El tiempo in¨²til
En el art¨ªculo de F¨¦lix de Az¨²a Escala del tiempo perdido, tan estimulante como todos los suyos, percibo un desliz que puede resultar significativo. Al final del mismo, Az¨²a conjetura sobre la posible equivalencia entre los actores del escal¨®n m¨¢s bajo y los del m¨¢s alto de lo que ¨¦l denomina escala del tiempo perdido, es decir, entre los j¨®venes asesinos de la vagabunda del cajero y, por ejemplo, Simone Weil. La exposici¨®n de Az¨²a no resulta tan brutal y quiz¨¢ convenga resumirla para hacerle justicia. En la tarea de otorgar sentido al tiempo de nuestra finitud habr¨ªa empe?os m¨¢s altos que otros, de modo que tendemos a disponerlos en una escala valorativa. En realidad, todos ellos ser¨ªan igualmente f¨²tiles, tan "completores del vac¨ªo" como lo era la imaginaci¨®n para Pascal. El resultado de estos afanes por colmar nuestro tiempo es terrible, como lo da a entender el ?ngel de la Historia de Walter Benjamin, y tendr¨ªamos problemas para argumentar nuestra distinci¨®n entre ocupaciones buenas y malas.
El pensador, el amante del arte o el espectador de Operaci¨®n Triunfo, se distinguir¨ªan m¨¢s por una miop¨ªa de perspectiva que los emplaza en una escala de valor descendente que por que hagan cosas muy distintas, si bien todos ellos entran dentro de un margen de honorabilidad. Pero descendamos al pelda?o siguiente, el de los que prenden fuego a los indigentes. ?Se produce en ¨¦l una mutaci¨®n del deseo de dar utilidad al tiempo hacia la negaci¨®n absoluta de esa utilidad, o nos hallamos, en realidad, ante una forma m¨¢s radical del escal¨®n m¨¢s alto? Escribe Az¨²a: "Es posible que la espantosa angustia que le provocaba a Simone Weil la ausencia de sentido de nuestras vidas sea un grado inferior a la que condujo a esos muchachos catalanes a matar el tiempo in¨²til de esa pobre vagabunda". Un cierre perfecto para el c¨ªrculo del nihilismo occidental. Sin embargo, pienso que ah¨ª Az¨²a cojea, aunque todav¨ªa no se ha producido el desliz al que me refer¨ªa al comienzo.
Es conocida la descalificaci¨®n que De Gaulle hizo de Simone Weil: Elle est folle!, dijo el general. En su art¨ªculo, Az¨²a hace menci¨®n a un admirador de la escritora francesa que, espectador de un drama dedicado a ¨¦sta, se anticip¨® al actor que deb¨ªa decir la frase y grit¨®: Elle est folle! Tras sugerir la vinculaci¨®n en la escala entre Simone Weil y los asesinos de la mendiga, Az¨²a se pregunta al final de su art¨ªculo si durante la org¨ªa ¨ªgnea alguien repetir¨ªa el grito de Elle est folle! Y es ah¨ª, en mi opini¨®n, donde se produce el desliz. El improbable grito no vincula a la Weil con los verdugos, como se nos ven¨ªa argumentando, sino con la v¨ªctima, aut¨¦ntica hero¨ªna de la inutilidad del tiempo. Se me ocurre que el desplazamiento podr¨ªa deberse a una necesidad ret¨®rica, la del cierre po¨¦tico del art¨ªculo, aunque bien pudiera ser que traicionara el verdadero criterio de Az¨²a, m¨¢s all¨¢ de toda la argumentaci¨®n que despliega: Simone Weil en ning¨²n caso estar¨ªa - pelda?o arriba, pelda?o abajo- en la misma escala que los incendiarios. Fuera cual fuera el grado de angustia que pudiera unirlos, no comparten escalera. El problema de Az¨²a, y el de todos nosotros, es que ya no sabemos explicar el porqu¨¦.
Quiz¨¢ la diferencia radique en que la b¨²squeda de sentido tenga resultados equ¨ªvocos -puede ser buena para Pascal, aunque no tanto para sus pr¨®ximos o para la Historia- , mientras que su negaci¨®n sistem¨¢tica es un¨ªvocamente fatal. Entre el ocio que huye del vac¨ªo y el ocio que se afirma como aullido es posible que se d¨¦ una diferencia radical que les impide compartir escala, y que todos "sepamos" que Simone Weil, por err¨¢tica que pueda parecernos su "locura", protagoniza un empe?o m¨¢s valioso que el de los incendiarios de fin de semana o el de los perseguidores de jud¨ªos, homosexuales o inmigrantes. Ahora bien, la desvaloraci¨®n que nos plantea Az¨²a no responde a un capricho gratuito. ?Por qu¨¦ consideramos mejores unas actividades que otras si todas ellas persiguen el mismo objetivo de colmar la inutilidad del tiempo? ?Por qu¨¦ nos parece m¨¢s desolador quemar el tiempo ante una playstation que hacerlo ante una novela de Flaubert? Aturdidos ante una futilidad que no parece demasiado nefasta tras el espanto condenatorio del ?ngel de la Historia, nuestros criterios de valoraci¨®n se tambalean.
El tiempo siempre deja una estela de cad¨¢veres. Acaso la forma de vencerlo, y de liberarlo de la Historia como tarea que multiplica su poder aniquilador, sea asumir su inutilidad como plenitud. El tiempo in¨²til no tiene por qu¨¦ ser un tiempo perdido, sin que ello implique que haya de ser un tiempo salv¨ªfico. A¨²n cabe gozar de un momento de plenitud con Simone Weil -?y con la playstation?-. Los asesinos de la mendiga creo que, en el fondo, s¨®lo pretend¨ªan salvarnos.
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