Programa nuclear y derechos humanos en Ir¨¢n
En medio de la indignaci¨®n internacional por el hecho de que Ir¨¢n haya reiniciado, en parte, su programa de energ¨ªa nuclear y por las lamentables declaraciones del presidente Mahmud Ahmadineyad sobre Israel, hemos perdido de vista el hecho de que el respeto a los derechos humanos y un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico son las armas de disuasi¨®n m¨¢s eficaces para disipar la amenaza que pueda representar cualquier pa¨ªs deseoso de convertirse en potencia nuclear, incluido Ir¨¢n. Cuando Estados Unidos y sus aliados, en los a?os setenta, animaron al Sha a iniciar los trabajos sobre energ¨ªa nuclear -en una ¨¦poca en la que no hab¨ªa motivos econ¨®micos para hacerlo-, contribuyeron a crear el Frankenstein que ha acabado siendo el programa nuclear iran¨ª. Si, por el contrario, hubieran empujado al Sha a emprender reformas pol¨ªticas, practicar el respeto a los derechos humanos y poner en libertad a los presos pol¨ªticos, la historia habr¨ªa podido ser muy distinta.
Desde que el Sha comenzara el programa nuclear iran¨ª, en los a?os setenta, se han incorporado al club nuclear India, Sur¨¢frica, Corea del Norte, Israel y Pakist¨¢n. En los a?os ochenta, el r¨¦gimen surafricano del apartheid fabric¨® varias bombas nucleares, pero el Gobierno democr¨¢tico de Nelson Mandela las desmantel¨®. India ha acumulado un arsenal nuclear, pero nadie considera que la democracia m¨¢s poblada del planeta sea una amenaza para el mundo. En cuanto a Israel, no parece probable que, en caso de conflicto, sea el primer pa¨ªs de Oriente Pr¨®ximo dispuesto a usar armas nucleares. Sin embargo, el programa nuclear de Corea del Norte es peligroso porque se trata de un r¨¦gimen herm¨¦tico, con un l¨ªder que vive como un recluso. El arsenal nuclear de Pakist¨¢n es una amenaza porque el Ej¨¦rcito paquistan¨ª, que controla el pa¨ªs y est¨¢ lleno de extremistas isl¨¢micos, contribuy¨® a la creaci¨®n de los talibanes y permiti¨® que Abdul Ghadeer Khan, el fundador del supermercado nuclear de Pakist¨¢n, actuara libremente y en secreto durante mucho tiempo.
En realidad, la aceleraci¨®n del programa nuclear iran¨ª comenz¨® alrededor de 1997, cuando Mohammad Jatam¨ª fue elegido presidente, pero no es casualidad que el mundo s¨®lo empezara a prestar m¨¢s atenci¨®n en 2003. Los primeros a?os de la presidencia de Jatam¨ª fueron testigos del desarrollo de una prensa independiente, que se hac¨ªa o¨ªr, y la elecci¨®n en el a?o 2000 de un Parlamento reformista. Los reformistas, si bien apoyaban el programa nuclear, exigieron (y siguen exigiendo) que fuera completamente transparente y conforme a las obligaciones internacionales de Ir¨¢n. Todas ¨¦stas eran se?ales tranquilizadoras, que parec¨ªan indicar que el programa nuclear iran¨ª no iba a descontrolarse. Sin embargo, Estados Unidos, en vez de respaldar el incipiente movimiento democr¨¢tico del pa¨ªs, cosa que habr¨ªa permitido la transparencia nuclear, lo ha debilitado con su demonizaci¨®n de Ir¨¢n.
Mientras que Jatam¨ª propon¨ªa un di¨¢logo individual entre Estados Unidos e Ir¨¢n, Estados Unidos impide todos los a?os a numerosos estudiosos, artistas y autores iran¨ªes que visiten el pa¨ªs. A cambio de la ayuda del Gobierno de Jatam¨ª en la guerra de Afganist¨¢n, los estadounidenses incluyeron a Ir¨¢n en el "eje del mal". La respuesta norteamericana a la abrumadora victoria de los reformistas iran¨ªes en las elecciones parlamentarias del a?o 2000 consisti¨® en levantar las sanciones contra la importaci¨®n de pistachos y alfombras, una medida que no supuso pr¨¢cticamente ninguna mejora en la atribulada econom¨ªa de Ir¨¢n. En 2003, cuando se vio con claridad que las reformas de Jatam¨ª estaban estancadas y los partidarios de la l¨ªnea dura hab¨ªan aplastado a la prensa independiente, el mundo empez¨® a prestar m¨¢s atenci¨®n al programa nuclear iran¨ª. En resumen, ?de qu¨¦ ha servido demonizar a Ir¨¢n?
