La sombra de Fujimori
Ollanta Humala, a quien la clase media peruana no quiere, duplic¨® la intenci¨®n de voto cuando el ex presidente y posible adversario electoral fue detenido en Chile
Su discurso radical, su origen militar, su electorado andino y sus v¨ªnculos con los presidentes venezolano, Hugo Ch¨¢vez, y boliviano, Evo Morales dan a Humala la imagen de un estilo pol¨ªtico in¨¦dito. Y sin embargo, su aparici¨®n tiene muchos rasgos en com¨²n con la del corrupto ex presidente y fugitivo de la justicia peruana Alberto Fujimori, detenido en Chile.
En el pa¨ªs de Vladimiro Montesinos, donde el Servicio de Inteligencia negociaba con pol¨ªticos opositores, estrellas de rock y conductoras de programas de concurso, hay teor¨ªas de la conspiraci¨®n en cada esquina. Y por supuesto, hay una para Ollanta Humala, favorito en los sondeos previos de las generales del pr¨®ximo mes de abril.
La fuerza de Humala es muy importante en los bolsones de pobreza de la Sierra Sur
Los seguidores del comandante le creen un patriota que combatir¨¢ la corrupci¨®n
La imagen de las Fuerzas Armadas ha mejorado desde la fuga de Fujimori a Jap¨®n
La primera coincidencia sospechosa es la fecha de aparici¨®n de Ollanta en el escenario pol¨ªtico, cuando se sublev¨® contra el r¨¦gimen de Fujimori: el 29 de octubre de 2.000, el mismo d¨ªa y casi a la misma hora en que el siniestro Montesinos se fugaba del pa¨ªs por v¨ªa mar¨ªtima.
Aliados de conveniencia
Para el periodista Jorge Serrano, pudo haber sido una distracci¨®n planificada para que la salida de Montesinos pasase inadvertida, ya que la atenci¨®n del pa¨ªs estar¨ªa centrada a unos 1.300 kil¨®metros del puerto del Callao.
La revista Caretas, el semanario m¨¢s importante del pa¨ªs, ha desvelado contactos entre los Humala y varios socios del ex jefe de Inteligencia. Uno de ellos fue Fernando Zevallos, due?o de la l¨ªnea a¨¦rea AeroContinente y acusado de narcotr¨¢fico en Chile. Zevallos financi¨® a los etnocaceristas para que politizaran la acusaci¨®n. Los Humala acusaron a Chile de querer sabotear a las empresas peruanas como AeroContinente. Hace un mes, un tribunal peruano conden¨® a Zevallos a veinte a?os por tr¨¢fico de drogas
Y una parlamentaria fujimorista ha reconocido que su grupo convers¨® con Ollanta para establecer una alianza electoral en estos comicios. Al final no hubo acuerdo, pero Ollanta nombr¨® candidato a la segunda vicepresidencia a un ex asesor de la fiscal¨ªa de la naci¨®n durante el r¨¦gimen de Fujimori. Seg¨²n Caretas, su jefa hab¨ªa acusado al fiscal de traficar influencias y robar documentos para beneficiar a gente de Montesinos.
Para terminar, uno de los principales respaldos de Ollanta en el departamento de Arequipa es un congresista tr¨¢nsfuga que se pas¨® al partido de Fujimori en el a?o 2.000.
Y sin embargo, incluso un abierto opositor a Humala como el periodista Gustavo Gorriti admite que "no hay evidencias de una relaci¨®n profunda entre los Humala y Montesinos. Podr¨ªa tratarse de simples coincidencias."
Esas coincidencias s¨ª prueban lo impredecibles y vol¨¢tiles que son las alianzas pol¨ªticas peruanas. Enemigos mortales pueden formar matrimonios de conveniencia de un d¨ªa para otro, incluso sin saberlo. Esa inestabilidad -a menudo asociada con la corrupci¨®n- ha tenido un efecto devastador en la credibilidad de la clase pol¨ªtica. Los peruanos quieren un rostro nuevo, y Ollanta cumple todos los requisitos.
Otro 'outsider' en alza
En esta campa?a electoral compiten 24 candidatos por la presidencia. La mayor parte de ellos son unos ilustres desconocidos. Y ¨¦sa precisamente es su mejor carta de presentaci¨®n.
