Oposici¨®n parlamentaria
El ejercicio de la oposici¨®n parlamentaria no tiene un gui¨®n fijo para establecer su conducta, pero es evidente que la oposici¨®n inteligente responde y adapta su actuaci¨®n a la acci¨®n que desarrolla el Gobierno al que pretende sustituir. En Espa?a estamos asistiendo a una actuaci¨®n de la oposici¨®n contundente y sin concesiones en casi todos los frentes pol¨ªticos que el Gobierno de Zapatero tiene abiertos o ha anunciado intenci¨®n de abrir. La impresi¨®n es que los dirigentes populares, hasta hace muy poco a¨²n perplejos por su inesperada derrota electoral el 14 de marzo, establecieron un acuerdo, dig¨¢mosle estrat¨¦gico, de acoso y desgaste directo al Gobierno desde el primer d¨ªa de la actual legislatura. Una actuaci¨®n que no ha ahorrado ning¨²n instrumento a su alcance; desde las movilizaciones multitudinarias en la calle, pasando por la bronca parlamentaria y finalizando por una acci¨®n demoledora sin paliativos de algunos medios de comunicaci¨®n afines, como m¨ªnimo en su odio a todo lo que es socialista y l¨®gicamente catalanista o vasquista.
Es evidente que hasta la fecha ¨¦sta estrategia ha dado algunos resultados, probablemente menores de los esperados por la direcci¨®n conservadora, ya que sin duda ha permitido mejorar las expectativas electorales de los populares, seg¨²n todos los sondeos. La cuesti¨®n, sin embargo, no es si hoy el PP estar¨ªa en condiciones de retornar a La Moncloa en la hip¨®tesis de celebrarse las elecciones de inmediato, sino si lo va a estar cuando se produzcan las elecciones, previstas para dentro de dos a?os y dos meses. Y en este punto es donde podemos aventurarnos a afirmar que todo este esfuerzo y todo este riesgo asumido en el populista y neoconservador estilo de oposici¨®n de la formaci¨®n que lidera Mariano Rajoy puede no quedar en nada.
Fij¨¦monos en que, de existir una constante en el discurso y las pancartas que los populares han levantado desde hace dos a?os, ¨¦sta ha sido la del tremendismo y el catastrofismo. Un repaso a cualquier hemeroteca nos permite ver que, seg¨²n los dirigentes populares, no s¨®lo es Espa?a la que esta en peligro de ruptura a causa de la reforma estatutaria catalana, sino que tambi¨¦n la familia ha sido atacada y est¨¢ amenazada, como lo est¨¢n la escuela y la libertad de los padres para establecer una educaci¨®n adecuada para sus hijos, y la libre competencia, que dicen que beneficia a los consumidores, va a ser barrida de un plumazo en el sector energ¨¦tico. Y todo ello por las intenciones de un Gobierno como el de Zapatero, d¨¦bil y condicionado por unos socios parlamentarios que no tienen ning¨²n sentido ni aprecio a Espa?a ni a los valores tradicionales de Espa?a. Y todo ello sin hablar de la, seg¨²n los populares, irresponsable irregularizaci¨®n de la poblaci¨®n extranjera; o la pedig¨¹e?a y fracasada pol¨ªtica exterior, particularmente con Europa; o la peor de todas las traiciones a la democracia en general y a Espa?a en particular: el anuncio del Gobierno -refrendado por las Cortes- de asumir el di¨¢logo como una de las v¨ªas para erradicar el terrorismo.
No hay margen para ser m¨¢s cr¨ªtico y m¨¢s derrotista. Se podr¨¢n a?adir nuevas cuestiones a esa agenda tan repleta de protestas y movilizaciones, pero no m¨¢s intensidad. Y ¨¦se es probablemente el principal problema del Partido Popular. Cuando a¨²n no hemos llegado al Ecuador de la legislatura, la p¨®lvora quemada es tanta y de tal intensidad que dif¨ªcilmente va a poder proseguir el PP con la misma intensidad de sus protestas y denuncias en el decurso de los dos pr¨®ximos a?os sin convertirse ya en una caricatura de grupos antisistema. Pero ¨¦sta no es la ¨²nica cuesti¨®n que deber¨ªa preocupar a los dirigentes populares. Si en la calle de G¨¦nova a¨²n hay quien mantenga la lucidez de pensamiento pol¨ªtico y anal¨ªtico, deber¨ªa advertir del riesgo evidente que el estilo de oposici¨®n practicado comporta en el distanciamiento de las posiciones centrales -del espectro ideol¨®gico- del PP. Para decirlo claro y simple: ese viaje al centro que permiti¨® en 1996 y en 2000 al PP derrotar al PSOE, hundido por un mar de errores y corruptelas tras 14 a?os de ejercicio del poder, hoy queda muy lejos. Si en 1996 el PP tuvo que emprender un viaje hacia el centro, hoy ese viaje lo ha realizado de regreso a las posiciones m¨¢s conservadoras y derechonas imaginables. Ese regreso s¨®lo tiene el inconveniente de que no lo ha realizado con el conjunto de la sociedad espa?ola ni me atrever¨ªa a decir con los 10 millones de votantes que en el 2000 le dieron la mayor¨ªa absoluta. Y en democracia, para ganar, necesitas que el cuerpo electoral te siga a donde tu vayas. Por eso, ante la duda muchos partidos deciden renunciar a una parte de sus propuestas m¨¢s ideol¨®gicas para quedarse en las posiciones centrales, donde la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa dice encontrarse.
Pero el obst¨¢culo m¨¢s dif¨ªcil lo tendr¨¢ el PP si el Gobierno decide mantener el rumbo y la intensidad de sus decisiones. Es decir, si no se arruga -por decirlo popularmente- ante tanta presi¨®n callejera. Lo peor para los intereses del PP es que ninguna de sus predicciones catastrofistas se va a cumplir. Espa?a no se romper¨¢ con un nuevo Estatuto, la gente estar¨¢ satisfecha si ETA deja las armas, la escuela y la familia no desaparecer¨¢n, ni la regularizaci¨®n provocar¨¢ -como los datos ya ponen de relieve- ning¨²n efecto llamada. A Rajoy le puede ocurrir como en el cuento del lobo. Despu¨¦s de tanto anunciar que viene el lobo sin que ¨¦ste llegue, no va a obtener el cr¨¦dito requerido para ahuyentar su particular lobo cuando sea la hora. Una pena.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo
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