Paciencia
El general Mena record¨® cu¨¢l era la obligaci¨®n del Ej¨¦rcito si se aprobaba un estatuto inconstitucional. Al parecer, nadie le hab¨ªa explicado a Mena que en el sistema pol¨ªtico espa?ol es imposible que una ley sea inconstitucional. Y menos a¨²n que lo sea el Estatuto de Catalu?a, con la que est¨¢ cayendo. Basta con que alguien interponga un recurso de inconstitucionalidad contra cualquier norma que le parezca sospechosa para que un tribunal competente dicte sentencia. Si los art¨ªculos presuntamente inconstitucionales est¨¢n verdaderamente fuera de la ley, el fallo del tribunal los deroga autom¨¢ticamente. As¨ª que el supuesto imaginado por el general es imposible, no puede darse en la vida real. Lo ¨²nico que hay que tener es un poquito de paciencia.
Desde el comienzo de esta legislatura, la hist¨¦rica oposici¨®n del PP se ha basado en una sistem¨¢tica y universal acusaci¨®n de inconstitucionalidad. Todas las leyes importantes (salvo la ley antitabaco) que el Gobierno ha remitido a las Cortes son inconstitucionales. Inconstitucional es la Ley de Ense?anza, inconstitucional es la ley que regula los matrimonios homosexuales e inconstitucional es, antes incluso de que se convierta en ley, el Estatuto de Catalu?a. Desde que perdieron las elecciones, el mundo entero es inconstitucional para el PP. Pero censurar al Gobierno porque redacta leyes inconstitucionales es como arrogarse el privilegio de considerar culpables o inocentes a los sospechosos en espera de juicio. Obviamente, el PP no cree en las reglas del juego que dice defender, desconf¨ªa de la imparcialidad de los jueces y preferir¨ªa ser ¨¦l quien dictase las sentencias. Ha perdido la paciencia.
Gaspar Garc¨ªa iba conduciendo por Sevilla cuando varias personas cruzaron la calle. Gaspar Garc¨ªa atropell¨® levemente a una ni?a de siete a?os a la que ni siquiera pudo atender porque alguien lo acribill¨® a balazos. El asesino de Gaspar Garc¨ªa tampoco debe de confiar mucho en las leyes ni en la imparcialidad de los jueces. No tuvo paciencia; debi¨® de pensar que ning¨²n castigo ser¨ªa suficiente para el hombre que acababa de atropellar a la ni?a y decidi¨® tomarse la justicia por su mano.
Juan Mart¨ªnez Galdeano muri¨® el pasado julio en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas de Mar. Todos los que entonces le¨ªmos la noticia nos pusimos en el lugar de la v¨ªctima. Hab¨ªa ido a pedir ayuda, se hab¨ªa puesto nervioso, los guardias lo hab¨ªan reducido y ¨¦l se hab¨ªa muerto. Esa era la versi¨®n oficial, que se parec¨ªa mucho a aquellas viejas historias en las que los manifestantes mor¨ªan por balas disparadas al aire. Pronto empezaron a saberse cositas: se supo que al mando estaba un guardia civil con fama de engre¨ªdo y soberbio, que se us¨® una porra el¨¦ctrica prohibida por el reglamento, que hubo un estern¨®n partido. Y aquel caso Almer¨ªa de los a?os ochenta flotando en el ambiente. Sin veredicto de tribunal alguno, gui¨¢ndonos por nuestras impresiones, muchos pensamos, estimulados por la prensa, que los guardias hab¨ªan matado a Galdeano. Sea cual sea el veredicto final, acaba de publicarse el informe del forense, que aconseja otra vez tener paciencia.
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