Un bolso, el v¨¦rtigo y un poco de Machado
Canal Sur TV ha dado recientemente dos pel¨ªculas de Alfred Hitchcock que tienen cosas que me interesan mucho pero por razones algo singulares. La semana pasada fue Marnie la ladrona, que empieza con un primer plano del bolso que lleva al hombro la protagonista clept¨®mana: es una imagen con un poder de sugerencia que nunca he sabido en qu¨¦ se basa. ?No creen que ese plano s¨®lo es tan brillante en una segunda visi¨®n, cuando ya sabemos que el bolso lo lleva una clept¨®mana? Esta semana toc¨® Cortina rasgada, de la que siempre se subrayan dos secuencias: la que acaba con la cabeza de un individuo dentro de un horno y la de los protagonistas en un autob¨²s del que necesariamente tendr¨¢n que escapar para que la pel¨ªcula pueda continuar: dos situaciones que s¨®lo se pueden resolver, pues, como se resuelven en la pel¨ªcula. Al reencontrarme con estas cosas, vuelvo a pensar algo que para m¨¢s de un cin¨¦filo puede resultar her¨¦tico: ?hay en el cine de Hitchcock algo que vaya m¨¢s all¨¢ de la precisi¨®n del artificio, algo que nos interese o nos haga sentirnos concernidos por razones que no sean las de un espectador que ha optado por un cierto tipo de manierismo?
No me cabe la menor duda de que programar a Hitchcock, como a tantos otros autores (algunos mucho menos frecuentes en los canales de televisi¨®n), es una funci¨®n clara de la televisi¨®n p¨²blica: las sucesivas generaciones que necesitan para su formaci¨®n leer a Machado o a Dickens tambi¨¦n debieran conocer a Orson Welles o a Stanley Kubrick. La cuesti¨®n que me atrevo a plantear es, pues, esta: ?qu¨¦ inter¨¦s tiene lo que cuenta Hitchcok? No es la cuesti¨®n ideol¨®gica lo que me importa en este momento; o s¨ª, pero en otra direcci¨®n: ?en qu¨¦ sentido y bajo qu¨¦ condiciones el cine forma parte de nuestra cultura? El bolso de Marnie es un icono sobre el que se hacen tesis y tesinas; pero ?qu¨¦ es el bolso de Marnie, qu¨¦ tenemos que ver con ese objeto que en la pel¨ªcula es tan "interesante"? Por no hablar de V¨¦rtigo, pel¨ªcula sobre la que el fil¨®sofo Eugenio Tr¨ªas escribi¨® un apabullante ensayo filos¨®fico cuya entusiasta desmesura sigo sin comprender.
Hay que entretener, y Hitchcock lo hac¨ªa muy bien, y por eso es l¨®gico que la televisi¨®n, que fundamentalmente se legitima gracias al entretenimiento, lo programe tanto. Pero por alguna raz¨®n en muchos canales de televisi¨®n -tambi¨¦n en Canal Sur- se da otro cine en el que el entretenimiento depende de algo m¨¢s que un truco bien ejecutado: cine que atrapa por razones m¨¢s cercanas, como por ejemplo la de contar una historia en la que, sin esperarlo, nos sentimos implicados. Y en la historia del cine los ejemplos de este otro cine son incontables. ?No vale la pena reservarle un espacio, pensar en lo que cada generaci¨®n tendr¨ªa que ver, por las mismas razones que tendr¨ªa para leer alguna vez a Machado? Quiz¨¢s la cuesti¨®n sea la de la gratuidad: ?no hay un cine que existe por razones esenciales, preferible por esa raz¨®n a un cine gratuito que s¨®lo prueba la pericia en el manejo del artificio?
Pero de todas formas gracias por esas dos pel¨ªculas de Hitchcock, aunque s¨®lo sea porque el s¨¢bado pasado Canal Sur nos castig¨® con la impresentable No firmes m¨¢s letras, cielo, de Pedro Lazaga. Eso no se hace.
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