Para abordar la cuesti¨®n del programa nuclear iran¨ª no es preciso ni amenazar a Ir¨¢n con ataques militares ni llevarle a rastras ante el Consejo de Seguridad de la ONU. La gran mayor¨ªa de los iran¨ªes detesta a los partidarios de la l¨ªnea dura y desea que pierdan el poder, pero apoya el programa nuclear de Ir¨¢n porque, aparte de estar justificado desde el punto de vista econ¨®mico, se ha convertido en un motivo de orgullo nacional en un pa¨ªs cargado de historia gloriosa. Adem¨¢s, los principales impulsores del programa nuclear son precisamente los intransigentes, tradicionalmente radicales y con una visi¨®n ideol¨®gica del mundo. Son enemigos encarnizados del movimiento democr¨¢tico iran¨ª y, ahora que controlan el Parlamento y la Presidencia gracias a unas elecciones manipuladas, utilizar¨¢n cualquier amenaza cre¨ªble de ataque militar como excusa para acabar con ¨¦l.
Un ataque militar contra Ir¨¢n s¨®lo servir¨ªa para inflamar el sentimiento nacionalista. Los iran¨ªes recuerdan que, en la guerra entre Irak e Ir¨¢n, Estados Unidos ayud¨® al pa¨ªs vecino, y ven c¨®mo utiliza criterios distintos cuando ofrece garant¨ªas de seguridad y ayuda a Corea del Norte, o tecnolog¨ªa nuclear avanzada a India, pero nada m¨¢s que sanciones y amenazas a Ir¨¢n. Ir¨¢n no es Irak: con el feroz nacionalismo de los iran¨ªes y la tradici¨®n de martirio de los chi¨ªes, cualquier medida militar contra el pa¨ªs provocar¨¢ una reacci¨®n que envolver¨ªa a la regi¨®n en llamas y provocar¨ªa la muerte de un n¨²mero incalculable de inocentes y la ruina econ¨®mica, no s¨®lo de la zona, sino del mundo. Por otro lado, llevar el caso de Ir¨¢n ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas impulsar¨¢ a los partidarios de la l¨ªnea dura a abandonar el Tratado de No Proliferaci¨®n nuclear y su Protocolo Adicional. ?Est¨¢ preparado el mundo para vivir con una perspectiva tan aterradora?
Occidente tiene instrumentos utilizables a la hora de ofrecer a Ir¨¢n incentivos para que evolucione hacia un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico, sin inmiscuirse en sus asuntos internos. Los intransigentes necesitan mantener el comercio con la Uni¨®n Europea, y desear¨ªan lo mismo con Estados Unidos. Sin embargo, durante a?os de di¨¢logo con Ir¨¢n, la UE s¨®lo ha defendido la causa de la democracia y el respeto a los derechos humanos de palabra. Lo que ha hecho es utilizar la p¨¦sima trayectoria del pa¨ªs en materia de derechos humanos para extraer m¨¢s concesiones comerciales.
?Qu¨¦ puede hacer Occidente, entonces? En primer lugar, los pa¨ªses occidentales con un claro historial de defensa de los derechos humanos deben ayudar a la ONU a nombrar un observador especial de derechos humanos en Ir¨¢n, someter el comportamiento del pa¨ªs a discusi¨®n anual en la Asamblea General y expresar su firme condena si la situaci¨®n si
-gue deterior¨¢ndose. En contra de lo que pueda parecer, los cl¨¦rigos iran¨ªes son sensibles a las cr¨ªticas externas. Siempre que la ONU ha manifestado cr¨ªticas sobre la condici¨®n de los derechos humanos en Ir¨¢n, se han producido mejoras tangibles. Segundo, el Banco Mundial debe dejar de prestar dinero al Gobierno iran¨ª y, en su lugar, intentar trabajar con ONG reales y con el sector privado del pa¨ªs para fortalecer la sociedad civil. Occidente tiene que respaldar a los defensores de los derechos humanos y la democracia en Ir¨¢n, otorgar premios internacionales a sus dirigentes encarcelados y asegurar permanentemente su presencia y la de su causa ante la opini¨®n p¨²blica.
En tercer lugar, Occidente debe rebajar el nivel de sus relaciones diplom¨¢ticas con Ir¨¢n mientras los gobernantes sigan violando los derechos humanos esenciales de los iran¨ªes. En cuarto lugar, la UE debe declarar de forma inequ¨ªvoca, y apoyar con medidas pr¨¢cticas, que las nuevas inversiones que tanto necesita Ir¨¢n s¨®lo se producir¨¢n cuando el pa¨ªs emprenda aut¨¦nticos pasos hacia el establecimiento de un sistema pol¨ªtico verdaderamente democr¨¢tico.
