El centro de Sharon
Uno de los asuntos m¨¢s sobados de la actualidad internacional es el proceso de paz palestino-israel¨ª, con aquella famosa irreversibilidad que, supuestamente, pose¨ªa la firma de Washington, que como creaba una autoridad auton¨®mica en Cisjordania y Gaza, era cosa de dogma que ya no pod¨ªa haber marcha atr¨¢s y la paz resultaba inevitable. Pero cuanto m¨¢s se escrib¨ªa sobre esa paz, m¨¢s claro estaba que nadie trabajaba por ella, hasta el punto de que en todos estos a?os no ha habido jam¨¢s negociaciones que fueran dignas de tal nombre. Y en ese discurrir, el primer ministro israel¨ª, Ariel Sharon, es un notable punto de inflexi¨®n, pero en absoluto el inventor de nada.
Es defendible la posici¨®n de que, como mucha gente sostiene en Israel, la paz sea una utop¨ªa, porque una parte sustancial del pueblo ¨¢rabe-palestino no admite el establecimiento del jud¨ªo en su antiguo solar y, cualquiera que sean sus fintas, amagos, y zalemas, si puede, erradicar¨¢ el sionismo por la fuerza. Seg¨²n este punto de vista, que ha sido siempre el de Sharon, negociar es in¨²til, hay que mantener una postura militar agresiva, y las concesiones, s¨®lo de fachada, han de cancelarse siempre sobre el terreno.
Esa es la historia de la no-negociaci¨®n desde los acuerdos de Oslo a la fecha, marco en el que se han avenido a tratar aquellos palestinos que quieren o dicen que quieren la paz de la reconciliaci¨®n con los sionistas, sin reparar en que est¨¢n legitimando con ello un viaje a ninguna parte. En septiembre de 1993, los firmantes acordaron la renuncia a la violencia y un calendario para negociar la paz. Ello no implicaba, sin embargo, que Israel tuviese ni siquiera que detener la colonizaci¨®n de los territorios ocupados, que dos resoluciones de la ONU piden a Israel que evacue. A¨²n hoy se queda uno perplejo de que la OLP palestina no exigiera garant¨ªas documentales de que iba a cesar la colonizaci¨®n a cambio del alto el fuego. Y, en consecuencia, Jerusal¨¦n sigui¨® inflando de colonos Cisjordania, lo que vaciaba de sentido cualquier negociaci¨®n. Ham¨¢s, con toda probabilidad, habr¨ªa existido y habr¨ªa recurrido igualmente al terror aunque no hubiera habido colonizaci¨®n, pero la organizaci¨®n terrorista, en parte al menos, se ha nutrido de la colonizaci¨®n, y, sobre todo, la Autoridad Palestina habr¨ªa tenido mayor incentivo para actuar contra el terror si Israel hubiera dejado en 1993 de colonizar.
Al tiempo que esta realidad perversa lo pudr¨ªa todo, el israel¨ª cultivado, moderado, m¨¢s votante incluso del centro o de la izquierda que de la derecha, discut¨ªa ponderadamente el conflicto suprimiendo, quiz¨¢ sin percatarse, aquellos elementos del debate que le estorbaran. Y esa restricci¨®n mental se ha extendido tambi¨¦n a los foros sobre el conflicto que menudean en Europa y Espa?a. As¨ª, el ex teniente general Amnon Shahak, un caballero de modales y disposici¨®n al di¨¢logo ejemplares, y la din¨¢mica Delia Rabin, hija del primer ministro asesinado, Yitzhak Rabin, no ve¨ªan hace poco en Toledo, que existiera conexi¨®n alguna entre terrorismo y colonizaci¨®n. No, justificaci¨®n, que claro est¨¢ que no la hay, sino conexi¨®n, que es evidente que s¨ª. Y, de igual manera, un israel¨ª bien informado cree cosa juzgada que las resoluciones 242 y 338 de la ONU ya no son aplicables al conflicto, por el solo hecho de que al aceptar los palestinos la negociaci¨®n directa, ¨¦stas han quedado, en la pr¨¢ctica, anuladas.
El israel¨ª medio cree a pies juntillas, igualmente, que la secuencia correcta es terrorismo, seguido de represi¨®n, en lugar de colonizaci¨®n-terrorismo-represi¨®n. Y es bajo el gobierno de Sharon cuando se ha completado esa excursi¨®n a un centro que equidista de dos incumplimientos. Se dice con frecuencia en Israel que el pueblo jud¨ªo quiere, pese al azote del terrorismo, que haya un Estado palestino independiente, pero nadie se interroga sobre qu¨¦, c¨®mo y cu¨¢nto Estado es ese; si no es que es un Estado okupa.
As¨ª es como el primer ministro que hoy lucha por su vida se ha instalado a horcajadas del centro. A su derecha, s¨®lo hay colonizaci¨®n sionista y contra-terror militar; a su izquierda, la misma colonizaci¨®n y un di¨¢logo supeditado a que cese el terror que, precisamente, se alimenta de esa colonizaci¨®n. Y en un centro, auto-esculpido, s¨®lo Ariel Sharon, que nunca ces¨® de promover la ocupaci¨®n, y amenazaba a los palestinos hasta con dictarles la paz.
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