Tabaco y bares

No llega al mes desde el comienzo de la aplicaci¨®n de la mal llamada "ley antitabaco" y resulta que a¨²n no he podido percibir en toda su extensi¨®n los efectos beneficiosos que la citada ley hab¨ªa de tener sobre los no fumadores o fumadores pasivos, entre los que me encuentro: cuando llego a casa me sigue oliendo la ropa a tabaco (o a demonios).

Reconozco que, salvo escasas excepciones, mis compa?eros de trabajo est¨¢n dando muestras de una madurez c¨ªvica que no esperaba. Sin embargo, siento tristemente que la ley es, y va a ser, una herramienta est¨¦ril en el ¨¢mbito de la hosteler¨ªa. Porque, como establece la propia ley, en los locales de menos de 100 metros cuadrados ser¨¢ el propietario quien decidir¨¢ si se permite o no fumar. As¨ª las cosas, lo legislado por el Parlamento en materia de protecci¨®n de la salud puede no ser aplicado, parad¨®jicamente, si la voluntad de un hostelero as¨ª lo determina. Y esto es lo que ocurre en mi ciudad, que la ley no es de aplicaci¨®n (salvo en la parte que determina sus propias restricciones) en la inmensa mayor¨ªa de locales de menos de 100 metros, pudi¨¦ndose fumar pr¨¢cticamente en todos. Y la realidad es que bares de menos de 100 metros hay muchos y que, por esa misma raz¨®n, por ser peque?os, son los m¨¢s econ¨®micos, los m¨¢s accesibles para el ciudadano de econom¨ªa media.

Entonces, al darme cuenta de esto, me asalta la duda y pienso: ?tendremos que pagar m¨¢s, como si de una tasa se tratara, aquellos que tenemos menor poder adquisitivo por disfrutar de un ambiente limpio a la hora de tomarnos un caf¨¦ o un bocadillo? ?Por qu¨¦ esta absurda excepcionalidad cuando se trata de proteger la salud? ?Acaso la salud admite excepcionalidades.