Como firmante del TNP, Ir¨¢n tiene derecho a hacer uso pac¨ªfico de la tecnolog¨ªa nuclear, y eso incluye el enriquecimiento de uranio, la principal causa de preocupaci¨®n en su programa nuclear. Por consiguiente, exigir que Ir¨¢n abandone para siempre su programa de enriquecimiento es implanteable. E, incluso aunque Ir¨¢n estuviera dispuesto a cumplir la exigencia, ?qu¨¦ impedir¨ªa entonces a Occidente exigirle que no tuviera tampoco acceso a dispositivos electr¨®nicos avanzados, por ejemplo, que pueden utilizarse en t¨¦cnicas modernas de guerra?
Adem¨¢s, salvo que se instalara un r¨¦gimen marioneta en Teher¨¢n, ning¨²n Gobierno iran¨ª -independientemente de su ideolog¨ªa o sus credenciales democr¨¢ticas- se atrever¨ªa a interrumpir el programa de energ¨ªa nuclear. La propuesta rusa de enriquecer uranio en su territorio para los iran¨ªes tampoco es aceptable, porque implica que Ir¨¢n renuncie a los derechos que le reconoce el TNP. Por otra parte, Ir¨¢n no va a necesitar uranio enriquecido, como m¨ªnimo, hasta dentro de 10 a?os. Los ¨²ltimos c¨¢lculos de los servicios de inteligencia estadounidense indican que a Ir¨¢n le faltan, por lo menos, entre 6 y 10 a?os para obtener una bomba nuclear, una valoraci¨®n con la que est¨¢ de acuerdo la mayor¨ªa de los expertos imparciales. Es decir, la crisis del programa nuclear iran¨ª no es ni siquiera una crisis. Se la han inventado determinados grupos de intereses en Estados Unidos. Hay tiempo de sobra para llevar a cabo reformas pol¨ªticas en Ir¨¢n antes de que elabore la bomba.
Por tanto, Occidente debe insistir en que Ir¨¢n podr¨¢ poner en pr¨¢ctica un programa de enriquecimiento de uranio con limitaciones, estrictamente salvaguardado por el OIEA y en el contexto de la propuesta realizada por los iran¨ªes a la UE en marzo de 2005, s¨®lo cuando emprenda reformas significativas y duraderas que incluyan la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos, la autorizaci¨®n de una verdadera libertad de expresi¨®n y el desarrollo de una prensa independiente, adem¨¢s de permitir que todos los grupos participen en el proceso pol¨ªtico mediante elecciones que sean libres e imparciales a juicio de la comunidad internacional.
Por ¨²ltimo, Estados Unidos e Ir¨¢n deben entablar negociaciones directas. Es completamente absurdo que los norteamericanos y el pa¨ªs m¨¢s importante de Oriente Pr¨®ximo no tengan un di¨¢logo directo. El Gobierno de Bush no debe dejarse seducir por grupos de exiliados iran¨ªes que no cuentan con ning¨²n apoyo en el interior del pa¨ªs. El desarrollo de la democracia es un asunto interno de los iran¨ªes que viven en Ir¨¢n. Occidente s¨®lo debe apoyarles en su lucha para alcanzar su objetivo, no decidir por ellos qui¨¦n debe gobernar su pa¨ªs.
Hace poco, Ahmadineyad dijo: "Si abandonamos nuestro programa de enriquecimiento, Occidente traer¨¢ a colaci¨®n nuestra trayectoria de derechos humanos", con lo que parec¨ªa indicar que los partidarios de la l¨ªnea dura consideran que su tal¨®n de Aquiles no es la violaci¨®n de las obligaciones nucleares internacionales de Ir¨¢n, sino la violaci¨®n de los derechos humanos de los iran¨ªes. Dado que el pa¨ªs cuenta con una poblaci¨®n joven y culta, deseosa de democracia, todas las medidas mencionadas ser¨¢n mucho m¨¢s eficaces que cualquier otra alternativa a la hora de aliviar e incluso eliminar las preocupaciones por el programa de enriquecimiento de uranio. Es m¨¢s, la democracia proporcionar¨ªa los mecanismos definitivos de salvaguardia, porque un Gobierno verdaderamente democr¨¢tico y respaldado por una amplia mayor¨ªa de ciudadanos podr¨ªa, tal vez, sentirse tan seguro como para no necesitar emprender peligrosas aventuras nucleares.
Shirin Ebadi, abogada, es activista de derechos humanos y recibi¨® el premio Nobel de la Paz en 2003. Muhammad Sahimi es catedr¨¢tico de Ingenier¨ªa Qu¨ªmica y Ciencia de los Materiales, y titular de la c¨¢tedra NIOC de Ingenier¨ªa del Petr¨®leo en la Universidad del Sur de California. ? Global Viewpoint / Shirin Ebadi / Muhammad Sahimi. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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