Como explica el polit¨®logo Fernando Tuesta, "en el Per¨², el voto cautivo de los partidos es muy reducido. La gente no vota por ideolog¨ªas sino por personas. Eso hace que cada elecci¨®n resulte muy impredecible. Los votantes eligen porque conf¨ªan m¨¢s en un candidato u otro, o porque le creen m¨¢s a ¨¦ste o aqu¨¦l, saltando indistintamente de derecha a izquierda. Por eso tiene ¨¦xito la figura del outsider, del reci¨¦n llegado. Da la impresi¨®n de renovaci¨®n." En consecuencia, los candidatos saben que la ruleta pol¨ªtica podr¨ªa convertirlos en el outsider de turno.
Este fen¨®meno se inici¨® con Alberto Fujimori. El entonces desconocido Fujimori apareci¨® en 1.990, col¨¢ndose en el escenario de una feroz pugna entre la derecha representada por Mario Vargas Llosa y la izquierda en bloque. Pero el propio Vargas Llosa era un outsider, igual que el siguiente que disput¨® una segunda vuelta contra Fujimori, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar.
En las segundas vueltas electorales, gana el que se adue?a del centro pol¨ªtico. Como explica Guido Lucioni, experto en imagen, "si las elecciones se debaten entre dos extremos muy distantes entre s¨ª, la polarizaci¨®n se acent¨²a, porque ambos lados est¨¢n obligados a alejarse uno del otro. Cuando llegan al m¨¢ximo punto de alejamiento, la gente busca un candidato al centro, que aparezca como sensato y apacible en medio de tanta crispaci¨®n. Si pasa a una segunda vuelta, ¨¦se tercero se apropia de los votos hu¨¦rfanos".
Fujimori ocup¨® ese centro en 1990. Y a su vez, al final de su gobierno, con la poblaci¨®n radicalmente dividida entre sus partidarios y sus opositores, el beneficiario fue un amable Toledo.
Pero esta vez, no hay espacio para un tercero. Seg¨²n Lucioni, "en la oposici¨®n que ha planteado Ollanta entre sistema y antisistema, no se puede colar como tercero ninguno de los candidatos inscritos. El ¨²nico que podr¨ªa es precisamente Fujimori. Fujimori ha sido presidente, y a la vez, tiene la imagen de no ser un pol¨ªtico tradicional. Eso lo coloca al medio. En caso de polarizaci¨®n, ¨¦l se beneficiar¨ªa. Pero est¨¢ preso."
Significativamente, hasta noviembre, Fujimori ocupaba el segundo lugar en popularidad y gozaba de las simpat¨ªas del 18% de la poblaci¨®n, el doble que el comandante. S¨®lo cuando la polic¨ªa captur¨® a Fujimori y ¨¦l dej¨® de ser una opci¨®n, Ollanta se dispar¨® y duplic¨® su intenci¨®n de voto del 11% al 22%.
Tambi¨¦n es elocuente la geograf¨ªa de su voto: Ollanta tiene un respaldo de 12 puntos en Lima, 21 en el interior del pa¨ªs y 30 si tomamos s¨®lo la Sierra Sur, la m¨¢s pobre e ind¨ªgena del pa¨ªs. Estas son las regiones en que se aloj¨® Sendero Luminoso, pero tambi¨¦n las que m¨¢s quer¨ªan a Fujimori. Son zonas en las que la democracia, simplemente, no funciona, y las alternativas autoritarias son bien recibidas.
Seg¨²n Lucioni, "Ollanta tiene muy mala imagen en las ciudades y en las clases medias. Su fuerte est¨¢ sobre todo en la Sierra Sur y en los bolsones de pobreza. De modo que el voto urbano de Fujimori se ha ido a los conservadores y el voto rural, a Ollanta".
Fernando Tuesta explica la ideolog¨ªa de la pobreza, que se concentra en el campo: "Hay un descontento m¨¢s o menos constante que busc¨® una soluci¨®n a sus problemas primero en Fujimori, luego en Toledo, ahora en Ollanta. Es el voto que decide las elecciones y suele ser un voto de castigo al gobernante anterior, un voto constante a justo lo contrario de lo que haya."
