Estreno en la cuna del 'escarabajo'
Un museo de la ciencia, obra de Zaha Hadid, ilumina Wolfsburg
Si uno viaja a Berl¨ªn procedente del oeste de Alemania -desde Bonn, D¨¹sseldorf o Hannover, por ejemplo-, ha de pasar inevitablemente por la ciudad de Wolfsburg. Despu¨¦s de contemplarla asombrado por la ventanilla es probable que el viajero se quede dormido, pues el camino no vuelve a ofrecer nada de inter¨¦s hasta llegar a la capital alemana. Si despierta all¨ª, puede creer que lo que ha visto ha sido un sue?o y dejar¨¢ pasar la ocasi¨®n para descubrir este enclave tan singular. Porque lo cierto es que el repertorio que Wolfsburg ofrece a los amantes de la arquitectura tiene poco que envidiar a la metr¨®poli berlinesa. Esta ciudad de 120.000 habitantes alberga una pl¨¦tora de monumentos que abarcan desde la funesta rotundidad de los edificios del Tercer Reich, pasando por obras maestras de la modernidad tard¨ªa de Alvar Aalto y Hans Scharoun, hasta desembocar en ejemplos de casi todos los modelos urban¨ªsticos del siglo XX.
La excursi¨®n merece la pena aunque uno no sea un forofo de la arquitectura. La visita a la f¨¢brica de Volkswagen, junto con el parque de atracciones Ciudad del Autom¨®vil (Autostadt), entusiasmar¨¢ incluso a los m¨¢s j¨®venes. Adem¨¢s, desde el 24 de noviembre la ciudad cuenta con un nuevo atractivo que despertar¨¢ la curiosidad de unos y otros: el Museo de la Ciencia Phaeno, cuya arquitectura, ideada por Zaha Hadid (Bagdad, 1950), redefine los l¨ªmites de la factibilidad t¨¦cnica y de la percepci¨®n del espacio.
Una ciudad para un coche
S¨®lo se tarda una hora en llegar desde Berl¨ªn a bordo del tren de alta velocidad ICE, aunque la entrada en coche tambi¨¦n tiene su encanto. Desde la autopista A2, lo ¨²nico que se divisa de Wolfsburg son aparcamientos repletos de modelos VW que traen a la memoria la raz¨®n de ser de esta ciudad de la Baja Sajonia: fue fundada por Adolf Hitler en el a?o 1938 como centro de producci¨®n del legendario escarabajo, que en aquel entonces todav¨ªa se llamaba Coche KdF, apelativo que lo defin¨ªa como engendro de la organizaci¨®n de actividades de ocio Kraft durch Freude (fuerza nacida de la alegr¨ªa). La cuna de este b¨®lido estaba llamada a convertirse en el modelo del universo industrial nacionalsocialista.
El arquitecto de Hitler, Albert Speer, encarg¨® la planificaci¨®n al joven austriaco Peter Koller. Cuando se suspendieron los trabajos de construcci¨®n en el a?o 1942, s¨®lo se hab¨ªan llegado a erigir algunos fragmentos del proyecto. Sin embargo, en la actualidad sus rasgos esenciales siguen siendo claramente discernibles: el trazado anular de las principales arterias de comunicaci¨®n; el eje norte-sur, que abre un cortafuego visual a trav¨¦s del casco urbano desde el palacio renacentista situado al norte (al que la ciudad debe su nombre) hasta el m¨ªtico Bosque Alem¨¢n, al sur. Pero, sobre todo, llama la atenci¨®n la estricta separaci¨®n de la f¨¢brica y la ciudad a trav¨¦s del canal y el trazado del ferrocarril.
Phaeno ha sido emplazado justo al lado de la estaci¨®n, convirti¨¦ndose as¨ª en el elemento mediador entre las dos caras de Wolfsburg. Este proyecto testimonia la aspiraci¨®n de la ciudad de dejar de ser mera residencia de los trabajadores de la f¨¢brica para convertirse en sede de la sociedad del saber y el ocio. Pol¨ªticos de todos los colores esperan reproducir aqu¨ª el efecto Bilbao.
El terreno est¨¢ atravesado por dos caminos que unen la urbe a trav¨¦s de un puente peatonal con la Ciudad del Autom¨®vil situada en la otra orilla del canal: uno sale de la estaci¨®n y el otro del centro urbano. La presencia de estas dos v¨ªas de comunicaci¨®n, unida al deseo expreso de la ciudad de que el Museo de la Ciencia no tapara por completo la impresionante vista del basti¨®n enladrillado de la f¨¢brica, dio pie a Zaha Hadid para elevar el recinto principal. Para lograrlo emple¨® ocho conos huecos de cemento, inclinados a fin de obtener una planta abierta por todos los lados que encauza a los visitantes mediante taludes de hormig¨®n ligero. Este tipo de espacios rara vez han dado resultado en ambientes urbanos, y menos a¨²n en regiones fr¨ªas. Sin embargo, la Sala de los Conos es lo suficientemente alta como para no resultar opresiva, y su ¨ªmpetu material a lo m¨¢s que llega es a dejar a los visitantes sin palabras.
