Desacralizar
El pronunciamiento del general Mena y las reacciones que ha provocado dan la raz¨®n a los que piensan que, 27 a?os despu¨¦s, la Constituci¨®n espa?ola necesita una revisi¨®n. El art¨ªculo 8, al que el general hizo referencia, que atribuye al Ej¨¦rcito la misi¨®n "de garantizar la soberan¨ªa e independencia de Espa?a, defender su integridad territorial y el orden constitucional", es un t¨ªpico apa?o de la transici¨®n. La Constituci¨®n se redact¨® bajo la presi¨®n de un ruido de sables, debidamente alimentado desde algunos sectores, del que nunca sabremos con exactitud lo que ten¨ªa de amenaza real. Pero el fantasma del golpismo estaba presente y condicion¨® a los legisladores, que se sintieron obligados a sembrar la Constituci¨®n de ambig¨¹edades, anacronismos o eufemismos. El art¨ªculo 8 es un ejemplo de estos defectos. Es ambiguo sobre la sumisi¨®n de las Fuerzas Armadas al poder civil; es anacr¨®nico, impropio de una Constituci¨®n democr¨¢tica de finales del siglo XX; y est¨¢ situado en un lugar -el t¨ªtulo preliminar- que le da una prestancia y una solemnidad que no le corresponde.
Si se hace una lectura sistem¨¢tica de la Constituci¨®n, no hay duda sobre la supremac¨ªa del poder civil sobre el militar (Art. 104). De modo que el art¨ªculo 8 deber¨ªa ser una reliquia hist¨®rica sin mayor trascendencia. Pero las palabras del general Mena y sobre todo la reacci¨®n del PP y de muchos l¨ªderes de opini¨®n de la derecha hacen pensar que esta interpretaci¨®n democr¨¢tica de la Constituci¨®n no est¨¢ plenamente asumida.
Al considerar que las declaraciones del general son inoportunas pero llenas de raz¨®n y comprensibles por la situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a, se est¨¢ alimentando la peligrosa idea de que las Fuerzas Armadas tienen una misi¨®n: proteger la unidad de la patria cuando consideren que est¨¢ en peligro, lo que, en la medida que est¨¢ especificado en el t¨ªtulo preliminar de la Constituci¨®n, les sit¨²a excepcionalmente al margen de su obligaci¨®n de obediencia al poder pol¨ªtico. Con lo cual, el Financial Times tiene raz¨®n: "La Constituci¨®n deber¨ªa reformarse para dejar clara la supremac¨ªa del poder civil sobre el poder militar". Si la derecha en 30 a?os no ha acabado de entenderlo, mejor ser¨¢ que abandonemos las ambig¨¹edades constitucionales para ahorrarnos alg¨²n susto.
Los que, al modo del general Mena, interpretan que el art¨ªculo 8 otorga al Ej¨¦rcito la defensa de la unidad nacional est¨¢n haciendo una lectura err¨®nea y sumamente peligrosa. Err¨®nea, del conjunto del texto constitucional e incluso del propio sentido del art¨ªculo 8: la expresi¨®n "defender la integridad territorial" se refiere usualmente a ataques provenientes del exterior. Peligrosa porque da a entender que el Ej¨¦rcito podr¨ªa intervenir contra reformas llevadas a cabo siguiendo los procedimientos democr¨¢ticos, con s¨®lo que sus jefes interpretaran que amenazan la unidad de la patria. Y, sobre todo, porque establece una l¨ªnea divisoria interna entre ciudadanos de Espa?a, que act¨²a como un factor separador, motor m¨¢s eficaz del separatismo que las ambiciones de los nacionalismos perif¨¦ricos. Al escorarse hacia estas posiciones, el grupo que controla el PP est¨¢ dando munici¨®n a Zapatero para poder volver a movilizar a la totalidad de la izquierda frente a la amenaza del retorno de la peor derecha.
El episodio Mena demuestra que para amplios sectores de la derecha las Fuerzas Armadas siguen simbolizando una cierta idea de Espa?a y siguen gozando de cierta autonom¨ªa frente al Gobierno. El art¨ªculo 8 contribuye a ello. Permite alimentar la creencia de que las Fuerzas Armadas, por encima de los avatares del poder pol¨ªtico, tienen la misi¨®n de salvar la llama sagrada de la patria.
Tiene raz¨®n y motivos Zapatero para intentar desacralizar el nacionalismo espa?ol y conducir la cuesti¨®n territorial hacia el ¨¢mbito de la normal negociaci¨®n democr¨¢tica para el reparto del poder. El problema es que est¨¢ rodeado. Para avanzar en este campo tiene que aliarse con unos nacionalismos perif¨¦ricos tan sacralizadores como el espa?ol. Al tiempo que tiene enfrente una derecha que, a la vista de este episodio, hay que pensar que todav¨ªa le faltan algunos fundamentos democr¨¢ticos b¨¢sicos. Todas las naciones son una ficci¨®n, pero como dec¨ªa J. M. Schwartz: "El todo imaginado es, de hecho, a¨²n m¨¢s ficticio que la suma de sus partes".
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