1953 tuvo lugar el I Rallye Vespa espa?ol. Un a?o despu¨¦s se organiza la Vuelta a Espa?a en Vespa: 5.000 kil¨®metros en siete d¨ªas. En 1958, el club de Valladolid logra subir a 30 personas en una Vespa, batiendo el r¨¦cord de los ingleses. Y as¨ª un largo etc¨¦tera.
17 de diciembre de 2005. Diecis¨¦is motos multicolor -verdaderas ancianas de la locomoci¨®n- circulan pisando huevos por la A2 a la altura de Guadalajara. Los conductores de los coches que las esquivan sueltan improperios, y sus hijos, boquiabiertos, pegan la nariz a la ventanilla para ver pasar a este grupo de aficionados al escuterismo cl¨¢sico (la Vespa y sus competidoras, en especial Lambretta). En los a?os ochenta y noventa, los ciclomotores vivieron una grave crisis de ventas. Poco a poco empezaron a proliferar los modelos de pl¨¢stico que hoy conocemos, lo que provoc¨® el nacimiento en paralelo de la afici¨®n por las versiones antiguas. Su pasi¨®n es una mezcla de nostalgia, ganas de sentirse diferente y amor por lo retro. Hay clubes en Madrid, Asturias, Guadalajara, Barcelona? Su modus operandi se parece (que se tapen los o¨ªdos los escuteristas en la sala) al de los aficionados al tuning: se re¨²nen los fines de semana para mostrar sus respectivas joyas, se entregan premios, invierten sus ahorros en ellas? Les diferencia, eso s¨ª, que en lugar de espect¨¢culos de strip-tease organizan guateques a la antigua usanza en los que se baila northern soul y m¨²sica de los sesenta.
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