"M¨¦xico es un pa¨ªs en busca de un psicoanalista"
En La presencia del pasado, el historiador mexicano Enrique Krauze (1947) prosigue su tarea de investigaci¨®n sobre las claves que explican un pa¨ªs tan complejo como el suyo.
Enrique Krauze compagina el periodismo, desde la direcci¨®n de Letras Libres, con el ensayismo. Despu¨¦s de publicar su celebrada trilog¨ªa hist¨®rica de M¨¦xico (Siglo de caudillos, Biograf¨ªa del poder y La presidencia imperial) ahora repasa la visi¨®n que los historiadores del XIX tuvieron sobre la influencia ind¨ªgena, mestiza y espa?ola, que comenta en esta entrevista por correo electr¨®nico.
PREGUNTA. M¨¦xico parece anclado en su pasado.
RESPUESTA. Borges dijo alguna vez que M¨¦xico viv¨ªa "contemplando obsesivamente la discordia de su pasado". Ten¨ªa raz¨®n. Se refer¨ªa a las m¨²ltiples discordias: ind¨ªgenas contra conquistadores, insurgentes contra realistas, conservadores contra liberales, revolucionarios contra reaccionarios, revolucionarios contra s¨ª mismos...
La discordia conduce a la violencia, sobrevienen largos periodos de paz, que luego estallan en nuevos ciclos de violencia. Es dif¨ªcil liberarse de un pasado tan conflictivo. Genera una vasta mitolog¨ªa en la que no se sabe ya distinguir los hechos de las invenciones. Si M¨¦xico quiere alguna vez convertirse en un pa¨ªs moderno, necesita liberarse, al menos parcialmente, del peso mitol¨®gico de su pasado. M¨¦xico es un pa¨ªs en busca de un psicoanalista. Mi libro, La presencia del pasado, es un intento de psicohistoria nacional. Quiero separar el mito de la realidad. Y exaltar a los historiadores que buscaron la verdad. En el libro se analizan los pasados profundos de M¨¦xico, desde el mirador del siglo XIX: el mundo prehisp¨¢nico, la Conquista, la Colonia. Ah¨ª est¨¢n los grandes protagonistas: Cuauhtemoc, Cort¨¦s, Moctezuma, La Malinche, Bartolom¨¦ de las Casas. En el siglo XIX sus querellas segu¨ªan vivas, latentes, pendientes. Lo siguen estando, en cierta medida.
P. Cuando la sublevaci¨®n de Chiapas, los indios recorrieron el mismo camino que antepasados suyos en el siglo XVIII. ?El problema ind¨ªgena sigue vivo?
R. Chiapas ha sido la Bolivia mexicana. Chiapas es una excepci¨®n de la regla del mestizaje en M¨¦xico. En Chiapas no existi¨®, sino muy d¨¦bilmente, la mezcla ¨¦tnica y cultural caracter¨ªstica de M¨¦xico. Por eso, a trav¨¦s de los siglos, en Chiapas se han dado numerosas guerras ¨¦tnicas. En La presencia del pasado hago el recuento de las guerras ind¨ªgenas del M¨¦xico independiente y abordo otras supervivencias ind¨ªgenas en el siglo XIX. Refiero tambi¨¦n el modo en que la mentalidad liberal de aquella ¨¦poca se preocup¨® genuinamente por resolver la postraci¨®n de los ind¨ªgenas. Pero recordemos que en ese siglo la proporci¨®n ind¨ªgena en la poblaci¨®n era mucho mayor que la de ahora. El grave problema del M¨¦xico actual no es la discriminaci¨®n ¨¦tnica sino la pobreza, que es consecuencia de la falta de crecimiento econ¨®mico. La pobreza no s¨®lo afecta a los indios. Quien sostenga que en M¨¦xico la regla ha sido la discriminaci¨®n ¨¦tnica (como en Bolivia) hay que recordarle que 150 a?os antes que Evo Morales, M¨¦xico tuvo un presidente ind¨ªgena, Benito Ju¨¢rez. Pero Ju¨¢rez, a diferencia de Evo, era un liberal.
P. Como dijo el historiador Justo Sierra en el XIX, ?es M¨¦xico todav¨ªa una monarqu¨ªa electiva con disfraz republicano?