El militar sin historia pol¨ªtica
Seg¨²n el sondeo de opini¨®n de diciembre, la percepci¨®n de los votantes por Ollanta es que su candidato tiene las siguientes aptitudes: combatir¨¢ la corrupci¨®n, es un candidato nuevo, representa un cambio, es militar, tiene capacidad de liderazgo y es patriota. Las tres primeras se deben a que carece de historia pol¨ªtica. Las tres ¨²ltimas, a que proviene del Ej¨¦rcito.
El ex ministro del Interior Fernando Rospigliosi explica que "hace cinco a?os, las fuerzas armadas ten¨ªan una terrible imagen debido a su asociaci¨®n con Fujimori y la corrupci¨®n de sus c¨²pulas. Pero, a diferencia de los pol¨ªticos, han estado trabajando en mejorar su imagen. Hoy, su popularidad es mucho mayor. Muchos votantes de Humala opinan que su condici¨®n de militar garantiza que combatir¨¢ la corrupci¨®n, aunque las instituciones militares no hayan hecho nada en concreto para demostrarlo".
La raz¨®n es que la popularidad de las instituciones civiles ha ca¨ªdo en picada: el 85% de los peruanos desaprueba al gobierno. El 91%, al Congreso. El 79%, al Poder Judicial.
La percepci¨®n del gobierno democr¨¢tico es que no es capaz de mantener el orden ni siquiera entre sus propios partidarios. Eso, seg¨²n Rospigliosi, a?ade atractivo al modelo del presidente militar: "En el imaginario popular, los militares est¨¢n asociados con la autoridad y el orden."
La pregunta es si Ollanta ser¨¢ capaz de convencer a los propios militares. Las fuerzas armadas y policiales votar¨¢n por primera vez en estas elecciones.
Ellos representan aproximadamente 150.000 personas. Todos los candidatos est¨¢n pendientes de ese voto, y todos opinan que para conseguirlo tienen que asegurarles impunidad.
Alan Garc¨ªa lleva en su lista al vicealmirante Luis Giampietri, quien durante los a?os ochenta particip¨® en las matanzas de prisioneros de la c¨¢rcel del Front¨®n. Luis Ib¨¦rico, del Frente Independiente Moralizador, ha propuesto una comisi¨®n para amnistiar a militares condenados por violaciones a los derechos humanos.
Para muchos observadores, Ollanta podr¨ªa convencer precisamente a los otros militares, que lo ven como un hombre decidido a defender la dignidad de la instituci¨®n. Pero Isaura Delgado, especialista en temas de seguridad, no lo cree: "Puede haber soldados, incluso algunos mandos, que admiren a Humala, pero no muchos. En el levantamiento del 2.000, a fin de cuentas, se salt¨® la cadena de mando. Eso es muy grave en la escala de valores castrenses. Y en el mot¨ªn del a?o pasado murieron cuatro polic¨ªas. Las fuerzas armadas no olvidan eso."
Por el momento, como casi todo en estas elecciones, el comportamiento de los militares es impredecible. No necesariamente votar¨¢n en bloque. Y aunque lo hagan, s¨®lo representan el 1% de los electores. Pero quiz¨¢ haya que a?adir a sus familias, cuyos ingresos dependen de ellos. En ese caso, si votasen todos igual, podr¨ªan decidir una elecci¨®n, o al menos, definir qui¨¦n llega a la segunda vuelta.
Mestizos votantes de blancos
Hasta los a?os ochenta, los peruanos explicaban la alternancia entre dictaduras y democracias con un dicho cruel: "Los cholos siempre ponen a un blanco, los blancos siempre ponen a un cholo." Eso quiere decir que los votantes -mayoritariamente indios o mestizos- votaban por civiles blancos de las clases medias o altas. Y esas clases, cuando necesitaban imponerse por la fuerza, pon¨ªan a un gobierno militar.
En consecuencia, los ¨²nicos presidentes indios o mestizos eran militares como Andr¨¦s Avelino C¨¢ceres, S¨¢nchez Cerro u Odr¨ªa. Lo mismo ocurr¨ªa en el resto de Am¨¦rica Latina, donde mulatos como Trujillo o Batista pasaban de las armas a la presidencia.
