Retratos de una elecci¨®n
Si reincidi¨¦ramos en el viejo arte del retrato literario, e hici¨¦ramos posar a Michelle Bachelet y Sebasti¨¢n Pi?era, los candidatos de izquierda y derecha que se enfrentan en la elecci¨®n chilena de este domingo, acaso nos encontrar¨ªamos con una sorpresa. Las im¨¢genes de ambos que a primera vista resultan muy distintas, puestas juntas de alg¨²n modo se traslapan, resultan inquietantemente complementarias. Se revelan contradictorias y a la vez congruentes. Como es el Chile de hoy.
La doctora pediatra Michelle Bachelet es m¨¢s bien rubia, regordeta, con una risa espont¨¢nea y cierta candidez reposada que inspira inmediata simpat¨ªa. El pelo lacio y los escasos afeites evocan a la muchacha de izquierdas medio hippy, que una vez fue. Sin embargo, esa sencillez un poco plana, "fome", como se dice en Chile -que tambi¨¦n le aparece en cierta cortedad de palabra- sugiere a la vez otra cosa: la familia militar, de clase media, de la que viene. Y esto mismo, acaso, explica mejor que nada esa "desconfianza" que casi todos los observadores le han detectado, pero que yo llamar¨ªa m¨¢s bien recato. Un pudor o reticencia muy nuestros, andinos. Una desconfianza que acaso delata la inseguridad originaria de la peque?a burgues¨ªa chilena. Pero que, por otra parte, la identifica con la sufrida mujer popular y sus temores. Lo que no ha sido menor en acercarla a ser la primera presidenta de Chile (y la primera en Latinoam¨¦rica que no sea la herencia de un l¨ªder masculino, como lo fue Isabelita Per¨®n, por ejemplo).
El economista y empresario Sebasti¨¢n Pi?era no puede ser m¨¢s diferente. Es moreno, m¨¢s bien bajo, de rostro muy expresivo y actitud nerviosa. Las bolsas bajo los ojos confiesan que hasta durmiendo debe hacerle homenaje a su apodo de "la locomotora": siempre so?ando c¨®mo agregarle vagones a sus negocios (su fortuna ya va en unos 1.200 millones de d¨®lares). Aunque no hay en ¨¦l nada pesado. Es pura alerta, anticipaci¨®n, y tics nerviosos. La ¨²nica vez que lo vi personalmente ten¨ªa el tic de jalarse con un dedo el cuello de la camisa, como si le apretara, a pesar de que a todas luces le iba demasiado ancha. Era como si no cupieran en ella juntos, ¨¦l y su energ¨ªa. Al contrario que Bachelet, su velocidad y abundancia de palabras, datos duros, cifras contundentes, marea y exaspera. Pero tambi¨¦n fascina a muchos por la prodigiosa confianza en s¨ª mismo y su inteligencia, que delatan.
Puestos lado a lado estos retratos literarios de Bachelet y Pi?era parecen a primera vista totalmente enemigos. Todo lo que en la pediatra es simpat¨ªa, sencillez opaca -y tendencia a la desconfianza-, en el doctor en econom¨ªa de Harvard es voluntad avasalladora, desbordante seguridad en s¨ª mismo y en las posibilidades del mundo que habita. Y sin embargo ambos son tambi¨¦n congruentes, pues representan los dos grandes ¨¦xitos del Chile actual: el econ¨®mico y el pol¨ªtico.
Pi?era es un ejemplo -extremado, como es su naturaleza- del actual esp¨ªritu emprendedor chileno. Ese que ha aprovechado ¨¢vidamente las posibilidades del sistema liberal triunfante en el pa¨ªs. Ese que abri¨® nuestro peque?o mercado de par en par, temerariamente, para entrar a la competencia global firmando tratados de libre comercio con EE UU, la UE, China, Corea. Y a cambio ha m¨¢s que duplicado el ingreso per c¨¢pita en los ¨²ltimos 12 a?os (hoy ronda los 7.500 d¨®lares; el segundo en Latinoam¨¦rica despu¨¦s de Argentina). En ese v¨¦rtigo, no es extra?o que el sector m¨¢s adepto a Pi?era haya resultado ser el de los hombres j¨®venes de clase media-baja que sue?an con poner su propio negocio, y "que el cielo sea el l¨ªmite". (Lo extra?o fue el dogmatismo con el que algunos los tildaron de "machistas", por eso).
