Guti¨¦rrez Arag¨®n detiene el tiempo en Cuba para 'Una rosa de Francia'
El director c¨¢ntabro narra una morbosa pasi¨®n en tr¨ªo entre piratas, burdeles y negocios turbios
Las disc¨ªpulas de Madame saben de verdad para qu¨¦ sirven los bid¨¦s. Las clases de franc¨¦s que da Madame en su mansi¨®n de La Habana son famosas en toda la isla y cualquier juez, cualquier ministro, cualquier pez gordo que se precie conoce sus dotes pedag¨®gicas y su capacidad para obrar la metamorfosis. Las ni?as que all¨ª lleva Sim¨®n, un aut¨¦ntico pirata con aires de Humphrey Bogart que se dedica a pasar clandestinos de Cuba a los cayos de Florida, entran sin saber nada y salen que parecen princesas, chapurreando idiomas finos y sentando c¨¢tedra en artes amatorias.
Todo eso ocurre en un lugar cuya piel de agua, arena, piedra y pl¨¢stico parece haberse detenido en el tiempo. Es el escenario de Una rosa de Francia, la nueva pel¨ªcula de ese fabricante de territorios at¨ªpicos que es Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n (Torrelavega, 1942). Esta vez los ha trasladado a una Cuba adonde llegan chinos y escandinavos de paso a la tierra prometida, un lugar en el que tambi¨¦n aterrizan muchachos espa?oles de esp¨ªritu rom¨¢ntico, como Andr¨¦s, que conduce coches rojos redondos descapotables y se enamora en sue?os de la mano incontrolable de alguna muchacha furtiva.
"Con el sexo, el cine ha perdido una cierta provocaci¨®n por un camino perverso"
Puede que ¨¦sa fuera la Cuba que ve¨ªa el director de ni?o, con las historias que le contaba su abuela de nombre guerrero, Agustina Arag¨®n. "Era de Santiago, de donde son todos los polic¨ªas y los rebeldes, y en casa com¨ªamos en cubano", cuenta el autor de La mitad del cielo, que ha rodado su primera pel¨ªcula en el pa¨ªs de sus ancestros pero que, avisa, "no ser¨¢ la ¨²ltima". Com¨ªan frijoles con arroz, ropa vieja, conqui... y aquellos sabores tropicales le sab¨ªan a gloria hasta en un espacio lejano con lluvia, de color verde y gris, como es Torrelavega. "Todo lo bueno ven¨ªa de all¨ª entonces. Cuba era el pa¨ªs rico y nosotros el pobre, qu¨¦ curioso. Tambi¨¦n escuch¨¢bamos m¨²sica cubana a la hora de comer y eso nos hac¨ªa sentirnos fuera del tiempo y del espacio", asegura.
Por eso, quiz¨¢, Una rosa de Francia es una pel¨ªcula sin esas coordenadas que comienza con una frase: "?rase una vez en Cuba...", con la que el director busca un soplo de aire cl¨¢sico, hijo tanto de los aromas de John Huston como tambi¨¦n de pel¨ªculas inquietantes como Ex¨®tica, de Atom Egoyan, aunque sobre todo con la profundidad y la vena provocadora intacta de Guti¨¦rrez Arag¨®n.
Puede que Cuba sea el lugar donde mejor se da esa sensaci¨®n: "En Cuba todo es de los a?os cincuenta: los coches, los hoteles... y lo que no lo es, ya no existe. Parece todo en suspenso". Rodar all¨ª es un lujo por los equipos humanos, pero resulta algo complicado. "Tiene sus problemas porque es la vida la que tiene all¨ª dificultades".
Los actores que encarnan esos fantasmas intemporales pero pegados a su carne lo mismo que a las s¨¢banas donde retozan son Jorge Perugorr¨ªa (Sim¨®n), que coprotagoniza el filme en el que tambi¨¦n aparecen ?lex Gonz¨¢lez (Andr¨¦s), Broselianda Hern¨¢ndez (Madame) y la debutante Ana de Armas (Marie), una adolescente que desarma las voluntades de sus amantes y acelera las ansiedades de los viejos verdes que la pretenden.
Ella y sus compa?eras en casa de Madame -donde pulula Jos¨¦ Miguel, un pavo real que guarda todos los secretos del burdel-escuela- marcan la pel¨ªcula con un ingrediente que ya se explota muy poco en el cine: el morbo. "S¨ª. Quiz¨¢ la perversi¨®n, el sexo, se ha hecho demasiado expl¨ªcito en el cine en los ¨²ltimos a?os y se ha perdido una cierta provocaci¨®n por un camino perverso", afirma el director.
En medio de esa impactante atm¨®sfera de sofocos y corazones acelerados, de la que curiosamente muchos quieren huir, se mueven criaturas prisioneras de pasiones que congelan su sudor delante de p¨¢jaros enjaulados y retratos de la virgen. Como Sim¨®n o la propia Madame, que dej¨® de so?ar con marcharse y recal¨® un d¨ªa con una cuerda bien tensa en el cuerpo de un joven que dec¨ªa como nadie "champila de guan¨¢bana".
Y es que hay surrealismo en Una rosa de Francia, pero tambi¨¦n hay humor, aventura y romanticismo a la manera de Casablanca. "Yo creo que el personaje de Perugorr¨ªa, lo que est¨¢ es m¨¢s enamorado de la pareja que forman Marie y Andr¨¦s que de ella s¨®lo, porque ambos representan el mito de la juventud hasta para este personaje celoso, morboso y cruel".
Un personaje que aparece como compadre del exceso desde la primera secuencia, cuando se enfrenta a una patrullera de Estados Unidos, primero por las buenas, pidi¨¦ndoles di¨¢logo y comprensi¨®n, para luego insultarles directamente. "Pasa del contrabandismo con ron al tr¨¢fico con clandestinos y la trata de blancas. Yo me meto con ¨¦l dici¨¦ndole que est¨¢ inspirado en su vida real y le hace gracia", afirma el cineasta.
El caso es que, junto a ellos, Guti¨¦rrez Arag¨®n ha hecho su pertinente viaje al sur despu¨¦s de visitar su lado pasiego en La vida que te espera y resolver aquel western con vacas, "la pel¨ªcula extranjera m¨¢s vista en Holanda", proclama orgulloso el director. "Voy compaginando el norte con el sur, y ahora me toca volver a rodar una pel¨ªcula en aquellos paisajes", anuncia. "El valle del Pas y La Habana son mis dos partes aparentemente contradictorias, pero en realidad complementarias", asegura.
Dos mitades que conforman el mundo rico y sugerente de un creador que ha aprendido a tomarse las cosas con mucha distancia desde que triunfara en el Festival de Berl¨ªn, hace ya m¨¢s de 30 a?os, con Habla, mudita. "Entonces me dieron el Premio de la Cr¨ªtica y ese mismo a?o se present¨® por all¨ª un joven de Estados Unidos con una pel¨ªcula sobre un cami¨®n que persegu¨ªa a un tipo. La m¨ªa sali¨® premiada y la vio poca gente; la suya no se llev¨® nada pero la vio todo el mundo. Era Steven Spielberg. Nuestras carreras, ya ves, han ido paralelas. A ver qu¨¦ pasa ahora entre la m¨ªa y M¨²nich", comenta con esa socarroner¨ªa que gana en poso con los a?os, como los buenos vinos.
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