Al contemplar este edificio, uno no piensa en alta tecnolog¨ªa, flujo de datos ni ciberespacio, sino en la condici¨®n primigenia de toda actividad constructiva: la lucha atemporal con las leyes de la materia y las fuerzas de la naturaleza. Y lo cierto es que estas reflexiones no van nada desencaminadas, pues el hecho de que este extraordinario proyecto haya llegado a hacerse realidad se debe en buena medida al empleo de un nuevo material: el cemento capaz de compactarse por s¨ª mismo. De no ser por ¨¦l, no se habr¨ªan podido rellenar de manera fiable las m¨¢s ¨ªnfimas y rec¨®nditas cavidades insertas en la densa red que conforma la armadura de acero.
Mientras el transe¨²nte se dedica a detectar las huellas de las diversas operaciones de encofrado que a¨²n jalonan las superficies, es probable que le asalte la pregunta de si ya ha entrado en el edificio o todav¨ªa se encuentra en el exterior. "Carente de umbrales". No hay mejor calificativo para esta arquitectura, y es precisamente este rasgo el que permite a Zaha Hadid conectar con la herencia de la arquitectura moderna de Wolfsburg.
La entrada principal de este proyecto de 80 millones de euros responde a una puesta en escena marcadamente casual. Una escalera mec¨¢nica asciende hasta la exposici¨®n. All¨ª, el visitante se encuentra con un espacio ¨²nico cl¨¢sico. Una impresionante celos¨ªa tridimensional recubre todo este nivel del edificio, que no se ve interrumpido por la presencia de soportes de ning¨²n tipo y que s¨®lo est¨¢ estructurado por los conos de cemento, que se alzan hasta el techo, y por el suelo, sometidos a un moldeado de car¨¢cter paisaj¨ªstico. La continuidad espacial est¨¢ al servicio de los presupuestos pedag¨®gicos que subyacen al Museo de la Ciencia: no fijar de antemano ning¨²n camino, no adoctrinar, no imponer, sino fomentar el vagabundeo curioso y el descubrimiento l¨²dico. De acuerdo con estos planteamientos, no se ofrecen visitas guiadas a la exposici¨®n, aunque s¨ª las hay destinadas a mostrar las peculiaridades arquitect¨®nicas del edificio.
Luz por todas partes
El recinto es muy luminoso, debido al suelo de color blanco brillante que lo recubre todo. Por eso resulta f¨¢cil orientarse y es casi imposible que los m¨¢s peque?os se pierdan. Aunque lo cierto es que a la dramaturgia de la exposici¨®n no le vendr¨ªa mal algo m¨¢s de misteriosa oscuridad. Porque los elementos de la exposici¨®n -se trata esencialmente de las mismas estaciones experimentales habituales que desde la inauguraci¨®n del Exploratorium de San Francisco en el a?o 1968 caracterizan todo centro de ciencias que se precie, ya sea en el Medio Oeste de Estados Unidos, Amsterdam, Copenhague o Wolfsburg- parecen estar emplazados sin mucho orden ni concierto. Pero esto no parece molestar lo m¨¢s m¨ªnimo al p¨²blico joven, que tampoco se inmuta ante el ruido del interior del edificio.
A los adultos les resultar¨¢ muy tentador el recomendable restaurante italiano situado justo al lado de la entrada. No se trata de un injerto a la moda: los inmigrantes italianos formaron parte de los primeros contingentes de trabajadores que se asentaron en la ciudad a comienzos de los a?os cuarenta y cuya presencia se acrecent¨® sobre todo durante la d¨¦cada de los sesenta. Hace falta aguzar la mirada para detectar lo tradicional dentro de la vanguardia, y ¨¦se es tambi¨¦n un buen motivo para decidirse a visitar Wolfsburg.
Ulrich Brinkmann es uno de los coordinadores de la revista alemana de arquitectura Bauwelt.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir- Wolfsburg se encuentra a 230 kil¨®metros al oeste de Berl¨ªn.- En tren (www.bahn.de), el viaje en alta velocidad (ICE) dura una hora y cuesta unos 40 euros por trayecto.Visitas- Phaeno (004 953 61 89 01 00 desde Espa?a; 018 01 06 06 00 desde Alemania; www.phaeno.de). Entrada para adultos, 11 euros. Entrada para ni?os (de 6 a 18 a?os), 7 euros. Entrada gratuita para los menores de 6 a?os. Rutas arquitect¨®nicas, previa reserva telef¨®nica.- Ciudad del Autom¨®vil (004 980 02 88 67 82 38; www.autostadt.de). Entrada para adultos, 14 euros; para ni?os (6 a 14 a?os), 6 euros. Hay dos visitas guiadas, de 45 minutos (a partir de 5 euros por persona) y de dos horas (desde 11 euros por persona).Informaci¨®n
- Oficina de turismo de Wolfsburg
(004 95 36 11 43 33; www.tourismus-wolfsburg.de).
- www.reiseland-niedersachsen.de.- www.braunschweiger-land.de.
- Turismo de Alemania en Espa?a (www.alemania-turismo.com y 914 29 35 51).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.