R. En dos largos periodos, M¨¦xico fue (como dec¨ªa Justo Sierra, uno de los grandes historiadores que aborda mi libro) una "Monarqu¨ªa electiva con disfraz republicano". Lo fue durante el largo reinado de Porfirio D¨ªaz (1876-1911). Y lo fue en el r¨¦gimen del PRI. Los diez presidentes que se sucedieron sexenalmente en M¨¦xico de 1934 a 1994 fueron -con matices diversos- presidentes imperiales. La legislaci¨®n republicana, democr¨¢tica, representativa, federal, era letra muerta. Aunque hubo intentos de reforma antes del Gobierno de Ernesto Zedillo, no es hasta 1995 cuando la presidencia comienza un proceso de autolimitaci¨®n, que en el a?o 2000 culmin¨® con una transici¨®n democr¨¢tica ordenada y pac¨ªfica, una de cuyas bendiciones ha sido precisamente la de acabar con los rasgos mon¨¢rquicos y con los disfraces republicanos. Ojal¨¢ los mexicanos no volvamos a instaurar un r¨¦gimen de poder absoluto. Ser¨ªa un retroceso del que acaso no nos recuperar¨ªamos ya.
P. De Humboldt calific¨® a M¨¦xico como el pa¨ªs de la desigualdad. ?Lo es todav¨ªa hoy?
R. La desigualdad era muy marcada en tiempos de Alejandro de Humboldt (que visit¨® el pa¨ªs a principios del siglo XIX) y lo es ahora tambi¨¦n. En el libro refiero con alg¨²n detalle las recetas que De Humboldt aport¨® para acrecentar la riqueza general y disminuir la desigualdad. En esencia, descre¨ªa del esp¨ªritu protector de la legislaci¨®n colonial. Pensaba que la libertad en todas sus variantes har¨ªa m¨¢s por el indio y el pobre que la tutela del Estado y la Iglesia.
P. ?Se pudo lograr en el siglo XIX esa convergencia entre la huella ind¨ªgena, espa?ola y mestiza? ?Esa s¨ªntesis pervive?
R. Yo creo que el gran m¨¦rito del siglo XIX, con su legislaci¨®n liberal que igualaba al individuo ante la ley, fue propiciar esa convergencia caracter¨ªstica de M¨¦xico que es el mestizaje. En estos tiempos en que la identidad se exalta hasta el fanatismo, la convivencia ¨¦tnica de M¨¦xico puede parecer un acto de opresi¨®n hist¨®rica a las minor¨ªas ind¨ªgenas. Pero lo cierto es que la convergencia se dio en los hechos, sobre todo en la cultura. ?se es el milagro de M¨¦xico. Una presencia creativa de pasados que no divergen: convergen.
P. ?En el imaginario mexicano pesa m¨¢s la Conquista, el Virreinato o la Espa?a de hoy?
R. Creo que en el imaginario de M¨¦xico ha pesado mucho el trauma de la Conquista. Nos dej¨® la noci¨®n de que todo lo que viene de fuera es malo, amenazante, peligroso. La herencia de los tres siglos del Virreinato es m¨¢s sutil: ha estado en nuestras formas pol¨ªticas, nuestra cultura pol¨ªtica. Ha estado en esa caracter¨ªstica "mon¨¢rquica" a la que hac¨ªamos referencia. En La presencia del pasado yo he querido corregir algunas distorsiones que persisten en la satanizaci¨®n de aquellos pasados. Por ejemplo, la noci¨®n de que Espa?a dej¨® un saldo puramente negativo en sus antiguas colonias. Yo sencillamente no lo creo, y para ofrecer una prueba pertinente, en el libro narro la vida de varios franciscanos eminentes, olvidados en Espa?a, a quienes M¨¦xico debe su memoria hist¨®rica. ?Qui¨¦n en Espa?a recuerda a fray Bernardino de Sahag¨²n, por ejemplo? Sin su obra de proporciones en verdad aristot¨¦licas, la memoria ind¨ªgena de M¨¦xico se habr¨ªa perdido. Hay otros muchos historiadores, cronistas, compiladores que se hicieron cargo de preservar la memoria mexicana, y muchos de ellos fueron espa?oles.
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