Imperio y libertad
El liberalismo espa?ol ha tendido a asociar estado, naci¨®n y democracia. Se ha sostenido tradicionalmente que hac¨ªa falta construir un robusto estado espa?ol para que desde ¨¦ste se pudiera construir una consistente naci¨®n espa?ola y que s¨®lo el estado nacional espa?ol crear¨ªa un sujeto soberano para la democracia. Pero esta visi¨®n no corresponde a la realidad. Estado, naci¨®n y democracia son tres conceptos distintos que no siempre van juntos. Como es bien sabido, hay estados robustos y bien asentados que no han construido una naci¨®n, sino que son estados multinacionales. Asimismo, la democracia existi¨® antes y existe fuera del marco del estado nacional. El Parlamento Europeo, por ejemplo, es una instituci¨®n democr¨¢tica, pero no se basa en un estado. Por su parte, el Parlamento de Catalu?a, como las asambleas de las otras comunidades aut¨®nomas y de varias docenas de territorios en Europa, son tambi¨¦n democr¨¢ticos, pero tampoco corresponden a estados.
Espa?a es el caso m¨¢s claro de intento fallido en la construcci¨®n de un estado nacional
En Europa, Espa?a es el caso m¨¢s claro de intento fallido en la construcci¨®n de un estado nacional. El n¨²cleo castellano fue hist¨®ricamente demasiado peque?o y relativamente d¨¦bil para construir un estado nacional bajo su patr¨®n ling¨¹¨ªstico y cultural, capaz de asimilar al conjunto de los pueblos en el territorio. El grado de unificaci¨®n territorial de Espa?a qued¨® muy lejos del caso t¨ªpico, el estado franc¨¦s, pero tambi¨¦n de la asimilaci¨®n conseguida por otros grandes estados en Europa.
Durante mucho tiempo, la relaci¨®n de Catalu?a con Espa?a fue de "imperio y libertad", como dijo el historiador Jaume Vicens-Vives; es decir, "imperio" en la obra colectiva en Europa y Am¨¦rica, y "libertad" en los asuntos internos, regidos en Catalu?a por instituciones representativas propias basadas en las Cortes y la Generalidad. Fue sobre todo la disoluci¨®n del imperio espa?ol durante el siglo XIX lo que hizo que el proyecto de estado nacional espa?ol perdiera atractivo y apoyos. El catalanismo pol¨ªtico surgi¨® entonces como una b¨²squeda de alternativa ante la frustraci¨®n y la percepci¨®n de fracaso en la construcci¨®n espa?ola y se orient¨® a la construcci¨®n de una naci¨®n catalana, un estado catal¨¢n e incluso un imperio catal¨¢n alternativos.
Quiz¨¢ lo menos previsible fuera que ni siquiera con el establecimiento, por primera vez en la historia, de una democracia duradera en Espa?a se consolidara la construcci¨®n de un estado nacional. Posiblemente uno de los puntos ¨¢lgidos en la construcci¨®n de un estado nacional espa?ol se alcanzara en el periodo de transici¨®n 1976-1980. En esos a?os coincidieron varios procesos:
- Un reforzamiento del aparato del estado central mediante la expansi¨®n del gasto p¨²blico y del n¨²mero de funcionarios de la administraci¨®n, el cual continu¨® durante los a?os ochenta.
- Una homogeneidad ling¨¹¨ªstica y cultural en torno al castellano relativamente alta, como consecuencia de las imposiciones, prohibiciones y persecuciones de un largo periodo dictatorial.
- Una nueva legitimaci¨®n democr¨¢tica del estado, cristalizada en la Constituci¨®n de 1978.
- Un gran aislamiento internacional, acumulado desde mucho antes, fuera de la OTAN y de la Comunidad Europea, lo cual favorec¨ªa la introspecci¨®n.
A principios del siglo XXI, estos procesos han cambiado sustancialmente. La democracia en Espa?a ha comportado la dispersi¨®n del estado por arriba y por abajo. Mediante la integraci¨®n en diversas alianzas internacionales, incluidas la OTAN y la Uni¨®n Europea, el estado espa?ol ha cedido la mayor parte de los poderes con los que hab¨ªa fundamentado su soberan¨ªa: la defensa, las fronteras, las aduanas, la moneda y gran parte de la pol¨ªtica econ¨®mica y otras pol¨ªticas p¨²blicas. Por otro lado, la democracia tambi¨¦n ha comportado la afirmaci¨®n y las demandas crecientes de autogobierno de naciones peque?as como Catalu?a y Euskadi y las dem¨¢s comunidades, a las cuales el estado ha cedido competencias, entre otros temas, en seguridad, educaci¨®n, sanidad, obras p¨²blicas y recaudaci¨®n de impuestos. La diversidad cultural y ling¨¹¨ªstica de Espa?a se ha incrementado, mientras se han debilitado los sentimientos de formar parte de una naci¨®n espa?ola, en beneficio de las identidades auton¨®micas. Tras un largo periodo democr¨¢tico, resulta, pues, que el estado espa?ol ya no es lo que era ni ser¨¢ lo que pudo haber sido y no fue: un estado nacional soberano seg¨²n un modelo westfaliano y franc¨¦s.
Lo que existe actualmente en la Europa de la que forma parte Espa?a es una democracia multinivel en la que los poderes est¨¢n divididos y compartidos y ninguno de ellos tiene una soberan¨ªa real y efectiva. A los distintos niveles act¨²an y a menudo se superponen: la Uni¨®n Europea, que es una democracia de tama?o imperial; los estados, como el espa?ol, que es de hecho multinacional y tiende a organizarse al modo federal, y el autogobierno en libertad de las naciones, como Catalu?a y tantas otras. No existe hoy, pues, una ¨²nica fuente de soberan¨ªa efectiva que permita establecer una jerarqu¨ªa lineal de poderes, sino una diversidad de jurisdicciones.
Catalu?a se encuentra, pues, ante una nueva oportunidad de "imperio y libertad". Es precisamente la pertenencia a la Uni¨®n Europea lo que ha abierto nuevas posibilidades y expectativas de autogobierno. Catalu?a, como cualquier otra comunidad, puede desarrollar actualmente variadas relaciones multilaterales: no s¨®lo con el gobierno central del estado espa?ol, sino con las otras comunidades aut¨®nomas, as¨ª como con las instituciones centrales de la Uni¨®n Europea en Bruselas y, en una Europa sin fronteras, tambi¨¦n con los dem¨¢s estados y regiones de la Uni¨®n. Para que estas relaciones multilaterales puedan florecer se requieren, sin embargo, reglas institucionales que sean aceptadas por todas las diversas unidades pol¨ªticas implicadas. S¨®lo con unas reglas pactadas, los estados, las naciones y los imperios pueden cooperar y tomar decisiones colectivas en mutuo beneficio. ?ste puede ser el mensaje de fondo del nuevo Estatuto catal¨¢n.
Josep M. Colomer es profesor de Investigaci¨®n en Ciencia Pol¨ªtica del CSIC y profesor de Econom¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.