El nuestro

Este a?o en que se cumplen los 250 del nacimiento de Mozart, los espa?oles tenemos nuestra propia conmemoraci¨®n, m¨¢s modesta, sin duda, pero que llega en el mejor momento, justo cuando se recuperan los manuscritos, se editan las obras y se graban en disco las m¨²sicas de Juan Cris¨®stomo de Arriaga y Balzola (Bilbao, 1806-Par¨ªs 1826), un nombre que ha vivido entre el mito de quien pudo haber sido mucho -"el Mozart espa?ol"- y la mala suerte de quien no dej¨® lo suyo bien organizado porque, claro est¨¢, no tuvo tiempo. Ahora, gracias al esfuerzo de familiares, investigadores e instituciones, el legado creador de Arriaga, breve pero intenso, espera una edici¨®n cr¨ªtica, conoce nuevas grabaciones y, sobre todo, se va a interpretar, al fin, en las mejores condiciones a lo largo de este a?o del segundo centenario de su nacimiento.

Al d¨ªa siguiente de hacerlo en Bilbao, Paul Dombrecht presentaba en El Pardo, en el marco de la nueva -y excelentemente programada- temporada de Los Siglos de Oro, y por vez primera con base en los manuscritos del compositor, toda la obra vocal de Arriaga, que se resume en una sesi¨®n pero cuya importancia da como para que, pasados los fastos propios del caso, no caiga ya nunca en el olvido. Es, naturalmente, la muestra de un talento joven, sometido a influencias evidentes -las de un pasado que a¨²n pesaba y las de sus contempor¨¢neos Bo?eldieu y Cherubini-, pero tambi¨¦n con datos de evidente personalidad, sobre todo en Herminie y Agar dans le d¨¦sert, las dos obras mayores de este segmento de su producci¨®n a las que se suman otras m¨¢s pegadas a sus antecedentes como son el Aria de Edipo, el Aria de Medea y la muy pimpante Ma tante Aurore, una curiosa incursi¨®n en el g¨¦nero c¨®mico.

Para llevar a cabo la empresa se ha contado con un grupo sensacional como es Il Fondamento, dirigido por su fundador, Paul Dombrecht. Las versiones del m¨²sico belga fueron irreprochables, desde la Obertura, opus 20, que iniciaba la sesi¨®n, hasta el acompa?amiento a los cantantes, al que s¨®lo cabe reprochar un cierto exceso de volumen, m¨¢s el resultado del tama?o del Patio de los Borbones del Palacio de El Pardo que otra cosa.

Dombrecht y sus m¨²sicos dieron una lecci¨®n de estilo y de clase interpretativa, de empuje y de convicci¨®n. Hubo fuerza expresiva a raudales, la que nace de creer en esta m¨²sica y de encontrarle el punto exacto de su inspiraci¨®n y de sus resultados para desembocar en una forma admirable de mostrar lo que fue y lo que pudo ser. Se cont¨®, adem¨¢s, con un excelente grupo de cantantes, desde el elegante Robert Getchell al eficaz Hubert Claessens, pasando por la magn¨ªfica Violet Serena Noorduyn, una soprano de gran expresividad cuya juventud hace pensar en una carrera interesante. A ellos se a?adi¨® un ni?o, Brieuc Wathelet, que no desafin¨® en ning¨²n momento. Un concierto que fue, tambi¨¦n, todo un descubrimiento que no ha hecho m¨¢s que empezar.