No significaba eso que tuviesen conciencia de representar a un colectivo. Para el soci¨®logo Nelson Manrique, es m¨¢s bien lo contrario: "A lo largo del siglo XX, la presidencia era una manera de 'blanquearse', de ascender socialmente. Se dice que el odio que sent¨ªa el general Odr¨ªa por la oligarqu¨ªa se deb¨ªa a que no lo dejaban entrar en el Club Nacional. Y todos los dictadores tienen an¨¦cdotas similares".
La figura de Ollanta, responde a motivaciones muy distintas. Como dice Manrique, la globalizaci¨®n ocasion¨® un resurgimiento de las identidades nacionales al que no fue ajeno el Per¨²: "La elecci¨®n de un candidato depende siempre de lo que su imagen proyecte en los votantes, de que represente los deseos y aspiraciones colectivas. A partir de los noventa, las minor¨ªas ¨¦tnicas tomaron conciencia de que pod¨ªan elegir a uno como ellos. Y aqu¨ª las minor¨ªas son la mayor¨ªa: Fujimori es un japon¨¦s, Toledo es un indio, Humala es un mestizo."
La izquierda antisistema latinoamericana tiene un gran componente ¨¦tnico. Basta pensar las fotos de familia que se tomar¨¢n los dirigentes latinoamericanos en las cumbres. En adelante, con la salida de Toledo y la llegada de Morales, casi podr¨¢ conocerse la ideolog¨ªa de cada l¨ªder seg¨²n el color de su piel.
El destino de Humala
Al tratar de situar a Humala, ning¨²n analista peruano lo ha comparado con Evo Morales, y m¨¢s all¨¢ de su militarismo, tampoco con Ch¨¢vez. Por tratarse de un l¨ªder sin estructura partidaria ni ideol¨®gica, con atractivo popular y fuertes v¨ªnculos con las fuerzas armadas, lo encuentran m¨¢s cercano al ex presidente ecuatoriano Lucio Guti¨¦rrez y al ya mencionado Alberto Fujimori.
Guti¨¦rrez, un coronel que tambi¨¦n salt¨® a la palestra con un golpe de estado, fue elegido en 2002 con el apoyo de las organizaciones ind¨ªgenas y la izquierda ecuatoriana. Pero su respaldo en el Congreso era tan d¨¦bil y a la vez tan exigente que ¨¦l se ali¨® con la derecha, desconociendo su propio proyecto pol¨ªtico.
La gota que colm¨® el vaso fue la reforma del poder judicial para permitir el regreso al pa¨ªs de varios l¨ªderes acusados de corrupci¨®n, justamente los l¨ªderes contra los que ¨¦l se supon¨ªa que era una alternativa. Los ecuatorianos se sintieron enga?ados, y las movilizaciones populares defenestraron al presidente en el 2004. ?se fue el precio de su indefinici¨®n.
Fujimori, en cambio, hizo una campa?a electoral contra el shock econ¨®mico y el liberalismo, y alcanz¨® la presidencia con los votos de la izquierda. Tras llegar al poder, se deshizo de su equipo, se rode¨® de los mismos empresarios que hab¨ªan apoyado a Mario Vargas Llosa y aplic¨® el shock econ¨®mico y una pol¨ªtica liberal.
Su partido ha tenido cuatro nombres distintos desde entonces, b¨¢sicamente porque nunca tuvo un partido. Y esa carencia la supli¨® sosteni¨¦ndose en las fuerzas armadas y dise?ando una dictadura encubierta.
Humala podr¨ªa seguir alguna de esas dos v¨ªas. O podr¨ªa, en tres meses, construir un a organizaci¨®n y un discurso con la asesor¨ªa de Venezuela y Bolivia y la participaci¨®n de intelectuales de izquierda. Sus propuestas generales siguen la l¨ªnea nacionalista: renegociar los contratos con las transnacionales, especialmente mineras, y no privatizar. Pero no est¨¢ claro c¨®mo ni con qui¨¦n lo har¨¢.
A tres meses de las elecciones, Ollanta Humala contin¨²a siendo un indescifrable misterio.
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