Por su parte, Bachelet -mujer, socialista, separada y agn¨®stica, como le gusta definirse- representa inmejorablemente el ¨¦xito pol¨ªtico de una sociedad que ya casi ha dejado atr¨¢s los temores antidemocr¨¢ticos heredados del fracaso de Allende y de la represi¨®n de Pinochet. Y que ahora se adentra en la exigencia de nuevos espacios de integraci¨®n y participaci¨®n social. Espacios simbolizados en la cuesti¨®n de "la igualdad de g¨¦nero", discriminaci¨®n positiva y acciones afirmativas a favor de la mujer -con los conflictos no menores que ellos traer¨¢n-, y que ser¨¢n centrales en su agenda si es electa. Conflictos del siglo XXI, podr¨ªamos llamarlos, que entra?an un lujo para un pa¨ªs todav¨ªa subdesarrollado. Sobre todo si se considera que otros pa¨ªses en la regi¨®n a¨²n deben batirse con los problemas pendientes del siglo XIX -"proyectos bolivarianos" incluidos-.
Algunos quisieran dramatizar esta elecci¨®n identificando a Pi?era con puro crecimiento econ¨®mico. Mientras otros sugieren que Bachelet optar¨ªa s¨®lo por un desarrollo social y pol¨ªtico. Pero es una simplificaci¨®n excesiva -y sobre todo inexpresiva- pues ha sido el crecimiento de aquella riqueza material lo que hoy permite el "privilegio" social de poder invertir en pol¨ªticas redistributivas. A la vez que, tanto por el deseo de mantener la estabilidad pol¨ªtica, como incluso por la necesidad de aumentar la productividad, hay consenso en Chile de que es necesario desarrollarse en equidad. El pa¨ªs en general parece saber que ya no tiene que elegir tajantemente entre ser m¨¢s rico o ser m¨¢s justo, conforme lo impon¨ªan las ortodoxias maniqueas del pasado. Sino que hoy puede pedir, y leg¨ªtimamente, las dos cosas a la vez y en mayores dosis.
Previsiblemente, cuando se renuncia a aquellas simplificaciones y los retratos de dos candidatos tan contradictorios como congruentes se traslapan, aparecen tambi¨¦n las deformidades y los riesgos, los monstruos del sistema. Estos 16 a?os de la Concertaci¨®n en el poder, que podr¨ªan llegar f¨¢cilmente a 24 -si Bachelet es elegida ahora y el popular¨ªsimo Lagos se repostula en 2009-, han cobrado su desgaste ¨¦tico. El riesgo de una "priisaci¨®n" con su probable corrupci¨®n -a la chilena, suave, por omisi¨®n: la ineficiencia de pol¨ªticos y funcionarios vitalicios en el poder- no puede descartarse.
Por otro lado, fue un ¨¦xito mayor para la democracia chilena que con Lagos un socialista llegara al Gobierno y demostrara que no ocurrir¨ªa ninguna hecatombe (como pas¨® con Allende). Pero ya no lo ser¨ªa tanto que la derecha se sintiera indefinidamente alejada de llegar al poder por las urnas -y no por las armas- y demostrar que ese evento no ser¨¢ el retorno de una dictadura.
La propuesta de continuidad de la Concertaci¨®n de Partidos por la Democracia ya no est¨¢ sustentada solamente en el logro hist¨®rico de haber sacado pac¨ªficamente a Pinochet de La Moneda. Sino que se sostiene en un r¨¦cord notable de crecimiento econ¨®mico con graduales pero sostenidos incrementos en la justicia social. En sus tres gobiernos la pobreza en Chile ha disminuido a menos de la mitad (hoy est¨¢ en un 18%). De modo que a diferencia de otras izquierdas de la regi¨®n que s¨®lo pueden ofrecer la "superioridad moral" de sus buenas intenciones, la chilena puede pedir el voto para continuar el ¨¦xito demostrado de sus administraciones.
As¨ª las cosas, Chile se da este domingo el lujo de elegir entre dos retratos de candidatos que representan no el mal menor -como ya nos tiene l¨²gubremente acostumbrados la democracia en la regi¨®n- sino algo as¨ª como un "bien mejor". Dos retratos que por diferentes que sean provienen de una misma familia, no tan mal avenida, despu¨¦s de todo. Y quiz¨¢ eso explique la ecuanimidad con la que parece que van a repartirse los votos: aproximadamente por mitades.
Habr¨¢ quien lamente que esto no suene muy excitante, ni muy dram¨¢tico, para los est¨¢ndares de fervor revolucionario que usualmente se le exigen desde fuera a un pa¨ªs latinoamericano. Pero dadas las pobrezas y las tristezas de las que venimos -y aquellas que contin¨²an doliendo en la regi¨®n-, francamente ¨¦ste es un lujo que no averg¨¹enza darse.
Carlos Franz es escritor chileno. Su novela El desierto (Mondadori) obtuvo el Premio La Naci¨®n-Sudamericana 2005, en Buenos Aires.
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